Transitando por el sendero
Undécimo Paso Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, tal como nosotros lo entendemos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para aceptarla.
Cuando se le pregunta a un alcohólico activo qué es lo que no funciona en su vida, busca la respuesta fuera de sí mismo.
No obtiene los ascensos que desea en su trabajo, su mujer es una regañona, sus hijos se han convertido en delincuentes, el dinero no alcanza para nada, su casa es muy pequeña.
Cuando se le pregunta qué cree él que podría mejorar su calidad de vida, una vez más propone cambios externos.
Tal vez debería divorciarse, encontrar una mujer que realmente lo comprendiera, cambiar de trabajo, mudarse a otro barrio.
Este hábito persistente de la externalización es una venda que le impide ver su propia relación con el alcohol.
La bebida, desde su punto de vista, es la medicina que hace tolerable un medio externo insoportable. Sin alcohol, no podría arreglárselas para vivir. Bebe tanto, según cree, porque su vida es muy difícil.
La recuperación supone, para muchos alcohólicos, un cambio total de esta actitud. En vez de buscar la raíz de sus problemas fuera de sí mismos aprenden a observar su propio comportamiento, sus propias actitudes. Y en vez de tratar de encontrar soluciones en los cambios superficiales del medio, se pide a los alcohólicos en recuperación que busquen auxilio a través de su comunicación con un Poder Superior.
Al principio, pedir a un alcohólico que contemple su interior es como pedir peras al olmo. Puede hacerlo, pero sólo durante breves instantes.
Sin embargo, según el tiempo pasa, esta tarea, por varias razones, es cada vez más fácil.
Primero, la mente del alcohólico comienza a ser más clara. Todos los procesos de pensamiento, entendimiento y control emocional mejoran, solamente porque ya no se los somete a la agresión del alcohol.
Segundo, la abstinencia interrumpe la afluencia de muchos de los problemas psicosociales que causa la bebida. Ahora es más fácil hacer frente al último arresto por conducir borracho porque ya no habrá otros. Los problemas dejan de acumularse.
Tercero, la realidad, por más duro que le resulte al alcohólico creerlo, es que una gran parte de su insatisfacción con la vida era el producto de la propia actitud del alcohólico. En realidad la vida nunca fue tan horrible excepto cuando la bebida la transformó en eso.
Conocimos a una mujer que nos contó su experiencia con su padrino de AA. Siempre que le explicaba un problema, obtenía la misma e invariable respuesta.
-Es una verdad como un templo –le decía– que la solución de todos nuestros problemas reside dentro de nosotros.
Eso era todo lo que le decía, sin explicaciones ni discusión.
-Espere un momento –gemía nuestra amiga–. He pasado por un fracaso matrimonial, mi jefe me acosa, lo que necesito son consejos prácticos y no sabiduría oriental. Dígame qué debo hacer para solucionar estos problemas.
Como toda respuesta, él solía sonreír con benevolencia.
–Es una verdad como un templo... –comenzaba otra vez.
–Ya lo sé, ya lo sé –contestaba nuestra amiga–. Bah, déjelo correr.
Al cabo de unos cinco años, jalonados por muchos problemas a los que seguía el mismo consejo, nuestra amiga experimentó finalmente el destello de la iluminación.
Había estado tratando de resolver varios problemas a través de un método habitual, que siempre le suponía muchísimas preocupaciones y la manipulación de personas y situaciones, cuando se le ocurrió. “Un momento”, se dijo, “yo ya sabía lo que tenía que hacer desde el principio. ¿Por qué no seguí adelante y lo hice? ¿Por qué primero me tuve que meter en todo este lío?”
Luego un segundo destello la alumbró.
Puede que éste sea mi problema, pensó. Siempre hago una montaña de un grano de arena. No me tomo las cosas como son, siempre me las compongo para llevarme mal con la gente.
Tal vez, continuaba, por eso me siento tan insatisfecha con mi vida. Tal vez yo soy el problema, es decir, mis expectativas, mi manera de tomar las cosas, y no la vida.
Comenzó a actuar con ese descubrimiento como guía, como si la solución de sus problemas residiera dentro de ella. Y, efectivamente, pudo resolver muchos de esta manera. Sabía que esto era así porque su vida comenzó a mejorar enseguida.
Parecía el final de una larga guerra entre la alcohólica y su propia vida.
Esto ilustra un tema importante del Undécimo Paso. La respuesta, si se quiere, a los problemas de la alcohólica estuvo siempre delante de sus ojos. Por eso su padrino insistía en repetirla una y otra vez, de la manera más simple posible, cada vez que la alcohólica le explicaba un problema.
En el Undécimo Paso, se aconseja al alcohólico en recuperación buscar a través de la oración y la meditación un contacto consciente con su Poder Superior. Esto se debe a que el recién descubierto PS no puede ayudarlo a menos que usted se ponga a su disposición.
Esto supone un tipo de escucha activa, a la cual, según indica el Paso, se llega mejor a través de la oración y la meditación.
Para muchos alcohólicos el Undécimo Paso también trae consigo otro aspecto de la recuperación largamente abandonado: la mejora de la calidad de vida. Esto no se refiere en general a ganar más dinero, conseguir una pareja más atractiva, o cualquier mejora de esa clase.
Significa hacer aquellas cosas que hacen la vida más valiosa y satisfactoria para usted.
Cosas como ser de utilidad para otras personas.
O sentirse en plena forma.
O aprender cosas nuevas.
Recuerde que es la calidad lo que cuenta, no la cantidad. No importa cuánto se posee sino qué satisfacciones le aporta.
Las razones son evidentes: si su vida es satisfactoria para usted, y ha aprendido a sentirse satisfecho consigo mismo, tanto como con aquellos que le rodean, sus posibilidades de reincidir son menores.
No nos olvidemos: es una verdad como un templo que las soluciones de muchos problemas residen dentro de nosotros.
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