Muchas veces me pregunto por qué la gente no cree en Jesús, y muchas veces me respondo que nosotros sus discípulos tenemos algo de “culpa”, y ojo que te incluyo a ti que estás bautizado también.
Somos responsables de esa falta de fe porque no damos testimonio, porque no mostramos con acciones de plenitud en nuestra vida que vale la pena seguirlo, amarlo y tenerlo como Señor.
Por eso, hoy quiero decirte que aceptar a Jesús en nuestras vidas debe traer cambios importantes. No se trata sólo de “saber” unas cuantas verdades respecto a Él, sino de cambiar nuestro estilo de vida.
De hacer algo nuevo que no cabe en las estructuras viejas. Significa vivir con alegría interior.
Jesús (Lucas 5,33-39) se compara a sí mismo con el Novio y a nosotros, con los “amigos del Novio”. Estamos de fiesta. ¿Se nos nota? ¿Será que vivimos tristes, como si no hubiera venido todavía el Salvador? Significa también novedad radical. La fe en Cristo no nos pide hacer algunos pequeños cambios de fachada, hacer remiendos al traje viejo o aprovechar los odres viejos en que guardábamos el vino anterior.
La fe en Cristo pide traje nuevo y odres nuevos. Jesús rompe moldes. Lo que Pablo llama “revestirse de Cristo Jesús” no consiste en unos parches y unos cambios superficiales.
Los apóstoles, por ejemplo, tenían una formación religiosa propia del Antiguo Testamento, por eso les costó ir madurando en la nueva mentalidad de Jesús. Nosotros estamos rodeados de una ideología y una sensibilidad capitalista y antigua.
También tenemos que ir madurando: el vino nuevo de Jesús nos obliga a cambiar los odres. El vino nuevo implica actitudes nuevas, maneras de pensar propias de Jesús, que no coinciden con las de este mundo ni con ideas religiosas concebidas fanáticamente.
TAREA DEL DÍA:
¿Cómo están tus relaciones con los demás? ¿Ellos sienten la diferencia de tratar con un creyente cuando se relacionan contigo?
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