Los miembros de Alcohólicos Anónimos consideramos que nuestros lectores se interesarán en conocer el informe que rinde un médico acerca del método de restablecimiento que se describe en este libro. El testimonio más convincente desde luego será aquél que provenga de los médicos, sobre todo de aquéllos que han tenido ya experiencias con los padecimientos de nuestros miembros y que han sido testigos de nuestro regreso a un estado sano. Un médico muy prestigiado, él mismo, médico en jefe de un prominente hospital conocido en el ámbito nacional y que se ha especializado tanto en el alcoholismo, así como en la adicción a las drogas, le ha obsequiado a Alcohólicos Anónimos el siguiente reconocimiento:
A QUIEN CORRESPONDA:
Durante muchos años he estado especializándome en el tratamiento de alcoholismo.
Hace casi cuatro años que atendí a un paciente que, no obstante haber sido un hombre de negocios muy capaz, y que gozaba de altos ingresos, era un alcohólico de las características que yo había llegado a diagnosticar como sin esperanza de curación.
Cuando estaba en tratamiento tras su tercer ingreso al hospital, este paciente reunió una serie de ideas que había obtenido previamente, encaminadas a lograr un medio probable de rehabilitación del alcoholismo Como una parte de su rehabilitación, empezó a compartir sus conceptos a otros alcohólicos, insistiendo en ellos con la idea de que debían, de la misma manera, compartir con otros alcohólicos tales Ideas. A partir de esta base, ha empezado a crecer rápidamente una Agrupación de estos hombres y mujeres. Mi paciente y más de cien alcohólicos presentan rasgos de haberse recuperado.
De manera personal he conocido a treinta de estos pacientes, mismos que tenían las mismas características de aquéllos en los cuales todos los recursos médicos disponibles habían fallado totalmente.
Estos hechos representan una importancia médica suprema, debido a que las extraordinarias posibilidades de un rápido crecimiento particular a este grupo, representan muy probablemente el inicio de una nueva época en los anales del alcoholismo. Es probable que estas personas tengan ya el remedio para miles de situaciones semejantes.
Sobre todos los aspectos que les mencionen a los interesados estas personas sobre ellas mismas, pueden ustedes tener la más absoluta confianza.
Muy atentamente, Dr. Silkworth
El médico que nos otorgó esta carta, de acuerdo a nuestras peticiones, ha tenido la gentileza de ampliar aun sus puntos de vista en las aseveraciones que siguen. Aquí confirma que quienes hemos padecido la tortura alcohólica debemos de entender que el organismo de un alcohólico está tan enfermo como lo está su mente. No quedamos satisfechos con que se nos dijese que no podíamos beber alcohol ordenadamente nada más porque no nos ajustábamos a la vida, que porque estábamos en un total alejamiento de la realidad, que porque francamente padecíamos de defectos mentales. Todos estas razones eran ciertas hasta cierto punto, es más, hasta un punto muy avanzado respecto a varios de nosotros. Sin embargo, estamos seguros de que nuestros organismos están igualmente enfermos. En nuestro punto de vista, cualquier estudio que se haga sobre el alcohólico y que no considere los factores físicos en forma integral, no será un estudio completo.
La teoría del doctor, acerca de que tenemos una alergia al alcohol, nos es muy interesante. Como personas no científicas, nuestra opinión acerca de lo rotundo de este concepto, desde luego que puede significar muy poco. Sin embargo, como personas que bebimos en el pasado, podemos decir que esta explicación tiene mucho sentido.
La misma explica muchas cosas que de otra forma no podríamos considerar.
No obstante que apoyamos nuestra solución al alcoholismo sobre el plano espiritual, así como el altruista, plenamente apoyamos la hospitalización para aquel alcohólico que padezca de temblores o de neblina causados por el alcohol. En la mayor parte de los casos, es un imperativo el que el cerebro de una persona sea clarificado antes de ser informado; pues de tal manera, dicha persona alcohólica tendrá una mayor facilidad de entender y de aceptar todo lo que tenemos para ofrecerle.
ES, DE ESTA MANERA, QUE EL DOCTOR NOS EXPRESA LO SIGUIENTE:
El tema desarrollado en este libro me parece ser de fundamental importancia hacia aquellas personas que padezcan de la adicción al alcohol.
Esto lo digo después de mi experiencia de muchos años como Médico en Jefe de uno de los hospitales más antiguos en el país dedicados a tratar adicciones al alcohol y a las drogas.
Fue para mí, por lo tanto, un asunto de auténtica satisfacción cuando se me pidió que aportara unas pocas palabras sobre un tema que se desarrolla en un fino detalle en estas páginas.
Los médicos nos hemos dado cuenta por mucho tiempo de que para las personas alcohólicas era de suprema importancia un cierto tipo de psicología moral, mas su aplicación presentaba una serie de
dificultades que nos rebasaban a los médicos. Aun con nuestras normas ultramodernas, con nuestro rigor científico aplicado a todas las cosas; es probable que no estemos suficientemente equipados
para hacer la aplicación de todo aquello bueno que existe fuera de nuestro sintetizado conocimiento.
Hace aproximadamente cuatro años que uno de los autores de este libro se sometió a tratamiento en este hospital y durante su estancia adquirió varias ideas, mismas que puso en aplicación práctica
enseguida.
Posteriormente, él pidió se le dejara platicar su historia a otros pacientes aquí mismo y, no sin ciertos titubeos, se lo permitimos. Los casos que le sucedieron han sido de lo más interesante; de hecho,
muchos de ellos son asombrosos. La abnegación de estas personas, tal como lo hemos llegado a conocer, la ausencia total de un sentido utilitario, así como su espíritu comunitario, alienta, indudablemente, a quien ha trabajado larga e incansablemente en este campo del alcoholismo. Estas personas tienen fe en si mismas, y aun más fe en un Poder que arranca al alcohólico crónico de las mismas puertas de la muerte.
Es desde luego deseable que un alcohólico sea liberado de su anhelo físico por el licor, y esto a menudo requiere de una hospitalización programada, con objeto de que las medidas de orden
psicológico sean de máximo beneficio.
Creemos, y así lo sugerimos hace unos pocos años, que la acción del alcohol en estos alcohólicos crónicos es la manifestación de una alergia; que el fenómeno de la sed alcohólica es característico de este tipo de individuos y nunca se presenta en ninguna persona que ingiera alcohol en forma ordenada, del tipo ordinario. Estos tipos alérgicos nunca pueden ingerir alcohol en ninguna presentación sin que corran peligro; también, una vez que se ha formado el hábito y que la persona ha visto que no puede romperlo, una vez que han perdido la confianza en ellos mismos, así como su confianza en los asuntos humanos, sus problemas se acumulan sobre ellos y se convierten en algo asombrosamente difícil de resolver.
La motivación emocional muy rara vez es suficiente. El mensaje que puede interesar y sostener a estas personas alcohólicas debe tener peso específico. En casi todos los casos, sus ideales deben depositarse en un poder superior a ellos, si es que desean volver a crear sus vidas.
Si alguien cree que los psiquiatras que dirigimos un hospital para alcohólicos damos la impresión de ser algo sentimentales, permítanle que pase un tiempo con nosotros en la línea de fuego, que vea las tragedias, que vea a las desesperadas esposas, a los niños pequeños; que resuelva los problemas cotidianos hasta llegar a ser una rutina en sus diarias ocupaciones, aun hasta de sus ratos de sueño y verá como hasta el más insensible no se asombrará de por qué hemos aceptado y animado este movimiento. Vemos que, después de muchos años de experiencia, no hemos encontrado nada que haya contribuido
más a la rehabilitación de estos seres humanos que el altruista movimiento que se está desarrollando entre ellos.
Hombres y mujeres beben esencialmente porque les agrada el efecto que produce el alcohol. La sensación es tan engañosa que, en tanto que ellos admiten que es nociva, después de un cierto tiempo
no son capaces de distinguir entre lo verdadero y lo que es falso. Para ellos su vida alcohólica para ser la normal. No pueden descansar, están irritables y descontentos, a menos que vuelvan a experimentar la sensación de tranquilidad y de bienestar que sobreviene una vez que han tomado unos tragos. Tragos que ellos ven a otros ingerir y salir sin dificultad alguna. Después de que han sucumbido nuevamente a su deseo por beber, como muchos lo hacen, desarrollándose el fenómeno de sed alcohólica; atraviesan por las tan conocidas etapas de una juerga, de la cual quedan con remordimientos y con una firme resolución de jamás volver a beber.
Este ciclo se repite una y otra vez y, a menos que la persona experimente un cambio psíquico, existen muy pocas esperanzas de rehabilitación.
Por otro lado y no importando lo extraño que pudiese parecer a quienes no lo comprendan, una vez que ha ocurrido el cambio anímico, aquella misma persona que parecía condenada, quien hubiese tenido tantos problemas y que se hubiera desesperado de tener que resolverlos siempre, repentinamente se encuentra en condiciones sencillas de controlar su deseo por beber alcohol, siendo
que lo único que requirió fue seguir unas pocas y sencillas reglas. Hay quienes han gritado ante mí en un sincero y desesperado ruego: „¡Doctor, ya no puedo seguir de esta manera. Deseo seguir
vivo! ¡Sé que debo dejar de beber pero no puedo! ¡Tiene usted que ayudarme!”
Dando cara a este problema, si un médico es sincero consigo mismo, algunas veces tendrá que admitir su incapacidad. No importa que dé todo lo que él tenga, a menudo ese todo no es suficiente.
Uno siente que „algo” más que el poder humano es necesario para que se produzca el esencial cambio psíquico. Aunque es considerable el numero de casos de recuperación debidos al tratamiento psiquiátrico, los médicos debemos de admitir que hemos ahondado poco en el problema considerado en su globalidad. Hay muchos individuos que no están reaccionando favorablemente al tratamiento psicológico.
No estoy enteramente de acuerdo con quienes creen que el alcoholismo es en su totalidad un problema de control mental. He tenido a muchos pacientes, por ejemplo, quienes han estado esforzándose en algún problema, o en algún asunto comercial que se iba a finiquitar en una cierta fecha, favorable para ellos. Bebieron una copa un día o un poco más antes de esa fecha crucial y entonces el fenómeno de la sed alcohólica de inmediato se colocó muy por encima de todos los demás intereses, dando lugar a que esta importante reunión no se llevara a cabo. Estos hombres no bebieron para escapar; estuvieron bebiendo para superar una sed alcohólica que estaba mucho más allá de su control mental.
Existen muchas situaciones que surgen del fenómeno de la sed alcohólica y que hacen que los seres humanos hagan el sacrificio supremo más que continuar luchando.
La clasificación de los alcohólicos parece ser mucho más difícil y sus detalles minuciosos, es algo que se escapa del alcance de este libro. Tenemos, desde luego, a los enfermos mentales, quienes son
emocionalmente inestables. Todos estamos ya familiarizados con esta clasificación. Siempre están dejando de beber „para siempre”.
Siempre experimentan demasiados remordimientos y hacen muchas promesas, pero nunca toman una decisión. Existe el tipo de persona que no está dispuesta a admitir que no puede beber una copa. Se pone a planear varias formas de beber. Cambia de marca o de medio ambiente. Está la clasificación del que siempre piensa que por haber estado sin alcohol en su organismo por un periodo puede beber sin que esto le represente peligro. Está la clasificación del maníaco-depresivo que es, muy probablemente, el menos comprendido por sus amistades y acerca de quien se podría escribir un capítulo completo. De aquí siguen las clasificaciones de los totalmente normales excepto en el efecto que el alcohol tiene sobre ellos. Son a menudo personas competentes, inteligentes y amigables.
Todos estos y muchos otros tienen, sin embargo, un síntoma en común: No pueden empezar a beber sin que se desarrolle en ellos el fenómeno de la sed alcohólica. Este última fenómeno, tal como lo hemos sugerido, probablemente sea la manifestación de una alergia la cual establece la diferenciación de estas personas y los coloca por separado como seres totalmente diferentes. Esta alergia, nunca ha podido erradicarse bajo ningún tratamiento en forma permanente y del que tengamos conocimiento. El único alivio que tenemos para sugerir es la total abstinencia.
Esto último nos pone directamente en el estira y afloja de la controversia. Se ha escrito mucho a favor, mucho en contra; sin embargo, entre los médicos la opinión generalizada parece ser que
los alcohólicos crónicos están condenados a muerte. ¿Cuál es la solución? Permítanme contar una experiencia que me ocurrió hace dos años:
Cerca de un año antes de esta experiencia nos fue traído un hombre para ser tratado de alcoholismo crónico. Estaba casi recuperado de una hemorragia estomacal y daba la impresión de ser un caso de deterioro patológico mental. Ya había perdido todo lo que tenía de bueno en su vida y sólo vivía, se puede decir que nada más para beber. Admitió plenamente y creyó que no tenía esperanzas. Después de que se le eliminó el alcohol de su organismo, encontramos que no había daño cerebral permanente.
Aceptó el método delineado en este libro. Un año más tarde me pidió una cita para consulta y, en ese momento, experimenté una sensación muy extraña. Lo conocía por su nombre y en forma parcial reconocí sus facciones, pero ahí se acabó todo el parecido. De aquel despojo tembloroso, desesperado y nervioso, había surgido un hombre reluciente de confianza en si mismo y de contentamiento. Platiqué con el un rato, pero no acababa de creer yo mismo que antes lo había conocido. Me era extraño y en eso se marchó. Hace ya más de tres años y no ha vuelto a beber alcohol.
Cuando necesito de un estímulo en mi mente para elevar el espíritu, me pongo a pensar en otro caso que me reportó un destacado médico de Nueva York. Sucede que el paciente ya se había hecho su propio diagnóstico y decidió así que su situación no ofrecía ninguna esperanza, escondiéndose en un granja desocupada ya con la intención de morirse. Fue sacado de ahí por dos rescatistas y me lo
trajeron en un estado desesperado. Después de su rehabilitación física, tuvo una plática conmigo en la cual con toda franqueza puso de manifiesto que el tratamiento era una esfuerzo desperdiciado, a menos que yo le asegurase – lo que nadie le había hecho antes – de que en lo futuro tendría el la "fuerza de voluntad" para no ceder al impulso por beber.
Era tan complejo su problema alcohólico y tan grande su depresión, que creí que su única esperanza sería a través de lo que llamábamos „psicología del estado de ánimo” y dudamos que aun esto pudiese tener algún efecto.
Sin embargo, sí compró este hombre las ideas contenidas en este libro. Hace tres años ya que no ha vuelto a beber. Lo veo de vez en cuando y es una muestra tan noble de comportamiento que uno
quisiera siempre encontrar. Recomiendo de manera genuina a los alcohólicos a que lean este libro hasta su última página y que si algunos de ellos lo hiciesen sólo por mofarse, es posible que ellos
mismos se pongan a rezar.
Dr. Silkworth
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