viernes, 20 de abril de 2018

Cuando Mamá Lastima - Indefenso


Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú.
Lewis B. Smedes

 Ella no supo y nunca hizo nada, se limito a decir que esas cosas no pasaban bajo el techo de su casa y todo lo redujo a historias fantasiosas que su hijo invento. Dejó que la vida pasará sin Buscar culpables, sin reclamar justicia alguna. Y yo crecí sintiéndome culpable de un acto que otro cometió. Cuando uno es niño y se le educa para obedecer, no se tiene voz propia y se es indefenso. Así me he sentido siempre, indefenso frente a la vida. Mi nombre es Alejandro y e sido víctima de abuso sexual infantil. El hermano de mi madre me violó cuando tenía 7 años. Se lo dije y ella no me creyó. Su hermano era la personificación de un ser intachable, y yo sólo era un niño. Decidió ignorar mi testimonio y se inclino por la versión de que yo era un niño fastidioso, y que aquello era un producto de mi imaginación. Me pidió que no le dijera nada a nadie y entonces me quedé callado y comencé a tener pesadillas y A sentirme tremendamente solo.
Mi madre proviene de una familia tradicionalista que le rinde culto a la apariencia. Sus padres La educaron para ser exitosa y formar una familia cimentada sobre las más rígidas normas morales. Fue la hija mayor de 4 Hermanos. Dos hombres y dos mujeres. Primero nació mi madre Rocío, después después la tía Rita, enseguida del tío Alfonso, Y por último el desgraciado del tío Horacio. Fueron educados en colegios católicos y clubes deportivos. Los cuatro se hicieron diestros en el tenis, deporte que siempre práctico mi abuelo Fernando. La abuela Teresa consagró su vida vigilar a sus vástagos, a mantenerlos apegados a la vida decente y a los buenos modales. Mi madre estudió mercadotecnia y ha trabajado para grandes firmas mercantiles del país. Ácido Orgullo y ejemplo para sus hermanos. Conoció a mi padre Fabricio, durante una cena en casa de unos Compadres de mis abuelos. Procedentes de entorno semejantes, les fue fácil congeniar y enamorarse. Mi padre era gerente de una empresa Automotriz y su carrera iba en ascenso. Un futuro prometedor era su destino y con la bendición de sus familias se casaron un 9 de mayo en la iglesia de San Esteban, la más ostentosa de la región.
Mis padres se dedicaron a trabajar y a cosechar éxitos en sus carreras. Comprar una gran casa en un fraccionamiento privado de la ciudad. Con alberca y amplios jardines rodeados de altos Pinos. Mi madre la de coro cuidando cada detalle. Eran la pareja ejemplar, el modelo a seguir y el maravilloso cuadro se completó con la llegada de mi hermana mayor, Viviana, Quién hizo que mi madre renunciara por unos años a su trabajo para quedarse a cuidar la los primeros tres años de vida. La familia perfecta. El retorno de mi madre a sus labores profesionales se atrasó con la noticia de otro embarazo. El día de mi nacimiento, mi madre se ligó las trompas de falopio porque Consideró que ya tenía la parejita y un tercer hijo no le interesaba. Ella tenía suspendido sus sueños profesionales desde el nacimiento de Viviana, Así que le pareció justo cerrar la fábrica de bebés para regresar a realizar sus metas. Apenas cumplí 2 años, y ya encontró una oportunidad en una agencia de créditos hipotecarios y retomó el ejercicio de su profesión. Viviana y yo nos quedamos a cargo de lanas Y en vez en cuando de las abuelas que las apoyan como chofer o nos preparaban comida en sus ausencias. Mi madre era una mujer muy hermosa, degrassi el caminar y caderas cadenciosas. Se vestía con ropa de marca y cuidaba cada detalle de su arreglo personal. La recuerdo siempre a la moda, sofisticada y segura. Dispuesta a conquistar al mundo. Mi padre la hidro la traba. Él se había forjado una exitosa carrera en el ramo Automotriz y viajaba mucho al extranjero. Regresaba cargado de regalos para Viviana y para mí. Recuerdo los primeros años de mi vida con nostalgia, fueron buenos momentos, correteando el gato por el jardín o atrapan insectos que metió en frascos de cristal que guardaba en una caja etiquetando los con el nombre científico de cada uno. A pesar de las ausencias de mis padres nos disfrutaba cuando estábamos todos juntos. Me gustaban las noches de los sábados en que mi padre llegaba la casa con películas de vaqueros que veníamos tirado sobre el salón comiendo palomitas. Nos enviaron a escuelas privadas en donde la disciplina y el temor a Dios eran el ingrediente cotidiano. Los abuelos maternos nos visitaban con más frecuencia que los paternos. La abuela Teresa se quedaba por dos o tres días en el cuarto de visitas y nosotros éramos felices con su presencia porque nos preparaba pasteles de zarzamora con queso que mi hermana y yo Dévorabamos en un santiamén. Todo parecía perfecto, sin mayores tragedias que las típicas discusiones de parejas que luchan por el control de la televisión o por los gastos de la casa. Mis padres siempre superaban sus desacuerdos con abrazos y todos éramos felices rodeados de ese cariño.
Sin embargo, un día mi padre cayó enfermo y el diagnóstico fue fulminante. Cáncer en los huesos. En pocos meses perdió la mitad de su peso y su trabajo. Le dieron una buena indemnización en la empresa y conservó su seguro de gastos médicos. Pasaba la mayor parte del tiempo en su alcoba, con las ventanas cerradas y las cortinas corridas, en la penumbra. Mi madre seguía trabajando con más ahínco que nunca y no suplicaba vivienda y a mí que no importa nada más a mi papá con ruidos ni con nuestras demandas. Qué estaba enfermo y lo teníamos que dejar descansar. Fueron tiempos de mucho Silencio en la casa, dejamos de escuchar música y de ver películas. Nos limita vamos a asistir a la escuela y encerrarnos a nuestras habitaciones después de comer para hacer nuestros deberes. Fue un tiempo de abandono para mi hermana y para mí, porqué dejamos de jugar para no hacer ruido y dejamos de charlar entre nosotros para no molestar. Obediente seguimos las instrucciones de mi madre al pie de la letra y nos hicimos silencioso se inventamos un lenguaje de señas para comunicarnos entre nosotros sin hacer ruido. La convalecencia de mi padre se hizo muy larga, se sometió a tratamientos experimentales Y tomó todas las pócimas que le recomendaban buscando la cura para su mal. Fueron meses que se hicieron años, en los que tuvimos un padre medio vivo, medio muerto, existiendo en la penumbra y al que no podíamos acercarnos con frecuencia.
Entonces llegó el tío Horacio a vivir a la casa. Se había ido varios años a radicar a España. El abuelo había enviado a ese país a estudiar arquitectura y se quedó a trabajar varios años allá para una firma portuguesa. Las cosas no le salieron como esperaba y se regresó a México. Hola abuela se le ocurrió que era buena idea que se fuera a vivir con nosotros Para apoyar a mi madre en esos momentos difíciles. Era el único soltero, la tía Rita ya se había casado hace años y vivía en otra ciudad. El tío Alfonso era el brazo derecho de mi abuelo en los negocios y construye una casa en el mismo fraccionamiento en el que estaba la casa de los abuelos, donde vivía con su esposa y dos hijos.
A pesar de la tragedia de la enfermedad de mi padre, seguíamos siendo una familia ejemplar, trabajadora, exitosa y con un lugar privilegiado en la sociedad. Con un maquillaje impecable y discreto y ropas finas, mi madre disfrazaba sus angustias y su dolor y ante todos los demás será la mujer talentosa y productiva que cargaba sobre sus hombros de enfermedad de su buen marido. El dinero no era problema, durante ese tiempo a mi madre le fue muy bien en su trabajo y tanto sus padres como los padres de mi papá no dejaron de ayudarla en lo que necesitará al paso. La enfermedad de mi padre se convirtió en el centro de nuestra vida y alrededor gira vamos todos esperando un milagro.
El tio Horacio consiguió un trabajo en un reconocido despacho de arquitectos, ayudado por las relaciones de mi madre, y se acomodó a sus anchas en una de las habitaciones de la planta superior de nuestra casa. Mi madre le vivía agradecida por tener un hombre en la casa que le brindará apoyo era algo que necesitaba y quién mejor que su hermano menor para hacerlo. Era alto y fornido, con ojos chiquitos en marcados por unas espesas cejas que recordaban con unas tijeritas cada mañana frente al espejo después de ducharse. Se vestía con trajes de colores claros Y usaba mocasines de piel suave sin calcetines. Siempre Tuvo más inclinación por mí que por mi hermana Viviana. Me decía que jugar con niñas no le gustaba, que entre hombres nos entendíamos mejor. Me llevaba al cine los viernes por la tarde y me compraba paletas de piña en la dulcería. Nunca sentí nada raro, Nunca dudes de sus intenciones. Mi madre estaba día a día más agradecida con él por los cuidados que me prodigaba. Un día, mi madre decidió Que mi hermana se fue a vivir con la abuela Teresa de manera indefinida, Para que estuviera más al pendiente de enseñarle lo que les enseñaba a las niñas. La empresa donde trabajaba mi mamá se expandió por varios estados y entonces tuvo que comenzar a viajar y nos dejaba a mi padre y a mi bajo el cuidado del tío Horacio, quien, apoyado por dos sirvientas, se hacía cargo de todo.
Entonces, aprovechando una de las frecuentes ausencias de mi madre, mientras los demas dormían en una noche, el tío Horacio se metió a mi recámara. Me dijo que no podía dormir y que le hicieron espacio y yo confiado inocente me hice a un lado para que se metiera en mi cama. A los pocos minutos sentí sus manos recorrer mi cuerpo indefenso, me tomó la mano izquierda y me hizo tocarle el pene. Yo no supe qué hacer, dejé que manejar a mi mano a su antojo, sentí como se endureció su miembro para después lanzar un quejido y mojar mi mano con su semen. Se levantó y se metió al baño. Yo me quedé petrificado mirando el techo. De mi pecho parece a querer salir el corazón. Quería gritar pero no lo hice. Estaba petrificado. Cuando salió del baño se sentó junto mi cama y me dijo: "no le digas a nadie nuestro secreto, es un juego entre tú y yo y no te gustaría que tu padre se muriera de un disgusto o que tu madre te regaña Por jugar conmigo". Lo dijo de una forma amenazante, con sus ojillos brillando en la penumbra. Esa noche la pasé llorando con la cabeza tapada con la cobija.
Lo peor estaba por venir. No podía evitar toparme con el tío Horacio. Le dictaba la mirada y como siempre fui un niño silencioso nadie leyó las señales de angustia en mi rostro. Mi madre regresó de su viaje y eso me hizo sentir más tranquilo porque pensé que estando ella en casa no permitiría que el tío me obligara a jugar con él. Pero mi madre volvió a irse y yo me quedaba indefenso en la casa, con mi padre incapacitado, con las criadas y con mi tío. Tres veces más se metió a mi cuarto por las noches, Me pedía que le dejara a meter su pene en mi boca. La noche en que llegó a penetrarme la recuerdo como la peor de mi existencia. Al día siguiente no quise ir al colegio, dije que me dolía el estómago y cómo la pasé vomitando, una de las criadas me compré una suspensión y me preparo infusiones de manzanilla. Mi padre en su habitación enfermo, mi hermana en casa de la abuela, mi madre trabajando, las criadas haciendo sus labores, todos en lo suyo y yo revolcandome en mi miedo. Me sentía más sólo que un náufrago a la mitad del mar. Las sirvientas le dijeron a mi madre que algo me estaba pasando porque comencé a mojar la cama y a bajar mi rendimiento a la escuela. Ella me sentaba en la sala y me decía que no quería más problemas de los que ya enfrentaba, que con la enfermedad de mi papá y sus obligaciones tenía suficiente, que no le diera preocupaciones y que entendía que su ausencia me afectaba pero que por el momento así era la situación y que no apoyará mejorando mi conducta. En una de esas charlas, cuando me pregunto qué es lo que estaba sucediendo conmigo, le dije que el tío Horacio no me gustaba, que me lastimaba. Ella fue letal con su respuesta: "por Dios Alejandro!, Sí el pobre No hace otra cosa que ayudarnos! Si a veces es duro contigo Es por tu bien, No inventes historias!". Yo me sentí culpable y sin su apoyo. El tío Horacio se paseaba por la casa a sus anchas, como amo y señor del territorio, mientras yo me la pasaba buscando rincones donde esconderme y evitando su presencia.
Entonces Murió mi padre, su muerte trajo mucha tristeza a mi corazón pero al mismo tiempo me salvó de Las garras del maldito tío. Mi madre decidió poner en venta la casa y compró un departamento cerca de su trabajo. Viviana decidió regresar con nosotros y los tres volvemos a estar juntos. El tío Horacio se regresó a vivir a casa de los abuelos y tres meses más tarde se fue a España porque un amigo le ofreció una oportunidad de trabajo en alicante.
Cuando cumplí 13 años, volví a platicar con mi mamá sobre el tema del abuso. Ella estaba cansada de mi conducta taciturna y de mi portabilidad para hacer amigos.Esa noche le conté los detalles del abuso sexual de mi tío. Ella se quedó callada, con escasas lágrimas en sus ojos me abrazó e insistió en que eso no pudo haber pasado, en que esas cosas no pasaban en nuestra familia, me dijo que eran producto de mi imaginación y que la enfermedad de mi padre me había afectado demasiado. Me pidió que nunca repitiera esas historias frente a nadie y que me olvidará del asunto. Jamás volví a tocar el tema. Me volví a sentir culpable, como si yo hubiera cometido el delito. Mi confesión fue ignorada y me sumergí en un abismo lleno de miedos, sin poder salir de ahí durante muchos años.
Cuando escucho que el tiempo lo cura todo, no estoy de acuerdo. Para mí el transcurso de los años no eliminó mi dolor, lo único que he logrado es aprender a vivir con el dolor escondido en las profundidades de mi conciencia. Es persistente y recurrente. Me sorprende cuando menos lo espero. Me falta la respiración, me da pavor el futuro hijo y aún tengo pesadillas qué, Aunque cada vez son menos frecuentes, siguen siendo igual de espantosas. Socialmente funcional y emocionalmente inepto.
Mi hermana Viviana se casó con un inglés y ahora radica en Londres. La abuela Teresa murió dos años antes que el abuelo Fernando. Mi madre se dedicó a cosechar éxitos profesionales y llegada la hora se jubiló y compra un chalet en la playa. El tío Horacio jamás regreso de España, formó una familia en alicante y murió de cáncer de próstata. Al saberlo muertos en ti paz pero no justicia. Yo estudié diseño gráfico y trabajo para una agencia de publicidad en el norte del país. He tenido un par de novias, pero no me he casado. Estoy en el proceso de superar el miedo de convivir en la intimidad con alguien más.
El perdón hacia mi madre llegó a mi espíritu cuando me hice miembro activo de una asociación civil que ayuda a niños que han sido abusados sexualmente. En mi búsqueda por encontrar la paz me topé con una psicóloga clínica que me ayudado mucho en mi proceso. Ayudando a otros me ayudó a mí mismo. Me documente y aprendí que casos como el mío son más frecuentes de lo que uno piensa y en la mayoría de las ocasiones suceden en el interior de la familia. Casi siempre es un familiar o persona cercana a las víctimas. Es un mito que el abuso sólo ocurren familias desestructuradas. Ocurre en cualquier familia y en todas las clases sociales. Hablar de lo que me sucedió y al mismo tiempo escuchar las historias de otras víctimas, ha liberado mi culpa y eh llegado a entender que mi madre Reacciona como pudo, presa de las estructuras Morales con las que fue educada. Dejé de juzgar para comprender y le he dado sentido a mi sufrimiento. Sigo luchando con mis miedos y con mis inseguridades, me queda mucho trabajo por hacer con mis emociones enfermas, pero ya estoy en el camino y eso es lo importante. La cicatriz nadie me la quitará, pero estoy aprendiendo a amarme cicatrizado y a convertir el oscuro recuerdo en sabiduría para ayudarme a mí y ayudar a otros. 
Cuandovisitó a mi madre, A veces quisiera decirle que me hubiera gustado que me defendiera. Que comprara una pistola y le llena la cabeza el tío Horacio de plomo. Me gustaría decirle que he caminado por la vida sintiéndome sucio, desprotegido, culpable, que vivo lleno de angustia y de miedos. Pero eso no ha sido posible. Me da miedo alterar le la paz de su vejez y me conformo con sus cariñosos abrazos. E intentado convencerme de que lo que hizo, lo hizo pensando que yo estaba en lo correcto, y que si tuvo la mínima sospecha de que me revelación era verdadera, no supo que hacer y prefirió ignorarla por la paz de la familia. 

Dicen que Dios envía las peores batallas a sus mejores guerreros y que las peores batallas del corazón sólo encuentran la victoria en el perdón.


Cuando Mamá Lastima - Rayo Guzman, Ed.  Milestone

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