Harta que mi suegra malcriara a mis hijos, por fin le escribí lo que nunca le dije.
Siempre te robaste mi encanto, les dabas todo lo que querían. Desde una segunda porción de postre hasta dinero para el camión de helados, jamás les dijiste no cuando te pedían algo.
Siempre me esforcé en mostrarte aprecio y respeto mientras intentaba que no convirtieras a mis hijos en malcriados egoístas que no sabían esperar un turno o compartir porque siempre cumplías sus deseos apenas abrían la boca.
Los mecías aún después de que ya estaban dormidos, ¿no entendías que necesitaba que aprendieran a dormirse solos? Al primer ruido corrías a verlos, ¿cómo podrían aprender a calmarse solos?.
Y las tardes contigo, ¡las amaban! Preparabas la comida favorita de cada uno, y siempre les tenías un caramelo o un premio especial sorpresa. Creí que ellos deberían amarte por lo que eras, no asociarte con dulces o regalos; pero nunca escuchabas cuando intentaba decírtelo.
Se supone que las abuelas son para malcriar a los nietos y luego mandarlos a casa, pero tú eras ridícula.
Hasta que un día te fuiste.
Tuve que explicarles que su abuela había muerto. Se suponía que estarías con ellos en los momentos especiales, pero te fuiste demasiado pronto y ellos no estaban listos para decir adiós.
Tu cocina, los regalos y dulces. Tu presencia. Durante estos años que pasé intentando que no los malcriaras jamás pensé en cuanto los amabas. Tu amor de abuela no conocía límites. Recordabas todos los detalles, tu corazón derramaba amor y tus brazos fueron incansables.
Estaba tan equivocada al percibir tu generosidad.
Mis hijos, ahora adolescentes te extrañan profundamente, no a tus dulces o regalos, te extrañan a ti. Extrañan correr a recibirte en la puerta; extrañan verte como la más grande admiradora en las gradas; extrañan hablar contigo y escuchar tus palabras de amor, sabiduría y ánimo.
Si pudiera hablar contigo una última vez te diría que cada que un momento precioso me roba el corazón, cada que los veo alcanzar sus metas, y cuando me sorprendo con sus talentos o triunfos, pienso en ti. Y que deseo que estuvieras con ellos de vuelta.
Regresa y ámalos como nadie en el mundo los ama. Recompensarlos por sus más pequeños logros con tus dulces y regalos. Prepara sus comidas favoritas y llévalos a dónde quieran ir. Tan sólo porque los amas.
Regresa y ve cuánto han crecido, se han convertido en su propia versión de un hombre joven. Conmuévete conmigo mientras vemos como la familia, los amigos, el tiempo y el amor los moldearon en tan hermosos seres humanos.
Y cuanto más deseo que regreses, más me doy cuenta que jamás te has ido.
Ahora entiendo y se que los amaste con todo tu ser. Sé que ser su abuela te dio alegría y propósito. Claro que no puedes regresar, pero tu amor siempre permanecerá; un amor que los cimentó y protegió de maneras inimaginables. Tu amor por ellos es parte de lo que son y de lo que serán.
Por esto, por cada premio y regalo, por cada vez que los meciste demasiado, los consolaste o dejaste quedar despiertos hasta tarde, por esto yo siempre te estaré agradecida y desearé un millón de veces que pudieras hacerlo de nuevo.
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