El ideal significa que no eres lo que deberías ser. Te crea ansiedad, tensión, angustia. Te divide, te vuelve esquizofrénico. El ideal está en el futuro y tú estás aquí. ¿Y cómo puedes vivir a menos que seas el ideal? En primer lugar, sé el ideal, y después empieza a vivir, algo que nunca ocurre. No puede ocurrir por la naturaleza misma de las cosas.
Los ideales son imposibles; por eso mismo son ideales. Te vuelven loco, te hacen perder la cabeza, y entonces sobreviene la repulsa, porque nunca llegas a alcanzar el ideal. Entonces surge el sentimiento de culpa. En realidad, eso es lo que hacen los sacerdotes y los políticos, crear el sentimiento de culpa. Para ello se valen de los ideales, un mecanismo muy sencillo. Ofrece un ideal y el sentimiento de culpa surgirá automáticamente.
Si te digo que dos ojos no son suficientes, necesitarás tres ojos, abrir tu tercer ojo. Leerás a Lobsang Rampa, que dice que abras tu tercer ojo. Lo intentas por todos los medios, por aquí y por allá, cabeza abajo, con un mantra... y el tercer ojo no se abre. Entonces empiezas a sentirte culpable, que si me falta algo, que si no soy como debería ser... Te deprimes, te frotas el tercer ojo, pero no se abre. Cuidado con todas esas tonterías. Los dos ojos que poseemos son maravillosos, e incluso si solo tienes uno, es perfecto. Tienes que aceptarte como eres. Dios te ha hecho perfecto, no ha dejado nada incompleto en ti. Y si sientes que hay algo incompleto, forma parte de la perfección. Eres perfectamente imperfecto. Dios sabe, más que tú, que solo en la imperfección existe el desarrollo, que solo en la imperfección existe el fluir, que solo en la imperfección algo es posible. Si fueras perfecto estarías muerto, como una piedra. No ocurriría nada, nada podría ocurrir. Intenta comprender lo que te digo: también Dios es perfectamente imperfecto, porque si no, habría muerto hace mucho tiempo. No habría esperado a que Friedrich Nietzsche declarase que «Dios ha muerto».
¿Qué haría Dios si fuera perfecto? No podría hacer nada, no tendría libertad para hacer. No podría crecer, ni tendría adonde ir. Estaría simplemente estancado. Ni siquiera podría suicidarse, porque cuando eres perfecto no haces cosas así. Acéptate tal y como eres.
A mí no me interesa una sociedad ideal, no me interesa en absoluto. Tampoco me interesan los individuos ideales. Vamos, que el idealismo no me interesa lo más mínimo.
Y para mí la sociedad no existe, solo los individuos. La sociedad no es sino una estructura funcional, utilitaria. No puedes encontrarte con la sociedad. ¿Te has encontrado alguna vez con la sociedad? ¿Te has encontrado alguna vez con la humanidad? ¿Te has encontrado con el cristianismo, el hinduismo, el islam? No; solo podemos encontrarnos con el individuo, con el individuo concreto. Pero mucha gente ha pensado en mejorar la sociedad, en construir una sociedad ideal, y esas personas han resultado ser un desastre, una calamidad. Gracias a su sociedad ideal han destruido el respeto de las personas hacia sí mismas y han despertado el sentimiento de culpa en todo el mundo.
Todo el mundo se siente culpable, nadie parece sentirse feliz tal y como es. Se puede provocar el sentimiento de culpa por cualquier cosa, y una vez creado ese sentimiento, te haces poderoso. La persona que provoca en ti el sentimiento de culpa adquiere poder sobre ti —hay que recordar esta estrategia—, porque solo esa persona puede redimirte. Entonces tienes que recurrir a ella. Al principio, el sacerdote provoca el sentimiento de culpa, y tienes que ir a la iglesia, a confesarte, a decir: «He cometido un pecado», y entonces el sacerdote te perdona en nombre de Dios. Crea la culpa en nombre de Dios, eso en primer lugar, y después te perdona en nombre de Dios.
Fíjate en lo siguiente:
A Calvin lo sorprendió su madre cometiendo un pecado mortal, y lo obligaron a confesarse inmediatamente.
—Padre, he estado toqueteándome —dijo Calvin.
—¿Por qué has hecho semejante cosa? —preguntó el cura, muy enfadado.
—Es que no tenía nada mejor que hacer —respondió Calvin.
—Cuatro padrenuestros y cinco avemarías de penitencia.
La madre de Calvin volvió a pillarlo una semana más tarde, y una vez más el chico tuvo que ir a confesarse.
—Padre, he estado toqueteándome.
—¿Y por qué lo has hecho?
—Es que no tenía nada mejor que hacer —respondió Calvin.
—Diez padrenuestros y cinco avemarías de penitencia.
A la semana siguiente, la madre de Calvin volvió a sorprenderlo.
—Ya estás volviendo —dijo—. Y llévale esta tarta de chocolate al padre.
Mientras esperaba en una larga cola, Calvin se comió toda la tarta y en el confesionario dijo:
—Padre, mi mamá me había dado una tarta de chocolate para usted, pero mientras esperaba me la he comido entera.
—¿Por qué has hecho eso? —preguntó el cura.
—Es que no tenía nada mejor que hacer.
—¿Y por qué no te has toqueteado un poquito?
AL SACERDOTE NO LE IMPORTA LO QUE HAGAS; tiene sus propios intereses, su tarta de chocolate. ¡Y a ti, que te zurzan! Haz lo que te dé la gana, pero ¿dónde está la tarta?
Ellos crean la culpa y después te perdonan en nombre de Dios. Te convierten en pecador y después te dicen: «Ven a Cristo, el salvador».
No hay nadie que pueda salvarte, porque para empezar, no has cometido ningún pecado. No necesitas que te salven.
Yo no tengo el menor interés en una sociedad ideal, y te pido que abandones ese sueño, un sueño que ha originado tantas pesadillas. Hemos de recordar que en la actualidad no puede ocurrir nada con la política. La política ha muerto. Votes a quien votes, ya sea de derechas o de izquierdas, hazlo sin ilusiones. Hay que renunciar a la idea de que un sistema, ningún sistema, puede salvar a nadie. Ningún sistema será la salvación, ni el comunismo, ni el fascismo ni el gandhismo. Ninguna sociedad puede salvarte, como ninguna sociedad puede ser ideal. Y no existe ningún salvador: ni Jesucristo, ni Krisna ni Rama. Has de olvidarte de esas tonterías sobre la culpa y el pecado que llevas a cuestas.
Pon toda tu energía en bailar y festejar la vida, y entonces sí serás ideal, aquí y ahora, y no tendrás que convertirte en algo ideal.
La ideología como tal ha perdido su veracidad. En realidad, nunca existió y, además, ha desaparecido la capacidad de persuasión. Quedan muy pocas mentes serias que sigan creyendo que se pueda lograr una nueva utopía mediante la ingeniería social.
Vivimos en la época de la libertad, absoluta. Hemos alcanzado la mayoría de edad. La humanidad ya no es infantil; ha madurado. Vivimos en una época muy socrática, porque la gente se plantea todas las cuestiones importantes de la vida. No empieces a ansiar y a anhelar un ideal, una idea, una perfección en el futuro.
Olvídate de los ideales y vive aquí y ahora
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