domingo, 30 de septiembre de 2018

Llegamos A Creer (Cap. 5 - Parte 3)

"LA FE LLEGARA"
En un principio, yo rechacé cualquier parte del programa de A.A. que se refería a Dios en cualquier forma. Inclusive permanecí en silencio cuando cerraban la reunión con la oración del Padre Nuestro (de todas maneras yo no me la sabía).
Mirando en retrospectiva, no creo que fuera yo un agnóstico, ni tampoco un ateo. Pero lo que se es esto: No podría aceptar nada, de "ese asunto de Dios" ni creía llegar a creer ni tener un despertar espiritual. Después de todo, yo había llegado a A.A. para lograr la sobriedad y, ¿qué tenía que ver con esto, todo ese enredo sobre Dios?.
A pesar de toda mi estúpida arrogancia, ustedes me amaron, mantuvieron extendida su amistosa mano, y estoy seguro, usaron una prudente sabiduría tratando de que el programa entrara en mi. Pero yo podía oír solamente lo que quería oír.
Permanecí seco un buen número de años y entonces como ya habrán adivinado bebí otra vez. Era inevitable. Había admitido solamente aquellas partes del programa que encajaban dentro de mi vida, sin ningún esfuerzo de mi parte. Yo era aún el egoísta auto-centrado que siempre había sido, lleno aún de mis viejas aversiones, egoísmo e incredulidad, tan falto de madurez como la había estado cuando llegué a A.A.

Esta vez cuando desperté en el hospital, carecía totalmente de esperanza. Después de todo ustedes me habían dicho que A.A. era la última esperanza para el alcohólico, y yo había fracasado; no había ya nada más por hacer. En ese mismo momento, mi hermana tuvo la ocurrencia de mandarme un recorte de la hoja de la Escuela Dominical. No era una carta, sólo un recorte impreso: "Reza con incredulidad; pero reza con sinceridad, y la fe llegará".

¿Rezar? ¿Cómo podía yo rezar? Yo no sabía rezar. Sin embargo, yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera para lograr mi sobriedad y algo que se pareciera a una vida normal. Creo que me había rendido. Dejé de pelear. Acepté simplemente aquello en lo que no podía verdaderamente creer y mucho menos comprender.

Comencé a rezar, pero no de un modo formal. Sencillamente la hablaba a Dios, o más bien le gritaba, "Querido Dios, ayúdame, Soy un borracho". No tenía nada a qué recurrir, excepto a este Dios que no conocía.

No recuerdo ningún cambio inmediato, dramático, en mi vida; pero si recuerdo haberle dicho a mi esposa cuán falto de esperanza me parecía el panorama. Siguiendo su sugerencia empecé a releer el Libro Grande y los Doce Pasos, y ahora encontraba en ellos muchas cosas que antes no había encontrado. No rechacé nada de eso, simplemente acepté lo que estaba escrito, tampoco leí nada que no estuviera ahí.

Una vez más, nada cambio de un día, para otro. Pero con el correr del tiempo, he adquirido una fe ciega y, si infantil, por aceptar a un Dios que no comprendo y al programa de A.A. tal como está escrito, y así puedo mantener mi sobriedad sólo por un día. Si he de tener algo más que esto, llegará conforme pasa el tiempo, tal como han llegado otras cosas buenas.

Yo no considero necesario, como lo hice durante años, probar mi incredulidad en Dios, mediante razonamientos y actos. Ni tampoco considero necesario probarme a mí mismo con otras. No; lo único que cuenta y la única prueba que tengo que hacer es a mí mismo y a Dios, tal como yo lo comprendo (o como no lo comprendo). Estoy seguro de que me desviaré del camino de vez en cuanto, pero tengo que aprender a perdonarme a mí mismo, tal como Dios me ha perdonado mi pasado.

Creo que he tenido un despertar espiritual sin dramatismos el cual no sé cómo haya podido ser, y de que seguirá adelante sin limitaciones en tanto yo continúe practicando este programa en todos mis actos diarios. Para mí, no existe un "lado espiritual" del programa de A.A.; el programa es espiritual en su totalidad.

Bajo mi punto de vista, algunas de las evidencias de un despertar espiritual son: madurez,; el fin de un odio habitual; la capacidad para amar y ser amado en correspondencia; la capacidad de creer aún sin comprenderlo, que algo hace que el sol salga por la mañana y se oculte durante la noche, que también hace que las hojas de los árboles broten en la primavera y se caigan en otoño, y que les da trinos a los pájaros. ¿Por qué n dejar que este algo sea Dios?.
St. Petersburg, Florida.

EN UNA GRAN PANTALLA
Bebí cerca de veintiocho años, comenzando como un bebedor social, volviéndome bebedor periódico y finalmente bebedor compulsivo. Mi bebida me costó perder mi hogar, mi primera esposa, mis hijos y casi todo por lo que yo había trabajado toda mi vida. Fui arrestado por estar borracho en lugares públicos; desarrollé tuberculosis, y supe que probablemente había sido provocada por mi forma excesiva de beber; en cuatro meses estuve dentro, y salí de cuatro reclusiones alcohólicos de diferentes hospitales. Cuando me dejaron en libertad en el último, permanecí borracho durante tres semanas enteras y desperté otra vez en la cárcel. Pensé que estaba ahí, como había sucedido antes, por emborracharme en público, pero después de preguntar, me enteré que había cometido un delito grave.

Un fía mañana, entré en la penitenciaria para cumplir una condena de cinco años. Después de ser procesado y llevado a mi celda en la unidad de recepción, y oír el ruido de la puerta de hierro al cerrase a mis espaldas, pensé que era el final para mí. Había caído tan bajo como me había sido posible, y sentí que ya no tenía esperanza.

Durante las cinco semanas siguientes, me sentaba en esa pequeña celda y culpaba a todo el mundo menos a mí mismo por todas mis dificultades presentes y pasadas. Nadie podía estar más lleno de resentimiento, odio y auto-compasión de lo que yo estuve en esa época.

Una noche, mientras estaba en mi celda mirando a las cuatro paredes, toda mi vida pasada pareció abrirse delante de mí, como si lo hiciera en una pantalla panorámica. Pude ver claramente, por primera vez, todas las congojas y miserias y dolor que había ocasionado a todo el mundo en el pasado: mi madre y mi padre, mi esposa y mis hijos, mi actual esposa y todos mis amigos. Yo era el que estaba equivocado. Todo lo que me había sucedido, yo me lo había ocasionado a mí mismo con la bebida. Creo que en ese momento fue la primera vez que fui honesto conmigo mismo desde hacía muchos años.

Poco después de eso recibí una nota del encargado del Grupo de A.A. en la prisión. Tenía una vaga idea de lo que era A.A., pero nada más. La nota me invitaba a asistir a las reuniones si yo pensaba que pudiera tener un problema con la bebida. El domingo siguiente asistí a mi primera reunión, y cuando salí de ese cuarto, pro primera vez en mi vida, tenía la mente abierta y un honesto deseo de dejar de beber.

Había aceptado otra vez a Dios como una vez lo había conocido, y una vez más le pedía su ayuda cada mañana cuando me despertaba, y le daba las gracias cada noche cuando me iba a la cama. Tenía otra vez conmigo a mi cariñosa segunda esposa, y también ella es ahora un miembro de A.A. El pasado febrero celebré mi primer Aniversario en A.A. Hoy, estoy viviendo en una prisión de mínima seguridad en una granja. He oído que me van a dar la libertad bajo palabra, y con la gracia de Dios, pronto estaré en casa con mi esposa y mi familia. Si no hubiera sido por el despertar espiritual que tuve esa noche en la celda de mi prisión, si no hubiera llegado otra vez a creer en un Poder mayor que yo mismo, ninguna de estas cosas que hoy tengo hubiera sido posible.
Jefferson City, Missouri.

EL TESTIMONIO DE UNA VIDA
Que "patas pa'arriba" es esta vida. Como un fariseo, solía agradecer a Dios que yo no era como los alcohólicos que conocía. Siempre traté de ser un sacerdote metafísico; esa era mi línea. (Alguien describió a un metafísico como una persona que entra a tientas en un cuarto para buscar un gato negro que no está ahí). En lugar de eso me convertí en un sacerdote alcohólico.

La progresión de la enfermedad, como catapultado me lanzó el espacio exterior. Un exceso de propulsor químico sobre-trabajó mi mecanismo sensorial; como la estropeada nave espacial Apolo 13, casi encallé en el lado oscuro de la luna. No podía manejar la fuerte de poder de emergencia; no era capaz de controlarla por mí mismo. Necesité la ayuda de una mano, de la reserva espiritual de un Poder Superior. Me sentí como un hombre en un túnel que no tiene salida al otro extremo, o como un chofer que usa lentes oscuros por la noche.

Hoy mi cerebro se ha clarificado con la gracia de la claridad. Soy algo más que arcilla, más que tierra. En la Liturgia de la Eucaristía, leo diariamente que El bendijo primero el pan, y entonces "El lo partió". Me probó con una aflicción personal, con una enfermedad. La cubierta de la semilla debe ser quebrada para que se abra a los nutrientes de la buena tierra y del tibio sol así debo yo perder mi viejo ser para crecer dentro de otro, debo de morir en mi anterior vida para dar lugar a un renacimiento en un nuevo futuro.

Algunas veces he fracasado, pero no soy un fracaso; he cometido errores pero no soy un error.
Esto, entonces, es el testimonio de una vida. Debo enmendar capítulos cruciales de una odisea interna, nunca escritos, nunca expresados. Un visión liberada de humos y espuma puede escoger ahora el contenido del siguiente capítulo para este mensajero humano al servicio de los demás. Debo dar para conservar, y nunca tomar algo en cambio.

Ahora puedo soñar. Después que cada uno de nosotros complete su tiempo aquí en la tierra, nos reuniremos otra vez alrededor de la Mesa del Señor en el Cielo. Nadie regresa demasiado tarde.
Worcester, Massachusetts.

UN CORAZON ABIERTO
Uno de esos raros momentos de luz interior me llegó un domingo por la tarde cuando estaba tratando de leer el periódico. Tenía una tremenda resaca después de beber sin interrupción. De pronto, unas palabras me golpearon: "El número de veces que ganes o pierdas no es lo importante. Lo que cuenta es el número de veces que tú lo intentes". Por varios años, había tratado que alguien me sustituyera en la resolución de mis problemas, pero no me había dado cuenta de ellos hasta ese momento de luz interior . . . "Que tú lo intentes". Fue regocijante. Ahora sabía que yo era un alcohólico y que cumplía con el único requisito para lograr ser miembro de A.A.: el deseo de dejar de beber.

Parecía que estaba viendo un muro desmoronarse delante de mí, un muro que me había separado del resto de las gentes, que nunca había sabido que existía hasta que lo vi desmoronarse. A pesar de que me consideraba amistoso y sociable, de pronto vi que nunca había tenido una verdadera amistad con nadie. No me sentí infeliz acerca de esta revelación, porque, ahora que mi actitud era diferente, podía recordar cosas que los miembros habían dicho en las reuniones de A.A. a las que había asistido aquí y allá durante tres años (una que otra vez), y que por primera vez tuvieron una total significación. Principalmente recordé y llegué a comprender las palabras "Mantén un corazón abierto".

Antes de este regalo de luz interior, yo no había sabido que mi corazón estuviera cerrado. Ahora ya lo sé, porque se abrió. Ahora puedo pedir y recibir ayuda, y espero que algún día tendré algo que dar. Me siento libre, lleno de luz, y bueno. Nunca volveré a poner obstáculos al amor si conservo abierto mi corazón.

La noche siguiente, fui a una reunión de A.A. con un corazón abierto y el deseo de estar sobrio, que para mí son los dos regalos mayores y más valiosos. Me convertí en parte de ese milagro torrente de vida conocido como la Comunidad de A.A. Verdaderos amigos, siempre dispuestos a ayudar, a aliviar a las tensiones que tengo en mi diario vivir conmigo mismo. Me ayudan no siempre, con una palmada en la espalda, y algunas veces con una advertencia (como "Tómalo con calma"), pero siempre con una actitud de compartimiento (no "haz esto", sino "yo haría eso").

Muchas percepciones espirituales me han llegado por medio de A.A. desde aquel extraño momento de la tarde de un domingo, pero ese fue el regalo que lo hizo todo posible. Cada día que trato de tener el deseo de estar sobrio y de recordar el mantener un corazón abierto, el amor y la ayuda fluyen dentro de mí. Esos regalos son ilimitados en A.A. y somos lo suficientemente afortunados de poder desearlos. Después de varios años, ese momento aún es vital, - el más vital de mi vida - y su efecto ha estado aumentando hasta incluir no A.A.'s, al igual que A.A.'s, dentro del mundo de los que intento ayudar.

No tuve que ver con la llegada de este regalo, así es que mi gratitud va más allá de lo que se puede expresar. No me llevó de regreso a la persona que era antes de beber o a mis días activos en la escuela dominical. Me dio una nueva vida, o más bien, la vida misma, porque yo había intentado el suicidio y había sido internado en hospitales mentales oficiales y privados. Tiene que haber sido espiritual; no fue ni intelectual ni físico; eso es seguro. Creo que fue Dios, tal como yo lo comprendo, trabajando por medio del amor y la comprensión disponible en A.A. Debo mantener mi corazón abierto. La alegría que puede llegar a un corazón abierto es ilimitada.
New York, New York.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario