El Camino De Las Lagrimas (Jorge Bucay)
CAPÍTULO 3
EL CAMINO DE LAS LÁGRIMAS
Tristeza y
dolor, dos compañeros saludables.
En el lenguaje de todos los días solemos
equiparar el dolor con el sufrimiento, y la tristeza con la depresión.
Si buceamos en las etimologías del duelo
encontraremos que más allá de la hablada relación con el dolor existen además
otras derivaciones interesantes.
Una es la que relaciona el origen con
dwel, que quiere decir batalla, pelea entre dos; y que sugiere que en el
proceso interno de la elaboración de una pérdida, se establece una lucha, un
duelo de hegemonías entre la parte de mí que atada a la realidad acepta la
pérdida, y la que quiere retener, la que no está dispuesta a soltar lo que ya
no está.
La otra derivación lingüística se
vincula a dolos que quiere decir engaño, estafa, falsedad y que nos lleva a
pensar en el engaño de todos los que nos han ayudado a creer que podríamos
conservar para siempre lo que amábamos, y que todo lo deseado podría ser
eterno.
dolor = pena
duelo = guerra como enfrentamiento entre
dos partes
dolor = engaño de la eternidad
Vamos a recorrer este camino poniendo el
acento en la vinculación del duelo con el dolor por lo perdido, pero no
olvidemos que una guerra sucede en nuestro interior y que el bando de "los
buenos" es el que quiere aceptar que lo ausente ya no está.
No olvidemos que transitamos este camino
soportando la frustrada decepción de confirmar que la infantil creencia de las
cosas eternas se ha estrellado contra la realidad de una muerte.
Vamos a hablar por ahora de un duelo
normal, dejando el duelo patológico para más adelante.
Asociamos inevitablemente la palabra
duelo con la muerte pero voy a repetir muchas veces en este libro que el
proceso de elaboración de un duelo sucede (o mejor dicho sería bueno que
sucediera) frente a cualquier pérdida, definiendo como vivencia penosa la
situación interna frente a lo que ya no está.
Es decir, un duelo puede generarse
también a partir de una acción voluntaria, como decidir mudarme o dejar a
alguien y también desde hechos ineludibles como el paso del tiempo, por
ejemplo.
Frente a la vivencia de la pérdida el
proceso de duelo se establece para poder seguir adelante en nuestro camino, para
poder superar la ausencia. Pero en este camino que es el de las lágrimas se nos
presentan también algunos senderos que nos alejan del final. Uno es un supuesto
atajo, otro un desvío que conduce a una vía muerta
Negación
CAMINO DE LAS LÁGRIMAS dolor+
tristeza+
Superación.
Sufrimiento.
Tres maneras de recorrer el camino
frente a la pérdida.
Pero no existe más que un camino
saludable, el del proceso de elaboración del duelo normal.
La negación de la pérdida es un intento
de autoprotección contra el dolor y contra la fantasía de sufrir. Si bien es
cierto que, como veremos, una etapa normal del recorrido puede incluir un
momento de bloqueo de la realidad desagradable, lo consideramos un desvío
cuando la persona se estanca en esa etapa y sigue negando la pérdida más allá
de los primeros días.
La negación es una forma de fuga, un
vano intento de huida de lo doloroso. Y digo vano porque la negación nos lleva
al punto de partida. NO resuelve nuestra pérdida, sólo la posterga y apuesta a
que lo podrá hacer eternamente. El negador vive en un mundo de ficción donde lo
perdido todavía no se fue, donde el muerto vive, donde lo que pasó nunca pasó.
No es el mundo mágico donde todo se resolvió felizmente, sino la realidad
detenida en el momento en que todo estaba por comenzar. El universo congelado
un instante antes de enterarme de lo que hubiera preferido no enterarme.
El desvío hacia el sufrimiento en
cambio, es la decisión de no seguir avanzando. Es una especie de pacto con la
realidad que conjuga un mayor dolor ante la posibilidad de tener que soltar lo
perdido y mi deseo de no soltarlo nunca. Y entonces nos detenemos y nos
apegamos a lo que se fue, instalándonos en el lugar del sufrimiento. Sufrir es
cronificar el dolor. Es transformar un momento en un estado, es apegarse al
recuerdo de lo que lloro, para no dejar
de llorarlo, para no olvidarlo, para no renunciar a eso, para no soltarlo
aunque el precio sea mi sufrimiento, una misteriosa lealtad con los ausentes.
En este sentido el sufrimiento siempre
es enfermo. Es como volverse adicto al malestar, es como evitar lo peor
eligiendo lo peor.
El sufrimiento es racional aunque no sea
inteligente, induce a la parálisis, es estruendoso, exhibicionista, quiere
permanecer y necesita testigos.
El dolor en cambio es silencioso ,
solitario, implica aceptación, estar en contacto con lo que sentimos, con la
carencia y con el vacío que dejó lo ausente.
El sufrimiento pregunta por qué aunque
sabe que ninguna respuesta lo conformará, para el dolor en cambio se acabaron
las preguntas.
El proceso de duelo siempre nos deja
solos, impotentes, descentrados y responsables, pero sobre todo tristes.
El dolor conecta con un sentimiento: la
tristeza. Una emoción normal y saludable, aunque displacentera, porque
significa extrañar lo perdido.
Aunque la tristeza puede generar una
crisis, permite luego que uno vuelva a estar completo, que suceda el cambio,
que la vida continúe en todo su esplendor.
La más importante diferencia entre uno y
otro es que el dolor siempre tiene un final, en cambio el sufrimiento podría no
terminar nunca.
La manera en que podría perpetuarse es
desembocando en una enfermedad llamada comúnmente depresión. Por si no queda
suficientemente claro, depresión no es tristeza y el uso popular indistinto es
un gran error y una fuente de dañinos malos entendidos. La depresión es una
enfermedad de naturaleza psicológica, que si bien incluye un trastorno del
estado de ánimo, excede con mucho ese síntoma..Partiendo del significado de
"depresión" como "pozo, hundimiento, agujero, presión hacia
abajo o aplastamiento" entenderemos la enfermedad como una disminución
energética global que se manifiesta como falta de voluntad, ausencia de
iniciativa o falta de ganas de hacer cosas, trabajos, actividades, etc. En la
afectividad se expresa como tristeza, vacío existencial, culpa, sensación de
soledad. En la mente se crea pesimismo, acrecentamiento de pensamientos cada
vez más dominantes de inseguridad y temor.
Hay que sumar todas las características
de una enfermedad para poder diagnosticarla; quiero decir, que una persona se
sienta triste o pesimista o insegura o se encuentre desganada, no
necesariamente garantiza que esté deprimida.
El diagnóstico de depresión es
competencia del especialista y no de las evaluaciones de las revistas que
empiezan en el supuesto test del estilo:
"¡...Si Ud.sacó más de 15 puntos
está deprimido!"
Entre muchas otras cosas, porque también
se puede estar deprimido, sin padecer ninguno de los síntomas clásicos de la
depresión.
Según su causa, las depresiones se
suelen dividir en externas e internas.
¿Cuáles son esas causas externas?
Las desilusiones afectivas, los
conflictos interpersonales, la marginación o aislamiento por parte de otras
personas, la jubilación, los problemas económicos, la muerte de un ser querido,
un fracaso matrimonial, etc.
En la mayoría de estas depresiones el
factor desencadenante aparece para sumarse a otros hechos del paciente, no tan
circunstanciales: baja capacidad de frustración, miedos patológicos,
preocupaciones prolongadas, pesimismo, tensión nerviosa, fobia social,
tendencia al aislamiento y la soledad, personalidad dependiente, fuerte
añoranza del pasado, rigidez de pensamiento y por supuesto duelo patológico.
Los deprimidos tienden a deformar sus
experiencias, a malinterpretar acontecimientos tomándolos como fracasos
personales. Exageran, generalizan y tienden a hacer predicciones negativas del
futuro..Conocer estas causas pueden servirnos como ayuda para salir de una
depresión o como prevención si no se está en ella, porque la clave para solucionar
el problema se encuentra en el nivel de comprensión y de cambio en la forma de
encarar estas vivencias.
Si el individuo deprimido pudiera
mejorar lo que opina de sí mismo, del mundo, de sus propios pensamientos; si no
olvidara practicar alguna actividad física y centrara la atención en
comunicarse con personas más optimistas y escucharlos atentamente; si escuchara
Mozart, asistiera a cursos, desarrollara su creatividad e intentara ser más
útil a la sociedad a la que pertenece, podríamos decir sin duda que ha mejorado
su pronóstico y por ende su futuro.
Un paso más allá de la depresión
podríamos hallar aun la melancolía.
Ya en 1917 Freud comparaba el duelo con
la melancolía, porque en ambos casos existe:
* un estado de ánimo profundamente
doloroso,
* una cesación del interés por el mundo
exterior,
* la cancelación de la capacidad de
amar,
* la inhibición de todas las funciones
psíquicas.
La diferencia entre ambas es que en la
melancolía existe además una pérdida del sentimiento de sí.
Dicho de otra forma, en el duelo es el
mundo el que se muestra empobrecido mientras que en la melancolía es además el
propio yo del sujeto el que está vacío, devaluado, despreciable y aún más,
invadido por una visión del futuro llena de expectativas negativas. El melancólico
está seguro de que su sufrimiento continuará indefinidamente.
En el duelo ase puede localizar
fácilmente qué es lo que se ha perdido, mientras que el melancólico ya no sabe
o nunca supo lo que ha perdido, porque lo que ha perdido es su conciencia del
propio yo.
"De alguna manera los duelos
patológicos nos conectan con lo que ocurre en la melancolía: Ante la pérdida
del objeto, el sujeto, en lugar de retirar la energía psíquica (libido)
depositada en el objeto desaparecido y dejarla libre para desplazarse a otro
objeto, se retrotrae al yo y ahí se queda, identificándose con el objeto
perdido"..Freud dice que la angustia es la reacción ante el peligro que
supone para la integridad del sujeto la pérdida del objeto, mientras que el
dolor y la tristeza son la verdadera reacción ante el examen de realidad que me
priva de algo.
Cada tipo de pérdida implica
experimentar algún tipo de privación y las reacciones suelen ser en varias
áreas:
* psicológicas,
* físicas,
* sociales,
* emocionales,
* espirituales.
Las reacciones psicológicas pueden
incluir rabia, culpa, ansiedad o miedo.
Las reacciones físicas incluyen
dificultad al dormir, cambio en el apetito, quejas somáticas o enfermedades.
Las reacciones del tipo social incluyen
los sentimientos experimentados al tener que cuidar de otros en la familia, el
deseo de ver o no a determinados amigos o familiares, o el deseo de regresar al
trabajo.
Las reacciones emocionales pueden
redundar en extrañar, recordar, llorar o patalear como un niño.
Las reacciones espirituales pueden
incluir el cuestionamiento de la fe, la búsqueda de nuevos referentes
religiosos, el ingreso a vivencias de búsquedas mágica de contacto con el
pasado.
La respuesta cultural en el caso de la
muerte de alguien, es diferente en cada tiempo y en cada lugar.
Hay reglas, costumbres y rituales para
enfrentar la pérdida de un ser querido, que son determinados por la sociedad y
que forman parte integral de la ceremonia del duelo.
Pero, a pesar de las diferencias, en
cualquier entorno el proceso de duelo normal induce a liberarse de algunos
lazos con la persona fallecida, lo cual es indispensable para reintegrar al que
queda al ambiente en donde la persona ya no está y construir nuevas relaciones
para conseguir reajustarse a la vida normal.
Esta actividad requiere mucha energía
física y emocional, y es común ver a personas que experimentan una fatiga
abrumadora. Este agotamiento no debe caratularse de depresión porque muchas
veces es una vivencia transitoria en un duelo absolutamente normal..El resultado
de afrontar el dolor.
El resultado de afrontar el dolor.
Cuesta trabajo poder soltar aquello que
ya no tengo; poder desligarse y empezar a pensar en lo que sigue. De hecho esto
es, para mí, el peor de los desafíos que implica ser un adulto sano, saber que
puedo afrontar la pérdida de cualquier cosa.
Este es el coraje, esta es la fortaleza
de la madurez, saber que puedo afrontar todo lo que me pase, inclusive puedo
afrontar la idea de que alguna vez yo mismo no voy a estar.
Quizás pueda, por el camino de entender
lo transitorio de todos mis vínculos, aceptar también algunas de las cosas que
son las más difíciles de aceptar, que no soy infinito, que hay un tiempo para
mi paso por este lugar y por este espacio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario