Desde hace ya algunos meses vengo recordándote, y hace unos días es con mayor intensidad.
Cumples 15 años de tu partida y que con ella me dejaste un regalo único y atesorable.
Mis recuerdos contigo han venido poco a poco fortaleciéndose.
Hace unas semanas me convertí en madrina de uno de tus bisnietos y en la comida que se hizo, me trajeron recuerdos muy particulares tuyos en la comida. No podía dejar de saborear en mi paladar el mole verde que parecía que tu misma lo habías bajado a cocinar. Los tlacoyos aunque no eran tu máximo, parecían tortillas recién hechas, de esas que a ti te gustaban. Y en las platicas que sostuve con mis tíos presentes, salías a colación por la manera en la que tu estarías agasajándote con la comida, que si "la flaca" no hizo el arroz, que si el mole se tenia que mover para que no se cortará, que si el pozole y los nietos sentados ayudándote, que si había mucha gente en tu cocina metiendo mano, que si las feria del mole, los tamales de elote y todos esos recuerdos que te caracterizaban comenzaron a sacarme lagrimas de nostalgia alegre.
Sabes, algunas veces hasta pienso que no te has ido y que ya he pasado mucho tiempo sin ir a tu casa a depilarte y a ponerte guapa, que me estas esperando para que te lleve con la señora del salón para que pinte y corte tu pelo, que yo te lleve a misa para que no te pierdas por lo menos la misa del mes. No te preocupes, me enseñaste a no dejar de ir a misa por lo menos una vez al mes y tu enseñanza, mas tu obsequio al morir me permiten ir cada domingo a misa.
También los recuerdos de los dibujos que te hacía cada semana y que llegaba varias veces corriendo a tu casa para darte flores que recién cortaba del camellón de enfrente. Aquellas películas que te la pasabas viendo y que al dormirte yo le cambiaba y dormida me regañabas por cambiarle de canal.
Hubo tantos recuerdos en estas semanas que me han traído nuevamente tu presencia. Como aquella vez que me enseñaste a preparar el almendrado y que te molestaba que no pusiera atención, y aquellas ocasiones en que me ponías a lavar los trastes y me decías que una cocina debía de estar limpia para poder saber que tenías para comer cada día.
Me enseñaste a tener siempre algo que compartir de comida y hacer suficiente por si alguien llegaba e imprevisto.
Me enseñaste a lavar las ollas de barro y me decías que el mole si se cortaba es porque no se ponía atención a la comida y que solo hacia un mismo lado se debía de preparar mientras me contabas parte de tu vida.
Me enseñaste tantas cosas y me dejaste tanto, que solo puedo darte las gracias por haber coincidido y haber sido parte de tu familia, que fui por unos buenos años tu nieta preferida, a la que le llamabas todos los días de su cumpleaños a las 5 de la mañana para decirme lo mucho que me querías y que me regalabas tus consejos de cocina.
Gracias por haberme dejado tu sazón en ciertos platillos y el gusto por la cocina.
Gracias por haberme dejado las canciones de la iglesia que tanto te gustaban y que fueron un vinculo especial.
Gracias por dejarme un gusto particular por la música, de esa que aun es romántica y que el sentimiento al cantarla dice mas que la letra misma.
Gracias por haber sido parte de mi historia, por ser de mi sangre y dejarme tantas cosas aquí en el corazón.
Gracias a ti, mi corazón no es de piedra y ha sabido perdonar, aunque me ha costado trabajo en cada caída, gracias por dejarme tu herencia llena de recuerdo y momentos vividos a tu lado.
Soy muy afortunada por haberte disfrutado mucho más que cualquier otra persona.
Soy muy afortunada por saberte contenta y por haberte vuelto a ver sonreír aquel día hace ya casi 15 años.
Gracias por esa pequeña herencia de conocimiento que vale mas que todo el dinero del mundo, gracias por tus enseñanzas y tu cariño.
Sé que nos volveremos a ver, y por eso también estoy agradecida.
Hoy en la misa que dedique para ti, tu recuerdo se fortaleció y como siempre... Estabas ahí presente. Gracias por eso también.
Sigue descansando en paz...
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