DUELO PATOLÓGICO
Cuando voluntaria o involuntariamente se
interrumpe el proceso de duelo normal, la herida nunca llega a cicatrizar.
El duelo patológico siempre se debe a
alguna de estas cuatro cosas:
* el proceso de duelo nunca empieza o
* se detiene morbosamente en alguna de
las etapas o
* progresa hasta alguna de ellas y
rebota infinitamente hacia alguna interior o
* se atasca intentando evitar una etapa
lo que determina diferentes tipos de
duelos enfermizos.
Algunos de ellos son:
El duelo ausente: Si
el que debe vivir el proceso se defiende tanto o sufre un shock tan grande que
no puede salir de la primera etapa
El duelo conflictivo: Cuando
el proceso está sirviendo para otra cosa, por ejemplo para no responsabilizarse
de la vida que le queda por vivir.
El duelo retrasado: Casi
siempre ligado a un conflicto interno emocional. Por ejemplo cuando los
sentimientos que tiene frente a esta muerte son tan ambivalentes que no sabe si
alegrarse o entristecerse.
El duelo desmedido: Cuando
la expresión emocional se desborda, a veces excediendo los límites de la
integridad propia o de terceros.
El duelo crónico: Cuando
el proceso se recicla infinitamente sin terminar nunca.
Algunos duelos patológicos resultan de
la combinación o alternancia de alguno de ellos.
Es necesario dejar establecido que lo
enfermizo no aparece POR el duelo sino CON el duelo y es siempre la expresión
de una patología previa, es decir hay algo que está complicado desde antes y
que sale a la luz con el proceso de duelo.
Todas las reacciones de mala adaptación
al duelo requieren una terapia compleja cuando coexisten con trastornos
psiquiátricos importantes.
Los trastornos más comunes asociados a
complicaciones en el proceso de duelo son:
* depresión grave
* abuso de drogas y alcohol
* trastornos psicosociales de
integración.* anormal relación con la pérdida
* ideas recurrentes de la propia muerte
* duración anormal de los síntomas
* ausencia de pena.
Dado que a veces el que está en la
situación no puede diagnosticar el desvío del camino adecuado habrá que
ocuparse de resolver la dificultad empezando por ayudar a quien padece esta
patología, por lo menos a darse cuenta de lo que pasa y a recibir ayuda profesional.
De hecho, las secuelas mencionadas
arriba revisten importancia y deben ser tratadas con enfoques psicoterapéuticos
y a veces con medicamentos.
¿Siempre la ausencia de duelo es
patológica?
"Cuando me divorcié estaba tan
satisfecha de haberme separado que no recuerdo haberme sentido de duelo"
"Después de que mi abuelo estuvo en
terapia intensiva casi un año, su muerte fue más una bendición que una
desgracia"
Frases como estas son usuales en un
consultorio psicoterapéutico sobre todo acompañadas de sentimientos de culpa.
Cuando sostienen esa culpa en el tiempo
se vuelven:
"LOS QUE SE SIENTEN MAL PORQUE NO
SE SIENTEN MAL"
Muchas veces en una separación no hay
duelo ostensible y en algunos casos no es una patología, porque el verdadero
duelo se hizo antes de la decisión final.
Lo mismo pasa con las agonías
prolongadas cuando lo que más se siente muchas veces es el cierre, porque el
proceso de duelo se va viviendo mientras el enfermos se muere.
Otra veces el enfermo sufre enormemente
y entonces, sin que medie ninguna distorsión en los que quedan, la muerte
combina el dolor de la pérdida con una cuota de doble alivio inevitable, alivio
por el final del sufrimiento que padecía el enfermo y también del propio dolor
al verlo sufrir.
En todos estos casos no se trata de
verdaderos duelos ausentes sino de duelos anticipados.
El camino del duelo es siempre el mismo,
cambian los tiempos, cambia la intensidad, cambia el acento en alguna de estas
facetas pero siempre hay un duelo frente a una pérdida. Si no lo hay y no lo
hubo anticipadamente, un mecanismo de defensa está bloqueando la conexión con
el dolor.
Es también bastante clásico recibir la
consulta de una madre que se lamenta de que su esposo no la acompaña en el
dolor de la muerte del hijo de ambos. La verdad es que debo admitir que los
hombres siempre estamos intentando defendernos del dolor como podamos y como la
sociedad nos avala la dedicación absoluta a nuestro rol de proveedores
incansables en general escapamos hacia el trabajo.
Al comienzo una defensa puede ser
aceptable; sin embargo si se mantiene reprimido demasiado tiempo, el dolor
tenderá a expresarse de otras formas: mal humor, reacciones violentas,
somatización, adicciones, etc.
En la otra punta de los que no se animan
a entrar están los que no se animan a salir.
Estos dolientes caminantes de las
lágrimas no están dispuestos a dejar ir la presencia ausente de lo que no está.
Como en muchos casos que no se permiten soltar lo pasado y asumir la sensación
de soledad que conlleva la pérdida.
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