¿Quiere usted aprender a orar?
Dígale a Dios lo que hay en su corazón, como quien descarga su propio corazón en una amiga.
Quienes no tienen secretos el uno para el otro, nunca necesitan temas para conversación, ni estar midiendo sus palabras, porque no tienen nada que ocultar ni tienen necesidad de buscar qué decir; hablan de la abundancia de su corazón.
Benditos aquellos y aquellas que alcanzan tan familiar y abierta comunicación con Dios.
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