martes, 28 de noviembre de 2017

Deja Ir La Perfección

A medida que viajo a través de la recuperación, mas y mas aprendo que al aceptarme a mi mismo y a mis idiosincrasias -riéndome de mi forma de ser- me hace adelantar mucho mas que estarme fastidiando yo solo y tratando de ser perfecto. Quizá, en realidad, únicamente se trate de eso, de la autoaceptacion absolutamente amorosa, jubilosa que nutre. 
(Anónimo).

Deja de esperar la perfección de ti mismo y de quienes te rodean.
Nos hacemos una cosa terrible, enojosa a nosotros mismos y a los demás cuando esperamos la perfección. Provocamos una situación en la que los demás, incluyéndonos a nosotros mismos, no se sienten a gusto con nosotros. A veces, esperar la perfección pone a la gente tan tensa que ella y nosotros cometemos entonces más errores de lo normal por estar tan nerviosos y tan concentrados en los errores.
Eso no significa que permitimos conductas inadecuadas con el pretexto de que “nadie es perfecto”. 

Eso no significa que no tengamos límites y expectativas razonables de la gente y de nosotros mismos.
Pero nuestras expectativas deben ser razonables. Esperar la perfección no es razonable.
La gente comete errores. Cuanto menos ansiosa, intimidada y reprimida esté por las expectativas de ser perfecta, mejor se desempeñará.
Luchar por la excelencia, la pureza en la creatividad, un desempeño armonioso y lo mejor que podemos ofrecer son cosas que no ocurren en la atmósfera frustrante, negativa, provocadora de miedo que se da cuando se espera la perfección.
Ten límites y fíjalos. Ten expectativas razonables. Esfuérzate por dar lo mejor de ti mismo. Alienta a los demás a hacer lo mismo. Pero sabe que nosotros y los demás cometeremos errores. Sabe que nosotros y los demás tendremos experiencias de aprendizaje, cosas que superar.
A veces, nuestras fallas e imperfecciones determinan nuestra calidad de únicos, como sucede en una obra de arte. Saboréemoslas. Riámonos de ellas. Admitámoslas y admitámonos a nosotros mismos.
Alentemos a los demás y a nosotros mismos a hacer las cosas lo mejor que podamos. Amémonos y nutrámonos a nosotros mismos y a los demás por ser lo que somos. Y luego démonos cuenta de que no somos meramente humanos, que fuimos creados con la intención de ser humanos.

“Hoy, Dios mío, ayúdame a dejar ir mi necesidad de ser perfecto, de insistir irracionalmente en que los otros sean perfectos. No usaré esto para tolerar el abuso ni el maltrato, sino para lograr tener expectativas adecuadas, equilibradas. Estoy creando una atmósfera sana de amor, de aceptación y de nutrimento a mi alrededor y en mi interior. Confío en que esta actitud hará que surja lo mejor de la gente y de mí”.