miércoles, 31 de julio de 2019

12 Pasos Para Dejar Atrás El Alcohol (Parte 12)

El mensaje
Duodécimo Paso Habiendo experimentado un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros actos.

En AA se cuenta el caso del recién llegado que se acerca a su padrino para pedirle que le ayude a comprender el Duodécimo Paso.
–Entiendo la parte que habla de llevar el mensaje y practicar los principios –explicó el recién llegado–. Pero no estoy muy convencido de haber experimentado un “despertar espiritual”, es decir, eso suena como que Dios te habla o que se te aparece un signo celestial, y nada de eso me ha pasado.
–Mire –le dijo su padrino–. Hace seis meses su vida era un completo desastre, ¿verdad?
–Verdad –concedió el recién llegado.
–Y usted estuvo a punto de perder su empleo, su mujer había visitado un abogado, y el juez estaba por sentenciarlo a noventa días por conducir en estado de ebriedad, ¿verdad?
–Sí, todo eso es cierto –dijo el recién llegado.
–Y luego usted ingresó en AA –continuó el padrino–, dejó de beber y todas esas dificultades comienzan a solucionarse, ¿verdad?
–Claro que sí
–Pues bien –dijo el padrino–. Para un bebedor como usted, eso es un despertar espiritual.
Observemos lo que sucede en la vida de un alcohólico que llega finalmente a la etapa que llamamos de la “sobriedad”.

Antes 
Normalmente ebrio
A menudo enfermo
Enfadado, agresivo, deprimido
Escaso discernimiento
Muchos conflictos personales
Quiere que los demás cambien
Casi nunca contento
Clínicamente en peligro

Ahora
Sobrio
Normalmente bien
Más tranquilo, menos defensivo
Decisiones juiciosas
Se lleva mejor con los demás
Procura cambiar él
A veces francamente feliz
Recupera su salud

Bien, tal vez lo que hemos descrito no constituye una señal de Dios pero sin duda debe de tener algo que ver con ella.
La dificultad de tratar el alcoholismo, como otras enfermedades crónicas o incurables, no reside tanto en comenzar la recuperación sino en mantenerla. El duodécimo Paso sugiere que la mejor manera de aprender es enseñar.
¿Y quién mejor para aprender que otros que sufren esta misma enfermedad? ¿Quién sino ellos se pueden beneficiar de la experiencia y conocimiento que usted les puede aportar? No fue sino de este modo en que la idea de “llevar el mensaje” nació y se transformó en parte de la estructura de AA.
Algunos cronistas de AA creen que la mayor contribución de Bill Wilson al nacimiento de AA fue su comprensión de que si un alcohólico dedicaba tiempo y energía para ayudar a otro a dejar la bebida, luego ese “ayudante” podría dominar la situación aún si el “ayudado” se emborrachaba, ya que él mismo había sido capaz de hacerlo pasando un día más sin probar alcohol. Se trata de una simple y profunda intuición.
Llevando a otros el mensaje de sobriedad, el alcohólico también se lo lleva a sí mismo.
En cuanto a esto, el Duodécimo Paso está curiosamente ligado al Primero. Al ofrecer su ayuda al alcohólico sufriente, el miembro de AA se enfrenta con sus propias experiencias pasadas de impotencia y debilidad, y debe recordar las dolorosas circunstancias que lo llevaron a AA.
Esta es una experiencia crítica ya que es muy humano olvidar una experiencia desagradable tan pronto como se puede.
Imagínese como paciente en una sala de deshabituación al alcohol en un hospital. Padece unos temblores tan intensos que no puede sostener una taza de café. Cree que su estómago dará un brinco hasta la garganta y cada músculo del cuerpo le atormenta. Casi no es capaz de ir por sus propios pies al lavabo.
En medio de este sufrimiento se hace una promesa. “Jamás olvidaré esto, jura. Jamás olvidaré lo mal que me siento. Si alguna vez siento la tentación de beber, este recuerdo me detendrá.”
Al cabo de tres meses, ya repuesto, se sienta en un bar acompañado de un amigo y reflexiona sobre la copa que acaba de pedir.
–¿No será mejor que no la bebas? –Le preguntá su amigo–. Recuerda lo que dijiste cuando te dieron de alta en el hospital.
–Ya lo sé –responde–. Pero no he bebido durante bastante tiempo y ya no estoy tan enfermo. Además tampoco estaba tan mal y el alcohol no me dominaba.
Pasan tres meses más y a pesar de todos sus esfuerzos, está otra vez en el hospital haciéndose la misma promesa.
Esta es la paradoja del alcoholismo, y también de las enfermedades crónicas como las cardíacas, la diabetes y el enfisema.
Cuando está bajo control, el alcohólico ha dejado de beber, el diabético utiliza la insulina, el enfisémico respira con facilidad, es difícil recordar lo mal que uno lo pasaba cuando no estaba en tratamiento.
El Programa de los Doce Pasos prevé esta posibilidad sugiriéndole que recuerde la gravedad de su dolencia a través del sencillo procedimiento de recordársela a otros.
En realidad la parte más positiva de los Doce Pasos se encuentra en las últimas palabras del Paso final.
Estas son: “...y de practicar estos principios en todos nuestros actos”.
Resumiendo, utilizar las ideas expuestas en los Pasos no sólo con relación al alcoholismo sino con relación a todo lo que se haga.
Esto refleja el verdadero origen del Programa de Pasos de AA el cual fue adaptado del Oxford Movement. Este era un grupo de personas de todas las esferas sociales que un día decidieron vivir de una manera más saludable y satisfactoria.
No estaban motivados por los estragos que causa el alcohol sino que sólo se propusieron ser mejores personas.
Evidentemente los Pasos pueden ser empleados en casi todos los aspectos de la vida observando los conceptos que subyacen en cada Paso.

PRIMER PASO: Admito que existen grandes sectores de la vida, tales como enfermedad, muerte, el comportamiento de otras personas, sobre los cuales no tengo ningún control. Cuando trato de hacer lo que no puedo me siento abatido y demasiado débil para controlar mi vida.

SEGUNDO PASO: Por doloroso que pueda resultar reconocerlo necesito de alguien o algo exterior a mí mismo que me enseñe cómo vivir mejor y que me dé energía para cambiar.

TERCER PASO: Como he encontrado algo que actúa como Poder Superior haré todo lo necesario para entregarme a él en vez de continuar confiando exclusivamente en mí mismo.

CUARTO PASO: Preparándome para cambiar mi manera de vivir haré un sincero examen de mis propias fuerzas y debilidades de manera que mis actos se basen en el autoconocimiento.

QUINTO PASO: En vez de disimular ante los demás mis debilidades, compartiré lo que he aprendido de mí con aquellos por los que siento cariño.

SEXTO PASO: Adoptaré una actitud de buena disposición para los cambios que persigo. Acepto la necesidad de cambiar mis actitudes y opiniones si voy a vivir una vida más satisfactoria.

SÉPTIMO PASO: comenzaré a cambiar mis actitudes, principios y comportamiento demandando el auxilio de mi Poder Superior y de otros en quienes confío.

OCTAVO PASO: Reconozco que mi comportamiento puede haber herido a otros además de a mí mismo y he decidido reparar los daños.
NOVENO PASO: Haré todas las reparaciones posibles a menos que provoquen más daño que beneficio.
DÉCIMO PASO: Estudiaré con cuidado mis pensamientos en busca de las actitudes que puedan amenazar mi salud y mi dicha, y no haré nada por ocultar mis dificultades a aquellos que pueden ayudarme.
UNDÉCIMO PASO: Trataré, por todos los medios, de mejorar la calidad de mi vida, de manera que sea más plena, feliz y productiva.

DUODÉCIMO PASO: Tal como he aprendido a aceptarme y aceptar a los demás trataré de llevar este conocimiento a aquellos que lo necesiten y miraré de aplicar esta nueva perspectiva a cada aspecto de mi vida.

Sabemos de algunos psicólogos que llamarían a esto proyecto de salud mental.
Por lo tanto es útil recordar que los Pasos no se proponen sólo ayudarlo a abandonar la bebida. También lo pueden ayudar a vivir sin la bebida, algo que algunas personas no comprenden.
Un psicoanalista que conocemos nos envió un paciente a nuestra consulta. Esta persona había estado en terapia durante cinco años, y había dejado de beber hacía un año por las razones habituales, amenaza de divorcio, pérdida de empleo y cosas semejantes. Acudió a AA durante tres meses, apenas dejó de beber pero dejó de asistir tan pronto como dejó de sentirse ansioso por el alcohol. Desafortunadamente un sentimiento casi constante de frustración e insatisfacción con la vida, y especialmente con su propio lugar en ella, no le abandonaba.

Le sugerimos que volviera a AA.
–¿Para qué? –respondió–. He dejado de beber. ¿Qué sentido tiene ir a AA si no bebo?
–¿Pudo reparar en la cantidad de gente que asiste a esas reuniones? –le preguntamos.
–Claro que sí –nos dijo.
–¿Bebía alguno de ellos?
–No –admitió.
–Entonces, ¿por qué cree que acuden a las reuniones?
Le dejamos reflexionando sobre esto.
A pesar de que hay muchos alcohólicos que ingresan en AA y se recuperan, todavía existe una tendencia entre algunos observadores de fijarse sólo en aquellos que fracasan en la recuperación.
Es este fenómeno, en combinación con el concepto erróneo de que el alcoholismo por alguna razón no es una enfermedad, el que ha estigmatizado injustamente al alcohólico entre otras víctimas de enfermedades crónicas.
El hecho es que desde un punto de vista clínico, el alcoholismo no es más difícil de tratar que la diabetes, el enfisema, o las enfermedades cardíacas, y la proporción de recaídas entre alcohólicos puede ser en realidad más baja que entre los pacientes de esas otras enfermedades.
Creemos que algún día veremos los principios y la estructura de AA, incluyendo el Programa de los Doce Pasos, adaptados al tratamiento de tales enfermedades. Nuestro criterio es que una relación de autoayuda para enfermos cardíacos podría ser de gran utilidad no sólo a esos pacientes sino también a los médicos que los atienden.
La dificultad con la que se enfrenta la medicina es muy clara y es tan antigua como el mundo. Cuando no podemos curar una enfermedad, nuestra única esperanza reside en enseñar al paciente a vivir lo mejor que pueda con ella.
El término médico que designa esto es “colaboración del paciente”, como se podría encontrar en la frase “el pronóstico es bastante bueno, dependiendo de la colaboración del paciente con el tratamiento”.
Este es el aspecto médico de enfermedades crónicas sobre el que no tenemos ningún control.
Sí, el medicamento ayudará, si el paciente lo toma.
Sí, la gimnasia facilitará la respiración, si el paciente la pone en práctica.
Sí, la disminución del estrés y los ejercicios habituales reducirán las posibilidades de nuevo ataque cardíaco, siempre y cuando el paciente no retome sus actividades anteriores.
En el pasado los médicos podían hacer muy poco más que dar algunos consejos a sus pacientes sobre lo que debían hacer y prevenirlos contra las consecuencias si no seguían sus instrucciones.
A veces esto funciona, pero lo cierto es que muy a menudo no tiene ningún efecto. Esta es la causa por la cual muchas personas sufren otro ataque cardíaco. Esta es la causa por la cual muchos alcohólicos vuelven a la bebida.
Si nos dejan hacer lo que queremos, nos inclinaremos a hacer aquello que siempre hemos hecho.
Es casi como si existiera una especie de “dejarnos hacer” que lucha contra nosotros cuando debemos cambiar. Es como si esta inercia nos empujara en la misma dirección que la que habíamos estado siguiendo, incluso si en eso se nos fuera la vida.
AA descubrió que aquello que los alcohólicos no podían hacer por ellos mismos, podían hacerlo si trabajaban juntos. Una enfermedad que se resistía a todos los esfuerzos individuales podía ser controlada dentro de un contexto de camaradería y con un sencillo programa de recuperación.
Y eso funcionó y creció hasta llegar a ser lo que conocemos como los Doce Pasos.

Y esto, más que cualquier cosa, es el regalo de AA a la humanidad.

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