Los
cuatro divorcios
Una mujer
cuenta que ella se ha divorciado ya en 4 veces tratando cada vez de buscar la
verdadera felicidad, y que después del cuarto marido se ha venido a dar cuenta
de que solamente fue relativamente feliz con su primer esposo. Y que su gran
equivocación fue dejar una relativa felicidad ya conocida por una muy insegura
felicidad desconocida, olvidando lo que decían nuestros tatarabuelos: "más
vale lo defectuoso ya conocido que lo menos defectuoso por conocer". Y le
sucedió lo que dice el epitafio aquel difunto: "aquí yace uno que estaba
bien, pero quiso estar mejor". Y es que muchas veces lo que en verdad Nos
amarga más no son las circunstancias dificultosas de la vida sino los juicios
amargos y pesimistas que hacemos acerca de lo que nos sucede.
Recordemos
lo de las moscas que cayeron en la leche:
Cuenta un
campesino que dos moscas se cayeron entre una jarra de leche. La 1 era
pesimista llena de tristeza, se puso a quejarse de su mala suerte y quejándose
murió ahogada entre el blanco líquido. La otra era optimista y se dijo:
"mi vida no la vendo barata a nadie. Si me ahogo, me ahogare pataleando,
tratando de sobresalir". Es tanto pataleo que forma una nata en la leche y
tranquilamente se sentó sobre la nata a descansar y a sobrevivir idea y
emprendió otra vez su alegre vuelo. Es que las dificultades solamente ahogan a
quienes se encuentran sin entusiasmo.
Más
felices siente una pobre ancianita tomándose con alegría y resignación una taza
de chocolate en un asilo de Caridad, qué Miss Universo celebrando un banquete
en el hotel más elegante del mundo sino se siente contenta de lo que es Y de lo
que le sucede. La felicidad no depende tanto de las circunstancias que nos
rodean sino más que todo del modo como aceptemos y llevemos nuestra vida. La
felicidad no depende tanto de las circunstancias que nos rodean sino más que
todo del modo como aceptemos y llevemos nuestra vida. Por eso decía un
filósofo: "ninguna otra herencia es quizás más valiosa para ser feliz que
la de saber enfrentar la vida con alegría, paciencia y optimismo".
La
autocompasión es un pecado. Dicen que pecar, es decir, o hacer, o pensar algo que disgusta a Dios o
que nos hace daño a nosotros mismos. Y esto de andar sintiéndose la
lástima y echando a otros la culpa de lo que no sucede, es una actitud mental
tan dañosa para nosotros mismos que no puede menos que disgustar a Dios, y por
tanto, la podemos llamar pecado.
Hay
personas que no se atreverían a robarle la cartera a otro a cometer una grave
falta de impureza o a inventar una gran mentira, pero que viven tranquilamente
cometiendo este pecado de auto compadecerse y de vivir echando a otros la culpa
de lo malo que les sucede.
El vivir
sintiendo se lastima y dándose cada día un sincero pésame por tener una vida
tan desdichada, es olvidar aquella famosa frase del libro Santo: "todo
sucede para el bien de los que aman a Dios". No dice la Biblia que todo lo
que sucede es agradable o placentero, sino que contribuye al mayor bien de los
que aman al señor. Y aquí está la gran diferencia. No nos agradan muchos
sucesos de la vida, pero han sido permitidos por Dios para nuestro bien, Y
entonces aquí se halla nuestro pecado cuando nos rebelamos Y nos sentimos
"víctimas" y nos dedicamos auto compadecernos: nos rebelamos y No
aceptamos lo que Dios permite para nuestro mayor bien, y nos dedicamos a
sentirnos unas pobres Víctimas de la injusticia de los demás y de la vergüenza
divina. ¡Tremenda equivocación!