CAPÍTULO 6DESPUÉS DEL RECORRIDO
Un duelo ha sido elaborado cuando la persona es capaz de pensar en el
fallecido sin el dolor intenso. Cuando es capaz de volver a invertir sus
emociones en la vida y en los vivos. Cuando puede adaptarse a nuevos roles.
Cuando aunque sea por un instante experimenta gratitud. Sin embargo aún en
ese momento queda algo más para los duelos. Una post-cicatrización El tiempo
después. He recorrido el camino de punta a punta ¿por qué falta algo? Porque el
que elabora no olvida la pérdida después de terminado el proceso de duelo.
Cuando llega el cumpleaños del que se
fue, o el aniversario de bodas, o el cumpleaños del nieto, o la Navidad, en
cada uno de esos momentos se revive la historia y la cicatriz enrojece apenas y
hasta vuelve a doler un poquito. Se trata de las "Reacciones de
aniversario" según los libros y que yo prefiero llamar "El recuerdo
de la cicatriz", porque todo sucede como si no fuera yo sino el recuerdo
de la cicatriz lo que me recuerda el pasado. Si bien es cierto que cada año las
cicatrices hablan en voz más tenue, a veces pasa mucho tiempo hasta que dejan
de recordarnos lo perdido. Supongo que hay algunas cicatrices más memoriosas
que duelen para siempre. ¿Cuánto dura un duelo normal? ¿Existe un tiempo normal
de duelo? Los libros dicen que sí y los pacientes dicen que no. Y yo he
aprendido a creerle a los pacientes. La verdad es que si existe un tiempo es
tan variable y está sujeto a tantas circunstancias que de todas maneras es
impredecible. Cada uno tiene sus propios tiempos.
Lo que sí creo es que existen tiempos
mínimos. Pensar que alguien puede terminar de elaborar el duelo de un ser
querido en menos de un año es difícil, si no mentiroso. ¿Y por qué digo menos
de una año caprichosamente? Porque en un año suceden la mayoría de las primeras
veces Y las primeras veces son siempre dolorosas y porque aunque suene estúpido
cada primera vez es la primera vez sin él o sin ella. El primer año suele ser
aunque nos pese un doloroso catálogo de estrenos de nuevos duelos. Y cada uno
de esos estrenos opera como un pequeño túnel del tiempo...por él uno vuelve una
y otra vez a la vivencia pasada. Aunque por suerte, cada vez sabe más del
camino de retorno. Casi siempre la segunda Navidad es menos dolorosa que la
primera. El primer mes es terrible, los primeros seis meses son muy difíciles,
el primer año es bastante complicado y después empieza a hacerse más suave. No
hay que olvidar que si he vivido casi toda mi vida reciente sabiendo que otro
existía, vivir el duelo de su ausencia implica empezar una nueva historia. Por
lo dicho (del síndrome de las primeras veces) yo diría que un duelo por la
muerte de un ser querido nunca podría durar menos de un año y posiblemente si
algo no lo interrumpe no dure mucho más allá de dos años y medio.
También creo que si después del primer
año uno sigue clavado en el lugar del primer día, quizás sea una buena idea
pedir ayuda. A veces es imprescindible que alguien me acompañe en el proceso
aunque más no sea para mostrarme por dónde está la salida del laberinto. Los
grupos de pares no aportan dato científico, ni funcionan bajo supervisión
terapéutica. No tienen intención profesional pero operan desde el maravilloso
lugar del cuento zen. Cheng-hu se encontraba perdido en el laberinto. De la
cámara principal salían cincuenta caminos distintos. Le había llevado una
semana explorar nueve de ellos. - A menos que tenga suerte -se dijo-, moriré
antes de encontrar el camino correcto. No terminaba de pensar esto cuando se
encontró con Shin-tzu. No se conocían pero Cheng creyó en Shin era la respuesta
a su ruego. - Que suerte que te encuentro –dijo Cheng- estoy perdido entre
tanto camino. Tú podrás decirme cuál conduce a la salida. - Yo también estoy
perdido -dijo Shin –Qué mala suerte -se quejó el primero-, encuentro a alguien
y no me sirve de nada - ¿Por qué dices que no te sirvo? –preguntó Shin -
Dijiste que estabas perdido.. -contestó Cheng, como si fuera obvio su
razonamiento - Me imagino que habrás recorrido algunos caminos sin poder salir.
Yo he recorrido por mi parte doce caminos que no conducen a ninguna parte,
juntos los dos sabemos mucho más del laberinto que antes de encontrarnos y eso
es indudablemente mejor que nada. Predecir cuánto tiempo nos tomará completar
el proceso de recuperación es difícil. Algunos podrán hacerlo en unos meses,
para otros se requerirán años. La cantidad de tiempo invertido, depende de
muchas variables que interfieren y crean distintos patrones. La intensidad de
apego al difunto (tipo de relación), intensidad del shock inicial,
presencia/ausencia de la aflicción anticipatoria (cuando la persona tiene
tiempo de afligirse previamente a la muerte del ser querido; por ej. en casos
de enfermedad crónica y muerte esperada), las características del superviviente
(personalidad propensa a la aflicción, o insegura, ansiosa con baja estima;
excesivos autorreproches; enfermedad mental previa, o incapacidad física;
duelos previos sin resolver, incapacidad para expresar sentimientos), crisis
concurrentes (problemas graves que se presenten simultáneamente), obligaciones
múltiples (crianza de los hijos, dificultades
económicas,etc.), disponibilidad de
apoyo social, características de la muerte (muerte súbita, muerte anticipada),
situación socioeconómica y religiosidad son algunos de los factores que
influyen en la duración del duelo. Así, es probable que todos nos recuperemos
en tiempos diferentes. Dice la gente que hace terapia sistémica que nuestra
vida opera como un sistema donde cada engranaje se relaciona con otros; si
sacamos un engranaje, por pequeño que sea, todo el sistema cambia. Los
pacientes que están de duelo dicen: "Nada es igual que antes" Y
tienen razón. Resituarse significa saber qué voy a hacer con la nueva situación
desde los lugares más espirituales y emocionales, y desde los lugares más banales
y materialistas.
Significa asumir que quizás tenga que
ocuparme también de manejar dinero, los bienes, las inversiones, que el otro
manejó con mi aval desinteresado, cómodo e incondicional durante toda nuestra
vida en común. Significa que tendré que ocuparme de la casa, de la familia, de
los trámites de sucesión y de mi nuevo proyecto de vida. Significa ocuparme de
cosas que no me gustan en un momento donde no tengo ganas. Es una tarea
horrible, pero la tengo que hacer mientras me ocupo como puedo del lugar que le
voy a dar a la imagen interiorizada de lo perdido.
Así que estos son los objetivos del
duelo: Elaborar Resituarse Reubicar Tres obstáculos que vencer, porque sin
hacer alguna de estas tareas terminaremos cargando un cadáver sobre la espalda
en un camino cuesta arriba. Rituales, empezar a soltar Indudablemente hay cosas
que ayudan al recorrido y otras que lo dificultan. Entre la que lo hacen más
fácil están los ritos. A lo largo de casi toda la vida fui un anti-ritualista.
Siempre los ritos me parecieron absurdos, sobre todo aquellos que rondaban la
muerte. La verdad es que la humanidad ha ido deshaciéndose de los ritos y
volviéndose cada vez más aprensiva respecto a la muerte. La muerte tiene entre
nosotros esta connotación tabú, lo prohibido y a la vez venerado de las cosas
de las que no se puede ni hablar ni tocar. No menos de tres o cuatro veces por
mes alguien llama al despacho para hacer una consulta del estilo de: "
Murió fulano (tío, suegra, ex esposo), ¿debe ir el hijo al funeral o no? "El
abuelo ha muerto, ¿se debe permitir a los chicos estar en el velatorio?
"La madre de los sobrinos ha muerto ¿qué hay que decirles a los niños?
Como si se dudara si conviene que los chicos sepan que la muerte es verdad.
Como si fuera conveniente mentirle una eternidad falsa para que no se entere
porque es muy chiquito y sufre. Lo que nosotros estamos produciendo al ocultar
la muerte a nuestros chicos no tiene nombre, no podemos llegar a medir las
consecuencias de sugerir que la inmortalidad es una posibilidad. Y esto tiene
que ver con el habernos alejado de los ritos. Los ritos están diseñados para el
aprendizaje y la adaptación del hombre a diferentes cosas. Entre ellas, para
que el individuo acepte la muerte y acepte la elaboración del duelo. Los ritos
tienen que
ver con la función de aceptar que el
muerto está muerto y con la legitimación de expresar públicamente el dolor, lo
cual, como vimos, es importantísimo para el proceso. Los ritos, aprendí, son
importantes. Un día un paciente me contó que iba al cementerio todos los
domingos. Ella visitaba la tumba de su marido muerto. Recuerdo que le
preguntaba (nada ingenuamente) "Doña Raquel, ¿hace falta que vaya todos lo
domingos?¿No puede dejar de ir alguna semana?. Ella me dijo: "No es que lo
contradiga, doctor, yo sé que Ud. me quiere ayudar, pero no funcionaría. Yo
quise hacer eso, antes de venir a verlo a Ud., traté de dejar de ir, pero si no
voy el domingo al cementerio, después me siento mal toda la semana". Me
puse serio y sentencié "Usted se siente mal cuando no va porque se siente
culpable". Raquel comprensivamente me dijo: "No, doctor,.qué me voy a
sentir culpable...mi marido hace dos años que murió, no me siento culpable.
Sabe qué pasa, yo voy ahí, me siento un rato, lloro, me quedo hablándole unos
minutos y después me voy. Fuera del domingo yo no lloro más en toda la semana.
Pero cuando dejo de ir, ando llorando por todos lados, El cementerio me da un
lugar y un espacio para llorar." A mí me impresionó, y me hizo entender
que estaba equivocado.
Designar un espacio, un momento y un
lugar para conectarse con el dolor funciona de verdad. Un rito que ordena y
protege.
Un rito que aporta un lugar serio y un
tiempo sincero donde expresar, para no tener que expresarlo en cualquier lugar
y en cualquier momento. esto es la historia. La historia de poder soltar.
Mientras lo tengo conmigo, lo tengo. Cuando no lo tengo, no lo tengo más. ¿Se
va a ir?...¿es su decisión?... está muy bien. ¿Se va a quedar?...¿es su
decisión?...está muy bien. Pero cuando esté conmigo a mí me gustaría que esté
conmigo. Esto es, intensamente, comprometidamente. Vivo mi relación con mis
amigos con toda la intensidad. Y si un día mis amigos se van, seguramente voy a
decirles "no quiero" y seguramente me van a decir "me voy a ir
igual"... y yo voy a soltar. Uno de mis mejores amigos en el mundo está
viviendo en Nueva York Y la verdad que fue muy dolorosa su partida. Han pasado
veinte años, nos vemos muy poco, hablamos de vez en cuando por teléfono, lo
sigo amando, quizás más que antes, pero ahora...lo puedo soltar...y saber que
está conmigo. Si pudiéramos ver esto, ver la continuidad en nosotros. Si
pudiéramos darnos cuenta de lo trascendentes que somos, quizás podríamos vivir
las pérdidas con otra mentalidad, desde otro lugar, con una nueva actitud, con
la curiosidad y la excitación que tiene frente a lo nuevo aquel que no le teme.
Si el camino no se recorre por completo porque el caminante decide quedarse en
algún lugar del recorrido, si se tarda más tiempo del razonable en llegar a
destino o si pierde el rumbo en un desvío hablamos de duelo patológico.
Continuará......
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