No podemos permitir que en nuestro diario vivir nos gane el miedo.
Es normal que lo sintamos en situaciones extremas, eso no tiene ningún problema.
El lío reside en el hecho de que muchas veces nos dejamos gobernar por ese miedo y permitimos que determine nuestra vida, de tal modo que dejamos de arriesgarnos o de luchar, sencillamente, porque sentimos que no hay nada que hacer.
El que no lucha, de antemano ya perdió.
Si no somos capaces de ponernos los guantes y golpear a las dificultades por miedo a lo que nos puedan hacer, seguramente, ellas aprovecharán la ventaja y nos golpearán a nosotros.
El miedo paraliza, y lo último que necesita un creyente es vivir paralizado.
Insisto en que es normal sentir miedo, eso hace parte de nuestra humanidad, pero es necesario también entender que frente al miedo no hay posibilidad de darle el control de las situaciones que vivimos.
Conozco mucha gente con talentos invaluables que por miedo a arriesgar nunca triunfaron ni salieron adelante.
Quiero invitarte a perder los miedos que puedas enfrentar en tu vida, a vivir arriesgando, a vivir confiando en que no caminas solo y que las equivocaciones no son más que oportunidades para crecer.
Deja a un lado el temor y decídete a vivir con la confianza puesta en ti y en Dios, Él te ha creado con capacidades, con talentos para salir siempre adelante.
Que en esta época de Cuaresma el propósito sea vencer el miedo. Para ello cuentas con el Dios que nos dice: “no temas”.
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