Todos tenemos un “aguijón”; es decir, todos tenemos expresiones claras de nuestra debilidad que no nos dejan fluir en la presencia del Señor. Enfermedades, tendencias emocionales que no podemos controlar ni manejar adecuadamente, pecados que no hemos podido dejar de cometer… esos son nuestros propios agujones.
Pero, me llama la atención que Pablo, cuando le pide al Señor que le quite esa espina que le puya el corazón, el Señor le responda “¡Te basta mi gracia!“.
Su presencia, su amor, su estar en nosotros son suficientes. No necesitamos más. No tenemos por qué preocuparnos –desesperadamente- de más. Se trata de vivir en Él. De sumergirnos en Él y gozar su bendición. Por ello, en vez de maldecir, eliminar o soslayar nuestra debilidad debemos aceptarla y asumirla para que el poder de Dios se manifieste en ella.
No tenemos que escondernos por ser débiles, solo necesitamos aceptar la Gracia de Dios, y dejar que ella actúe: “Así que muy a gusto me gloriaré de mis debilidades, para que se aloje en mí el poder de Cristo”.
Aunque nos enseñaron a creernos perfectos, a esconder nuestros defectos, la propuesta de Pablo es aceptar lo que somos, y así dejamos que Dios actúe con su poder en nosotros; y con nuestras debilidades podremos ser plenos en el Señor.
¡Ojo! No se trata del acomodo de las debilidades y los pecados, se trata de ver el camino de la superación de estos que no pasa por el desprecio de lo que somos, sino por el aceptar que somos débiles, y así dejar que el Amor de Dios actúe en nosotros.
TAREA DEL DÍA:
Repite como jaculatoria: “Que en mí se aloje el poder de Cristo“.
Repite como jaculatoria: “Que en mí se aloje el poder de Cristo“.
P. Alberto Linero.
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