PARTE
III
ENCUENTROS
HORIZONTALES
EL SEXO, UN ENCUENTRO
ESPECIAL
La actividad sexual de
todos empezó con el
contacto erótico y sensual con el propio cuerpo.
La
masturbación no tiene nada de malo, es
maravillosa
una gran fuente de placer
independiente,
pero tiene un solo problema:
no
es suficiente. Si uno quiere mas... entonces
tiene
que buscar mas allá, y lo primero que saldrá
a
buscar es otra mano parecida a la propia.
Este
es el descubrimiento de la homosexualidad,
por
la cual transitamos todos por un tiempo, la
actuemos
o no. La homosexualidad no tiene nada
de
malo, es maravillosa, puede dar mucho placer,
pero
tiene un solo problema: no es suficiente. Si
uno
quiere mas... entonces, tiene que complicarse,
tiene
que buscar lo diferente. Y la complicación
es
enredarse con el otro sexo.
Este
es el descubrimiento de la heterosexualidad..
Por
su puesto, la heterosexualidad no tiene nada
de
malo, es maravillosa, y uno puede obtener gran placer de ella, pero tiene un
solo problema: no es
suficiente.
Si uno quiere mas... entonces tiene que
llegar
a la abstinencia y a la meditación.
Pero
antes de llegar ahí hay que haber tenido
todo
el sexo que uno desee. Porque a la abstinencia
nunca
se llega antes de sentir que todo el placer
encontrado
ha sido insuficiente
Bagwan Shree Rajneeh (Osho)
Me gusta citar a Osho cuando empiezo a hablar
de la sexualidad, porque aunque no acordemos del todo con alguno de sus planteos (no creo que yo pueda llegar a
ese descubrimiento de insuficiencia que me lleva a la abstinencia...)
ciertamente, la sexualidad genera mas de una complicación. Pero como la
naturaleza siempre hace las cosas con algún sentido, esta complicación debe
tener uno . ¿Cuál es el sentido?.
La procreación en si misma no alcanza a
justificar tanto desarrollo, pues existía antes de la sexualidad. Antes de la
aparición de las especies sexuadas. La biología nos muestra que los seres vivos
se reproducían (división celular, brotación, etc.).
La pregunta se reformula: ¿Por qué la
naturaleza inventa la procreación sexual?.
Y una de las respuestas que enseña la biología
es: Por la evolución.
Si una célula madre da origen a dos células
simplemente dividiéndose por la mitad y cada una de las hijas se transforma en
una célula nueva y joven, cada progenie resultará forzosamente idéntica a la
original, dado que se gesta a partir de la original, dado que se gesta a partir
de la información encerrada en el código genético de su madre.
Para poder dar origen a una descendencia
diferente del progenitor, para asistir a la creación de algo distinto, hace
falta que haya diferencia en el material genético entre las generaciones. La
forma que la naturaleza encontró fue conseguir que dos células diferentes se
cruzaran entre si y entremezclar su información generando así células distintas
de ellas mismas.
Aparece entonces la posibilidad de que la cruza
genere variación y, por lo tanto, evolución.
Sólo desde el intercambio entre sexos se puede
producir una procreación que genere evolución.
Para la biología, la heterosexualidad es la
conquista de ese camino evolutivo. También entre los humanos la homosexualidad
es muchas veces un tránsito hacia la heterosexualidad.
Desde mi opinión personal, lo único que los
homosexuales se pierden, si es que se pierden algo, es el contacto con lo
diferente. No es lo mismo estar hablando con un amigo que con una amiga, no es
lo mismo lo que pasa al compartir una experiencia de trabajo con una persona
del mismo sexo que con alguien del sexo opuesto (odio esto del sexo opuesto pero me parece tan
estúpida cualquier otra manera de decirlo que me resigno).
El contacto entre un hombre y una mujer genera
de por si evolución, genera la posibilidad de conquistar a partir de lo
diferente nuevos espacios de desarrollo.
La suma de la mirada femenina y la mirada
masculina, que se consigue en gran medida por el solo hecho de pertenecer a
otro sexo, nos enriquece siempre.
Esto conduce a pensar que la sexualidad, mas
allá de su función procreadora, tiene para nosotros además otra función
importantisima: Favorecer el encuentro entre otro y yo.
El sexo es un punto mas de encuentro entre los
seres humanos y , como tal, un aspecto mas de su posibilidad de comunicación.
Y por supuesto (con o sin el acuerdo de Osho): el placer.
La
sexualidad es para el ser humano, mas que para ningún otro ser vivo, una fuente
de placer.
En la especie humana, el encuentro sexual se
produce, las mas veces, sin estar ligado a la intención de procrear.
Pero como en nuestra cultura no hay placer sin
culpa, entonces hablar de sexualidad aparece la historia del placer culposo.
Cuando éramos chicos, la masturbación era una
historia dramática, terrible y peligrosa que las madres y los padres censuraban
y criticaban.
Algunos de los mitos que excedían el castigo de
Dios era para los varones, la amenaza del crecimiento de pelos en las palmas de
las manos... o de volverse tarado... o de terminar locos (algunos hemos quedado
un poco locos pero dudo que sea sólo por eso).
Para las mujeres, la censura amenazaba con el
peligro de lastimarse y no poder tener hijos cuando fueran grandes.
Los padres de hoy aprendimos que la
masturbación es parte de la evolución normal de nuestros hijos, y al
comprenderlo hemos dejado de hacer de la exploración que efectúan en sus
propios cuerpos un motivo de persecución o de miradas censuradoras.
Afortunadamente, la sexualidad ya no es una
cosa vedada de la que los chicos no puedan hablar.
Sin intención de ser excluyente, me parece
importante aclarar que me propongo escribir aquí sobre el encuentro
heterosexual entre adultos sanos (o mejor dicho, crecidos no demasiado
neuróticos.)
Me contaron un cuento muy divertido.
Una señora
va a una aerolínea a compara dos pasajes en primera clase a Madrid. En la
conversación, al pedir los nombres de los pasajeros el empleado descubre que el
acompañante de la señora es un mono. La compañía se opone y el argumento de que
si ella paga el pasaje puede viajar con quien quiera es radicalmente rechazado.
Si bien en
un principio la compañía adopta esta actitud, una oportuna corta de
recomendación de un político de turno logra que le den un permiso para llevar
al mono, no en un asiento sino en una jaula, como marcaba la norma, tapado con
una lona, pero en la zona de equipaje de las azafatas en el fondo de la cabina
del avión.
La mujer
acepta la negociación de mal grado y el día del vuelo sube al avión con la
jaula cubierta con una lona verde que llevaba bordado el nombre del mono:
FEDERICO. Ella misma lo traslada al estante de puerta de tijera del fondo y se
despide de el. “Pronto estaremos en tu tierra, Federico , como se lo prometí a
Joaquín”.
Da un
vistazo para controlar el lugar y vuelve a primera clase a acomodarse en su
asiento.
A mitad
del viaje, una azafata muy atenta tiene la ocurrencia de convidar al mono con
una banana, y para su sorpresa, se encuentra con que el animal está tirado inmóvil en el piso de la jaula. La azafata
ahoga un grito de horror { y
llama al comisario de a bordo, no tan preocupada por el mono como por su
trabajo. Todos sabían que la señora dueña del mono venía muy recomendada.
En el
avión se arma un tremendo desparramo. Todos corren de aquí para allá. El
comandante se acerca a Federico y le hace respiración boca a boca y masaje
cardíaco. Durante mas de una hora intentan reanimarlo, pero no ocurre nada. El
animal está definitivamente muerto.
La
tripulación decide enviar un cable a la base para explicar la situación. La
respuesta que reciben tarda media hora e llegar. Hay que evitar que la pasajera
se entere de lo sucedido. “Si la señora hace un escándalo posiblemente los
dejen a todos en la calle. Tenemos una idea. Sáquenle una foto al mono y
mándenla por fax al aeropuerto de Barajas en Madrid. Nosotros daremos instrucciones
para reemplazar el simio apenas aterrice el avión”.
El
personal a cargo efectúa la orden al pie de la letra. Envían la foto y en el
aeropuerto ya se están llevando a cabo los preparativos para la operación de
sustitución. Mientras esperan que el avión aterrice, comparan la foto del mono
de la pasajera con el mono conseguido. Al mono muerto le falta un diente,
entonces le arrancan uno con una tenaza al falso Federico. Luego ven que aquel
tiene una marca rojiza en la frente, así que con matizador maquillan al mono
nuevo. Detalle por detalle arreglan las diferencias hasta que finalmente u
rápido hachazo equipara el largo de sus colas. Terminan el trabajo justo, justo
cuando el avión aterriza. Las asistentes suben rápidamente, sacan a Federico de
la jaula, lo tiran al cesto de basura y ponen al mono nuevo en su lugar. Lo
tapan con la lona y el comisario es designado para entregarlo.
Con una
sonrisa, el hombre entrega la jaula a la señora mientras dice:
- Señora,
su mono
La señora
levanta la lona y dice:
- ¡Ay
Federico!. Estamos otra vez en tierra.
Pero
cuando lo mira bien, exclama:
- ¡Este no
es Federico!.
- ¿Cómo
que no es?. Miré tiene rojizo acá, le falta el dientito...
-¡ Este no
es Federico!
- Señora,
todos los monos son iguales, ¿cómo sabe que no es Federico .
- Porque
Federico... estaba muerto.
Y entonces
todos se enteran de lo que nunca pensaron. La señora llevaba la mono a España
para enterrarlo, porque era una promesa que le había hecho a su marido antes de
morir.
Lo cierto del cuento es que nadie sabe mejor
que yo lo que llevo en mi equipaje, lo que yo llevo lo sé yo.
¿Quién me va a decir a mi como tengo que
viajar?
Elegí este cuento como comienzo para decir que
no se puede hablar de sexo desde otro lugar que no sea el de la propia
experiencia, que es el equipaje que cada uno carga.
Como en estas cosas no hay verdades reveladas,
y si las hay yo no las tengo, no es necesario aclarar que las cosas que digo
pertenecen a lo que yo como terapeuta, como persona y como individuo sexuado
que vive en esta sociedad que compartimos. Por lo tanto, se puede estar de
acuerdo o en desacuerdo con ellas, es decir, no tienen por que ser valederas
para todos.
En primer lugar, hace falta desmitificar
algunas creencias que hemos heredado sobre nuestra sexualidad.
La primera es que el sexo saludable, pleno,
disfrutable, inconmensurable y no se cuántos “-ables” mas, y que tiene
que venir por fuerza ligado al amor.
Es una idea interesante, falsa pero
interesante.
Tanto ligamos el sexo al amor que hablamos de
“hacer el amor” como si fuera sinónimo de encuentro sexual. Y la verdad es que no son sinónimos.
El sexo es
una cosa y el amor es otra.
Si bien es cierto que pueden venir juntos, a
veces no es así.
No necesariamente la sexualidad viene con el
amor.
No necesariamente el amor conlleva sexualidad.
Así como alguna vez dije que el amor tenía que
ver con el sentimiento puro y no hacía falta incluir el deseo sexual, digo en
esta oportunidad que el sexo no necesita incluir al amor para ser verdadero.
Uno puede elegir incluirlo.
Uno puede decidir que ésta es su manera de
vivir el sexo y el amor, y es una decisión personal. Pero no es una decisión
genérica, válida para todos.
Amor y sexo son dos cosas tan independientes
como un saco y un pantalón. Uno pude ponerse las dos cosas juntas, y si
combinan, quizás hagan un traje, y puede ser lindo verlos juntos. Pero uno
puede usar un jean con una camisa, un pantalón negro con una pollera verde, y
esta combinación puede quedar bien o mal pero siguen siendo dos cosas
diferentes.
Ahora, para hablar de relaciones sexuales hace
falta saber que entendemos por esa expresión.
Me acuerdo
siempre del viejo chiste que me contaron de una señora un poco ingenua que sale
de una charla mía y en el hall de la sala le dice al marido:
- Decime
viejo, ¿nosotros tenemos relaciones sexuales?
El marido
la mira y le dice:
- ¡Si,
claro, mi amor, claro que tenemos!
Y ella
dice:
- ¿Y por
que nunca las invitamos?
Vamos a tener que saber una vez mas de que
hablamos. Si uno quiere hablar de sexo va a tener que animarse a llamar a las
cosas por su nombre. Esto significa no hacer ninguna vuelta para no decir algo
porque sea prohibido, feo, mucho menos porque suene pornográfico u obsceno.
Y quiero avisar ahora que desde aquí hasta el
fina, en este capítulo, un culo es un culo. No es: ni el lugar donde termina la
espalda, ni un trasero, ni la parte de atrás, ni una nalga, ni un glúteo, ni un
agujero incógnito y turbio... Un culo es un culo.
Pido disculpas por esto, porque sé que a
algunos lectores las palabras pueden sonarles hirientes. Pero como no está
claro que significa y de dónde viene todo aquello que llamamos sexo, por unas
páginas vamos a levantar, con los que decidan seguir leyendo, las barreras que
impiden escribir algunas palabras. Y no me parecería mal que alguien saltara
hasta el próximo capítulo donde hablo de la pareja, porque hay que defenderse
de lo que a uno le molesta.
En lo cotidiano, uno no usa la expresión
“relaciones sexuales”. Hay otras palabras que tampoco usamos y que suenan
peores todavía, por ejemplo, “coito”, que suena a prequirúrjico, a barbijo, a
sin tocarse, o “cópula”, que pude hacernos pensar en un perro en una sala de
experimentos, o “pinchar” que suena demasiado guarango e incluso antiguo. La dificultad de “encamarse” es que
no termina de definir, es como mas geográfico, y respecto de “fornicar” mi tío
Fernando sigue creyendo que es una tarjeta de crédito.
Para mi hay tres maneras de referirse a la
relación sexual, que son las tres palabras que mas usamos en la Argentina.
Entonces, me gusta decir que vale la pena, para
saber de que hablamos, diferenciar entre “fifar”, “coger”, y “hacer el amor.
FIFAR
Fifar, en nuestro slang de Buenos Aires, es un
sinónimo vulgar y simpático de tener un encuentro sexual intrascendente. Es por
definición incidental, descomprometido y de alguna forma deportivo. Es el
hecho, puro concreto y mecánico de uno que vio pasar a otro y por alguna razón
terminó en una cama.
El diálogo posible después de fifar sería:
Ella: I love you
darling.
El: ¿Lo que?.
Y nunca entendieron nada de lo que el otro esta
diciendo. Se encontraron pero no establecieron ningún vínculo, ningún diálogo
verdadero. Puede ser placentero o displacentero, pero nada mas.
Fifar es acostarse con un culo, con un auto,
con una cara atractiva, con mi propia calentura del día. El toro es sólo un
accidente, un partenaire, alguien que cumple una función para que podamos tener
un intercambio de fluidos.
COGER
En cambio, coger, que usamos coloquialmente en
la Argentina, define un algo mas. Coger es una palabra que a mi me parece
injustamente maltratada, porque se le ve como una “mala palabra” y, sin embargo
es el término que usamos cotidianamente para hablar de sexo, lo cual no es
casual.
En casi todos los idiomas del mundo, la palabra
mas popular para definir el acto sexual, la que se usa en la calle, siempre
tiene un sonido /k/, /j/ o /f/, dos o
todos ellos, porque estos tres fonemas le dan a la palabra la fuerza que tiene
que tener para significar lo que representa (“cushé”, en francés, “fuck”, en
inglés, “follar” en España, “litfok”, en hebreo).
El intercambio sexual tiene mucha historia como
para dejarlo en una palabra tibia.
Fonéticamente, “coger”, tiene esta fuerza.
Por otro lado, etimológicamente, “coger” viene
de “coligere”, que quiere decir ligar o relacionar algo entre dos, y por lo
tanto también deriva de “ligere”, que
quiere decir elegir, seleccionar. Del mismo modo que “coger” en español puro es
tomar, agarrar algo, “coger” es establecer un vínculo con aquello que yo tomo o
elijo, con aquello que he seleccionado por alguna razón.
“Coger” denota un modelo de vínculo donde no
solamente se fifa por deporte, hay mas, hay un vínculo entre las personas, algo
les pasa.
Este algo puede ser muchas cosas: afecto,
simpatía, atracción, trascendente, atracción fugaz, experiencia compartida,
etc. pero hay necesariamente un vínculo establecido.
Se puede fifar con cualquera, pero no se puede
coger con cualquiera.
Para coger, hace falta involucrarse, tener un
vínculo.
HACER EL AMOR
Hacer el amor es coger cuando el vínculo que
hay entre nosotros es el amor.
Si yo no amo, no puedo hacer el amor. Lo puedo
llamar como quiera, pero no es un acto amoroso, y como no es un acto amoroso no
es hacer el amor.
No tiene nada de malo coger sin hacer el amor.
No es mejor hacer el amor que coger.
No es mejor coger que fifar.
Son tres cosas diferentes y ninguna es mejor o
peor que la otra.
En todo caso, sería bueno saber que estamos
haciendo en cada momento, para esclarecer lo que nos pasa. Y no creer que necesariamente para tener una actividad
sexual hace falta hacer el amor. A fin de cuentas, es una decisión personal.
Por ejemplo, yo puedo decidir que fifar, a mi,
Jorge Bucay, no me interesa mas, que no me parece divertido, que no me alcanza.
Podría decidir que el hecho de coger no me interesa mas y que me interesa
solamente hacer el amor. Y podría centrarme en esta elección. De hecho, para mi
es mucho mejor coger que fifar y es mucho mas placentero hacer el amor que
coger. Pero no por esto voy a hacer creer a los demás que lo único que sirve,
que lo único bueno, valedero y sano es el sexo que se tiene haciendo el amor.
Esto es así con mi equipaje y en mi etapa del viaje.
Decirlo de otra manera sería no sólo una
exageración sino, además, una gran mentira.
Que yo agregue cosas al hacer el amor para
hacer la relación mas completa, mas trascendente, mas intensa o mas
energéticamente movilizadora para mi, no quiere decir que coger no sea sexo ni
que fifar no sirva.
Ninguna de las tres formas excluye a la
posibilidad de disfrutar.
Uno puede comer un helado de crema.
Uno puede comer un helado de crema bañado en
chocolate.
Uno puede comer un helado de crema bañado en
chocolate y ponerle una frutilla arriba.
Suponiendo que a mi me gustan estas tres cosas,
cada vez, el helado resultante será mas rico.
Pero esto no quiere decir que el helado de
crema solo no sea un helado, que el helado sin frutilla no sea rico, etc.
A medida que pasa el tiempo, uno se va poniendo
mas exigente con su sexualidad. Como si con el correr de los años conformara
menos el mero placer y se buscara mas comprometidamente aquellos encuentros que
realmente satisfacen.
Hacer el
amor implica una conexión con el amor que no se da todo el tiempo, ni siquiera
entre dos personas que se aman.
Esto permite, por suerte, que las relaciones
sexuales con una pareja estable no sean siempre iguales permite vaivenes,
encuentros y desencuentros, distancias y aproximaciones, toda una serie de
situaciones que no tienen por que pensarse como problema.
Por supuesto, si alguien ha llegado a
conquistar la idea de hacer el amor, el día que se encuentra con que hace
tiempo solo puedo coger con su pareja, siente que algo está faltando, entonces
tendrá que plantarse dónde ha quedado aquello que conquistaron juntos.
SEXO Y REPRESIÓN
Culturalmente nos enseñan que tener sexo es
hacer el amor. Sobre todo a las mujeres. Durante muchísimos años, y todavía
hoy, aunque parezca mentira, a las mujeres, pero solo a ellas, se les enseñó
que el único sexo permitido era el que estaba ligado al amor.
Se les enseñó que tener sexo sin amor era
impertinente, sucio, feo, malo, dañino, perverso o, por lo menos, no era de
chicas bien. Así, antes de casarse podían amar a cualquiera, pero coger... con
nadie.
Con todo derecho, habrá quienes piensen que los
tiempos han cambiado, que la cosa no es tan así, que la educación de las
mujeres hoy en día es otra, que han ido evolucionando y liberándose de muchas
cosas que sus madres y sus abuelas les enseñaban.
Y es verdad.
Sin embargo, hay manifestaciones de esta
diferenciación injusta y discriminadora respecto de lo sexual que siguen sin
cambiar.
Mal que nos pese, en esta cultura y en nuestros
países seguimos educando sexualmente de manera diferente a varones y mujeres.
Pero sobre todo, mas allá de la voluntad de
educar con igualdad, los viejos condicionamientos se siguen filtrando.
En ¿Para
que sirve un marido?. Mercedes Medrano dice algo mas o menos así:
“Yo soy una mujer soltera, tengo 40 años, soy
periodista, vivo sola, no dependo de nadie, no tengo pareja, tengo una casa, me
pago los gastos y hago lo que quiero con mi vida. Y entonces, cada vez que yo
quiero ligar con alguien (ligar en España es el equivalente de fifar) yo digo
que éste es mi derecho y que yo puedo acostarme con quien quiera porque mi cuerpo
es mío y después de todo, me digo, el placer sexual y el orgasmo me pertenecen
a mi, no tengo que rendirle cuentas ni darle explicaciones a nadie, así que
tengo por que establecer compromisos posteriores con alguien con quien yo me
vaya a la cama porque tengo la misma libertad que los hombres de hacerlo. Así
que elijo al tío que me gusta y lo invito a mi departamento y me acuesto con el
y tengo sexo sólo porque así lo decido y sólo porque mi cuerpo es mío y me
pertenece. Y me acuesto diciéndome todo esto. Y cuando me levanto,
irremediablemente... estoy enamorada”.
Ella cuenta esto para dar a entender que si
bien en teoría todo queda muy claro, la educación sexual que ella y su madre y
su abuela han recibido sigue condicionando su conducta. El aprendizaje es que
si hubo sexo, después tiene que haber amor, porque si no el producto queda como
bastardeado.
Yo no tengo nada en contra de que el amor venga
incluido. Lo que detesto es la idea de que sea imprescindible. Pero, sobre
todo, detesto la idea discriminadora de creer que hay una diferencia entre la
sexualidad de los hombres y la sexualidad de la mujer.
Por supuesto, hay una diferencia en lo
anatómico, hay una diferencia en la función o en la forma, pero así como creo
que los hombres y las mujeres tienen la misma disposición y la misma
posibilidad de crecer, de evolucionar, de decir y de pensar, creo que tienen la
misma capacidad y las mismas limitaciones en la sexualidad.
Excepto en aquellos aspectos pautados
socialmente.
Excepto en la conducta derivada de las
creencias que algunos han sembrado en nosotros y que nosotros seguimos
sosteniendo .
Hay que deshacerse de esas creencias
discriminadoras. Creo que de algunas ya
nos hemos deshecho, pero todavía quedan rastros.
Si le preguntamos a un grupo de 100 mujeres y
hombres en la Argentina si están dispuestos a admitir que su pareja alguna vez
ha tenido un desliz sin importancia, mas del 75% de las mujeres lo admitirán en
privado y menos del 10% de los hombres, aceptarán la remota posibilidad.
No hay correspondencia entre lo que creen los
hombres y lo que creen las mujeres.
Las estadísticas indican que parece mas lícito
para una mujer que para un hombre pensar que quizá su pareja haya tenido un
desliz.
La pregunta es: ¿por qué?
Por que es mas lícito para un hombre tener
aventuras.
¿Por qué pensar que un hombre podría y una
mujer no?.
Entonces... me acuerdo de cuando éramos chicos.
A los varones nos decían:
“Cogete a
todas, menos a tu novia”.
Mi hermano
tiene 5 años mas que yo. Cuando yo tenía 14 – hace
37 -, el tenía una novia, y a veces. Los viernes, mi hermano salía sin
la novia. A mi me sorprendía, no entendía porque la novia lo dejaba. Entonces
el me decía:
- Porque
yo a ella la quiero de verdad.
Y yo le
decía:
- ¿Y?.
- Y
entonces le tengo mucho respeto
- ¿Y?
- Y
entonces hay cosas que yo no voy a hacer
con ella...
Entonces
yo le decía:
- ¿Y ella
lo sabe?.
- Si.
- ¿Y no se
enoja?
- Bueno se
enojó. Pero después habló con la madre...
- ¿Y?.
- Y
entonces la madre le dijo que ella no tenía que enojarse, que al contrario, es
demostraba que yo era un buen muchacho.
Esto, créanme, es verdad, literalmente pasó (y
prefiero pensar que ya no pasa).
Entonces, las madres de aquellas novias de mi
hermano o mías les enseñaban a sus hijas que los hombres teníamos ciertas
“necesidades fisiológicas”.
Se entiende que esto no tiene ningún asidero en
lo real, no hay un solo libro de medicina que hable de esto, pero algún varón
piola un día lo inventó y calzó tan bien, que como las chicas no podían tener
relaciones antes del matrimonio, avalaban que los chicos tuvieran sus aventuras
por ahí.
Claro, las chicas preguntaban: “¿Y nosotras no
tenemos necesidad fisiológica?”, porque sentían cosas. Y las madres, claro, les
explicaban que no tenían. ¿Por qué no tenían?. Porque tenían... ¡el alivio de
la menstruación!.
¡Que infames!, suena – y es – de terror, pero
este argumento fue parte del concepto educativo hasta hace 20 años. Se decía
que la menstruación era un alivio porque “depuraba la sangre”, y entonces con
la sangre depurada de toxinas las mujeres no tenían “esos” deseos. Como el
hombre no tenía esta depuración de la menstruación, entonces tenía que resolver
su incontenible necesidad fisiológica, porque si no la resolvía... ¡le dolían
los testículos!.
Y lo peor de todo es que el mundo entero creía
esto, ¡inclusive los hombres!, que nos montábamos en la historia de que nos
dolía, que nos apretaba, que hace mucho que no...
Esto parece absurdo hoy, sin embargo, la
impronta se mantiene. Esto es lo grave.
Nosotros que sabemos que no es así, seguimos
funcionando como si así fuera, permitiéndoles algunas licencias a los hombres
como si tuvieran la necesidad fisiológica y no permitiéndoselas a algunas
mujeres como si tuvieran el alivio de la menstruación.
Y no es que el dolor testicular no exista, sino
que era una historia planteada por los hombres.
Después de un round de caricias subidas de tono
(franelas, como se decía entonces), el varón decía: “¡No me vas a dejar así!”.
¿Y ella?. ¿Por qué ella no decía “No me vas a
dejar así”?. Como si ella no sintiera nada... ¿Qué pasaba con el “así” de ella?
Esta historia espantosa condiciona nuestra
creencia hasta tal punto que seguimos diferenciando la sexualidad entre hombres
y mujeres, diciéndoles a nuestras hijas
que las mujeres tienen mas que perder.
Escucho estas frases y me parece increíble que
la educación represiva de hace mas de 50 años siga causando estragos.
La educación ha cambiado, es cierto, estas
cosas no se escuchan en verdad, los jóvenes mismos son mas sanos, sin lugar a
dudas. Y sin embargo, hace falta admitir con humildad que nuestra ignorancia
pasada influye todavía en nuestras vidas.
En los hechos concretos, la iniciación sexual
de los jóvenes de hoy está muy lejos de ser la espantosa iniciación sexual que
teníamos nosotros.
Un tío amigo nos llevaba para que
“debutáramos” con una de las chicas “de
vida ligera” como decían ellos. Parecía algo importante, porque ahí uno se
graduaba de hombre y el tío se quedaba tranquilo, y convencido de que uno no
era puto, cosa que era fundamental demostrar. Entonces el tío iba a ver al
viejo de uno y le decía: “Ya está”. Y el padre de uno entendía que se podía
quedar tranquilo. Porque... “Dios no permita”.
En fin, el debut del hijo varón era un placer y
un alivio para la familia, porque significaba la certeza de que el chico no iba
a ser homosexual, pero para el, en general, era una porquería.
En mi barrio había que hacerlo antes de los 18,
porque de lo contrario no quedaba otra que mentir mucho. Después me enteré de
que no era el único que mentía...
A nadie se lo ocurría iniciar a ninguna mujer, y mucho menos hacer
un festejo.
Hoy en día, un nuestros hogares, cuando la nena
viene a hablar de esto, los padres “modernos y psicologizados” dicen
solemnemente.
“Ajá...
¿Lo pensaste bien, no?. Porque mira que...”
pero no hay placer ni festejo por la hija que
inició su vida sexual, ni siquiera alivio.
Seguimos
educando como si la sexualidad fuera diferente para mujeres y varones.
Y esto es manejado por una estructura machista
de pensamiento.
Mal que nos pese, aunque intentemos superar
esta mirada y luchar juntos, hombres y mujeres, por el pie de igualdad respecto
de muchas cosas, incluidas la liberación que significa poder decidir sobre
nuestra vida sexual, no lo estamos haciendo.
Esta enseñanza no es producto de una inocencia
de la cultura, ni producto de enaltecer la sexualidad, sino que tuvo en su
origen un sentido específico: fortalecer la monogamia, o mejor dicho, la
fidelidad, sobre todo en las mujeres.
Porque si a ella le enseñaron que se ama una
sola vez en la vida y para siempre como vimos antes y el sexo se puede tener
solamente cuando se ama, el resultado es una garantía absoluta de fidelidad. Es
decir, la mujer no puede coger con nadie, salvo con su marido.
Por el contrario, como al hombre le enseñaron
que el sexo y el amor son cosas distintas, bien puede creer que se ama una sola
vez en la vida y para siempre, pero esto no le impide irse a coger con quien
quiera. Y si encima aprendió que la esposa debe ser casta, pura y angelical...
entonces puede terminar cogiendo con todas menos con su mujer.
A favor del conflicto edípico, el psicoanálisis
explica que eróticamente uno está inevitablemente conectado a su mamá. Cuando
el chico tiene cuatro años, esto no es problema, pero después cuando cumple
doce, empieza a serlo. Porque si hay un tabú generalizado en todas las
culturas, es este: con la madre no se coge. Con el padre, algunas
culturas dicen que si, con los hermanos y los primos también, pero con la madre
está prohibido en todas las culturas de todos los tiempos. Entonces, uno se da
cuenta solito de que su deseo está mal, que no se hace. ¿Qué pasa con este
pequeño caballerito de doce años que quiere cogerse a su madre?. En el mejor de
los casos, se identifica con su papá y le dice internamente: “Cogétela vos,
papi, que lo hacés bien”, y se siente tranquilo. Pero no siempre es tan fácil.
Lo cierto es que tiene que hacer algo con su deseo que no sea estrictamente
cogerse a la madre.
Y lo que en general hace es tomar esta imagen
de mujer única que es la madre y dividirla en dos imágenes antagónicas: una, la
mujer santa, casta, pura y angelical, que
representa a la madre, con la cual, por supuesto, no se coge. Y otra, la
mujer puta (no la que cobra, sino la que goza) para disfrutar, con la cual se
coge, absolutamente, de hecho está para eso.
Casi todos los hombres llegamos al mundo sexual adulto con esta imagen dividida. Las
mujeres pertenecen a dos grupos: madres y putas. Cuando un varón busca a una
chica para coger, sabe dónde encontrarla. Cuando busca a una chica para formar
pareja y casarse, recurre al grupo de madres. Entonces sucede algo que parece
lógico pero que a el lo asombra:
No sabe por que, no tiene ganas de coger con
ella.
¡Quiero coger con todas las demás menos con la
que eligió!
Y es lógico, porque fue elegida sobre la
impronta del aspecto amado de su mamá.
El 70% de los tipos que están en pareja y
tienen un vínculo estable con esa mujer que eligieron y que les resulta bárbara
para estar en pareja, tienen que salir a putanear por ahí porque las que
realmente los calientan son las otras.
Y para agravar este asunto, las madres les han
enseñado a las hijas que hay que ser casta y pura, no puta.
¿Cómo resolvemos esa conducta disociada de un
modo saludable?. Encontrando a una mujer cuya actitud personal tenga tales
características que nos permitan volver a unir las imágenes que alguna vez
separamos. Esto es, una mujer que pueda sumar los aspectos de los dos grupos
arquetípicos: el de las madres y el de las putas.
Dicen un
paciente mío que cuando uno tiene una mujer capaz de ser madre y de ser puta,
tiene una mujer de puta madre,
Y es cierto y es maravilloso, no sólo para ese
hombre.
Cuando una
mujer se anima a ser madre y puta, tierna y sensual, buena y erótica, se siente
otra vez completa.
Las mujeres también tienen que aprender que no
hay diferentes grupos, que ser puta no es ser prostituta, es saber disfrutar
del sexo.
La mujer
ideal, decía Schopenahuer, es una princesa en la vida social, una avara en los
gastos y una puta en la cama. No como la mía – decía el - que es una princesa
en los gastos, una puta en la vida social y una avara en la cama.
Si para que los hombres no tengan que buscar
afuera, la mujer tiene que reunir la actitud de una madre y la actitud de una
puta, ¿qué aspectos tiene que reunir el hombre para que la mujer no tenga que
buscar otro hombre afuera?.
Porque también hay dos imágenes de hombre: el
asexuado (protector, paternal, etc.) y el potro (sensual, y musculoso).
Las mujeres suelen decir que su expectativa del
hombre es que sea cuidadoso, tierno y protector, que tenga swing y sea
caballero. Queda claro que éste es uno de los dos aspectos. ¿Cuál es entonces
el equivalente masculino de la mujer que disfruta del sexo?. Porque el hombre
dice con orgullo en la mesa de café: “¡Mi mujer es bien puta!”... ¿Qué dicen
las mujeres cuando hablan de esta cuestión?.
En mis charlas, las mujeres dicen que tiene que
ver con muchas cosas, pero terminan en la ternura.
A mi juicio, la pretensión de los hombres de
que las mujeres sean putas en la cama no tiene un equivalente exacto en el
lenguaje de las mujeres. Y posiblemente no lo tenga porque culturalmente está
aceptada la exigencia del hombre, pero no todavía la exigencia de la mujer.
Si para la
mujer el sexo estaba ligado al amor, entonces no estaba ligado necesariamente
al placer.
El placer provenía de la entrega hacia el
hombre amado, pero no de la práctica
sexual en si misma. ¿Cuál es el equivalente masculino mas aproximado de la
mujer de puta madre?. No lo se, y me
temo que hasta que no lo descubramos el
lugar va a ser ocupado por play-boy
seductor y mujeriego que promete lo que jamás cumple. Quizá sea hora de
poner en palabras (y dejo este desafío para alguna lectora) la manera de
definir al hombre de puta madre. Para
encontrarlo, aunque todavía no lo podamos nombrar, valdrá la pena, para las
mujeres, acercarse a la fusión de las imágenes, y para los hombres, animarnos a
ver en todas a la mujer completa que deseamos encontrar.
Me parece que mujeres y hombres somos eres
sexuados que podemos elegir. Creo que para una señora a la que le encantaría
acostarse con todo el mundo, quedarse con un solo señor es un esfuerzo. Habría que ver si debe
hacerlo o no. En todo caso, la fidelidad es parte del pacto con su pareja. Y
cada pareja puede hacer el pacto que quiera.
No hay diferencia en la apetencia sexual de los
hombres y de las mujeres.
La “necesidad fisiológica del hombre” es la
trampa con la cual durante décadas los hombres hemos engañado a las mujeres. Es
una cárcel donde sólo entran ellas. La mujer queda presa de un solo hombre y el
hombre queda en libertad.
Es que, además, se trataba de eso, de tenerlas
engañadas por pensar que no podían tener
sexo con otro hombre porque el sexo se tenía sólo por amor, y si no era de
prostituta... Porque, como decía la tía Gloria: “Para ir a la cama con un tipo que no es tu marido y no cobrar, mejor
ser honrada”.
Ligando el sexo al amor, las mujeres tenían una
única manera de tener sexo sin necesidad de prostituirse: ser fieles.
Pero, más allá de esto, como ya no se puede
sostener la idea de que los hombres tienen necesidades fisiológicas y las
mujeres no, aparecen nuevos mitos para reemplazar aquel.
Que el hombre tiene mas necesidad que la mujer.
Que potencialmente el hombre es más apto para
disfrutar que la mujer.
Que es el hombre el que aporta el deseo porque
ella no lo siente.
El mito sostiene que las mujeres, por
constitución, por esencia o porque son mas espirituales y porque son madres no
les interesa tanto el sexo. Que los hombres son por ende mas “sexuados” que la
mujeres.
Por supuesto, estos mitos siempre encuentran
estadísticas, mas o menos ajustadas al deseo del encuestador, que los avalen.
En 1925, un informe médico alemán aseguraba que
el 70% de las mujeres eran frígidas. En el mismo informe, solamente el 5% de
los hombres admitía padecer alguna disfunción sexual.
El resultado confirmaba que el lugar de la
mujer en la sexualidad era estar a disposición del deseo del hombre.
En 1945 (el primer informe Hite) con la influencia
de la corriente psicoanalítica, las disfunciones masculinas empiezan a quedar
al descubierto y las mujeres empiezan a animarse mas a disfrutar sin cargar con
la acusación de ser prostitutas por ello.
Sobre mitad de siglo, las mujeres frígidas eran
el 45% y el equivalente, en el hombre cercano al 10%.
La superioridad sexual del hombre (10 contra
45) estaba a salvo.
Aunque parezca increíble, hasta 1960 ni la
medicina ni la psicología habían hablado
nunca de orgasmo femenino. Y
no se hablaba porque la fantasía era que no existía. El planteo subliminal era:
¿Para que nos vamos a ocupar tanto del placer del la mujer si la mitad de las
mujeres no siente nada?.
En 1960, Master & Johnson, por primera vez,
hablan, estudian y escriben sobre el orgasmo femenino. Con el cambio de lugar
de la mujer en el mundo y la tendencia a equiparar derechos, civiles, laborales
y sexuales, las mujeres no sólo se animaron a sentir lo que eran capaces de
sentir, sino además (y estos son los cambios que se advierten en los informes)
a decir lo que sentían.
Y la diferencia en los porcentajes comienza a
achicarse.
En los `70 se demuestra que muchas de las
mujeres caratuladas como frígidas en las estadísticas anteriores no son
frígidas sino anorgásmicas, que no es lo mismo. Estas mujeres si se excitan
aunque no lleguen al orgasmo, y por ello en las nuevas estadísticas la cantidad
de mujeres frígidas (incapaces de exitarse) baja rápidamente. Ya no son 45 de
cada 100, sino solo 10 o 12, el resto son anorgásmicas pero no frígidas.
Para agravar la hegemonía masculina aparece un
dato adicional, un descubrimiento revolucionario. Se descubre que la
eyaculación es una cosa y el orgasmo es otra.
Si bien el 30% de las mujeres es anorgásmica en
los informes sexuales de los `70 el 30% de los hombres también lo es.
Y esto es una revolución. La idea de que cada
eyaculación conlleva siempre un orgasmo se derrumba para siempre.
Esta es una grave herida para el narcisismo del
hombre. Nosotros, que estábamos convencidos de no tener problemas con el orgasmo
porque teníamos eyaculación, descubrimos que o era así. Por primera vez nos
enteramos de que un orgasmo es mucho mas que una eyaculación. Nos enteramos de
que un hombre puede tener una eyaculación, dos, tres, cinco, veintiocho,
treinta, ciento cuarenta... Pero que un orgasmo es otra cosa. empezamos a ver
que la respuesta orgásmica masculina es mas o menos parecida a la respuesta
orgásmica femenina. Que no hay muchas diferencias desde el punto de vista de lo
que sucede en el individuo como un todo.
Y si bien es cierto que la mayor parte de las
veces el orgasmo coincide con la eyaculación, eso no quiere decir que cada vez
que hay una eyaculación haya un orgasmo.
Sin embargo, todavía los porcentajes podían
sostener el mito de la superioridad sexual masculina:
Como el 30% de anorgásmicos incluía el 10% de
impotentes, y las mujeres sumaban un 45% de anorgásmicas, se seguía diciendo
que éstas eran mas incapaces de disfrutar que los hombres.
Cuando esto se publicó comenzó a suceder lo
increíble. El cambio de planteo que la mujer tenía de su sexualidad, a partir
del conocimiento de estos datos, le dio el permiso de animarse a disfrutar, y
el 45% de las mujeres anorgásmicas empezó a bajar hasta un 16% , porcentajes
similares a los que encontramos entre los hombres (por lo menos en aquellos que
están dispuestos a admitir la diferencia entre un orgasmo y una eyaculación).
Sabemos
desde entonces que hay tantos anorgásmicos como anorgásmicas y, lo que es mas
halagador, hay tantas mujeres capaces de disfrutar de un encuentro sexual como
los hombres con esa capacidad.
El orgasmo masculino no es sólo una excreción
de líquido seminal con algunos espermatozoides, un poco de jugo prostático y
una sensación de alivio transitorio. Un orgasmo es una respuesta que tiene que ver con lo biológico, pero
también con lo psíquico, lo psicológico y lo espiritual
Un orgasmo
es una respuesta física de todo el cuerpo frente a una expresión de placer tan
intensa que provoca una transitoria perdida de control.
El orgasmo
es una expresión del cuerpo tan descontrolado que en estudios
encefalográficos realizados en personas que estaban manteniendo una relación
sexual se ve que durante el orgasmo hay espinas irritativas de crisis seudo
convulsiones que semejan una pequeña crisis epilépticas transitoria (esto es
aparece, se desarrolla y termina).
Repito: no hay orgasmo sin pérdida de control.
Entonces, cuando pensamos en relaciones
sexuales donde todo está controladito, donde un señor y una señora terminan, el
eyaculando y ella sintiéndose satisfecha, donde todo está muy aséptico y muy
bien demarcado, sabemos que allí puede haber placer, pero ¿orgasmo?. Orgasmo
no.
El orgasmo necesariamente se cursa con
descontrol. No hay ninguna posibilidad de que alguien tenga un orgasmo si todo
está absolutamente bajo control.
Por alguna razón que yo en verdad desconozco,
el Río de la Plata tiene el privilegio de tener un extraño culto al orgasmo.
Los argentinos, sobre todo, y nuestros hermanos uruguayos también, tenemos una
historia peculiar que va aún mas allá.
Primero porque vivimos nuestra sexualidad como
si de lo que se tratara fuera únicamente de conseguir el orgasmo.
¿Cuánto dura un orgasmo?. ¿Diez segundos,
quince, veinte, treinta con mucha suerte?.
Pensar que lo único que vale la pena de la
relación son los últimos treinta segundos, la verdad es que una miseria. Pensar
que toda la historia sexual es solamente para esos quince segundos es ser un
miserable...
No puede ser así, y de verdad no lo es.
Si bien es cierto que – dicen los técnicos –
una relación sexual tiene una duración promedio de 21 minutos, en ese tiempo
pueden y deberían pasar muchas cosas.
La
sexualidad tiene que ver con todas esas cosas, y si bien una de ellas es
el orgasmo, no es la única y posiblemente ni siquiera sea la mas importante.
Habrá que aprender a recalificar el orgasmo y
quitarle ese contexto tan cargado de mérito.
Porque los argentinos no sólo tenemos instalado
el culto al orgasmo, sino que además hacemos de la cantidad de orgasmos la
evaluación de la cantidad de placer obtenido.
Porque acá la cosa no es solamente si tuviste
orgasmo. ¡Es cuántos!. Se supone que cuanto mas... ¡mejor!.
Entonces, en la mesa del café, los hombres nos
reunimos y hablamos sobre sexo...
- No...
porque yo, anoche... – dándose aires - ¡Tres!
- Yo me
acuerdo la otra tarde... – dice el otro - ¡Cinco!
- Si es
por eso, en un picnic... – dice el
tercero – me eché ¡Catorce!.
- Que
tarados que son – dice el muchacho que sabe -, la historia no es uno, se trata
de cuántos le sacás a ella... Porque mi mujer conmigo, por ejemplo, menos de
tres... nunca.
- ¡No! –
dice el otro – si es por eso la mía, cuando yo uno ¡ella seis!
Y
entonces, todos le preguntan al que guarda silencio.
- ¿Y la
tuya pepe?
- No, no,
no , la mía ... ¡es multiorgásmica!
¡Biónica! - piensa uno –
Y llega a
casa fastidiado y acusándose: ¿¡Y yo que
hago casado con un pedazo de bofe!?. Multiorgásmica!!!. ¡Que lo parió, soy un
tarado!. ¿cómo no me avisaron antes para que yo supera elegir una de esas?.
¿Qué hay que hacer para conseguirlo?
¡Multiorgásmica!. Suena fantástico. Y empieza a
aparecer artículos en las revistas para mujeres (editadas por hombres) sobre
“Como llegar a ser en la cama lo que todo hombre desea”, el tantra del sexo en
el matrimonio, los misterios del punto G y la dieta de la mujer insaciable.
Cuando pensamos la sexualidad desde el orgasmo
todo es muy complicado. Primero que nada, porque de verdad no tiene esa
importancia. Y segundo, porque se deriva en un tema puesto al servicio de una
competencia entre los hombres que no tiene nada que ver con las mujeres con
quienes estos hombres vienen de estar.
Cuando un hombre le pregunta a una mujer
“cuántos”, no es por ella, es para contarlo en el café, es para registrarlo
ahí, no tiene que ver con lo que está pasando sexualmente entre ellos.
Y cuando pregunta si terminaste o no
terminaste, es porque hay una amenaza para el, que ha sido entrenado pensando
que para ser un macho viril, probado y exacerbado, tiene, primero que haber
tenido su correspondiente eyaculación y luego dejarla a ella “dada vuelta”
(como todo amante que se precie). Y este es el culto a la inseguridad masculina
y no al verdadero encuentro con la mujer. Ningún hombre va a estar fácilmente
dispuesto a admitir que esto es así, por
mucho que lo diga yo.
Y cuando algunos hombres que no volverán a leer
mis libros se sientan agredidos por mis ideas, van a decir.
“¿Qué sabe
ese gordo idiota? ¡Seguro que es puto!”
Está todo
bien, y yo entiendo.
Lo que digo es amenazante para nuestro ego
narcisista.
Voy a ayudar a desmerecer al autor para
tranquilizar a la barra.
Lo digo públicamente para que los hombres que
me leen no se fastidien, yo mismo he evolucionado en mi rendimiento sexual. Con
el tiempo he pasado del famoso “Dos sin llegar a sacarla” de mi adolescencia,
al actual. “Tres sin llegar a ponerla...”
Así que no se preocupen, no importa nada, ese
soy yo.
En la
historia de estar tan pendiente de la cantidad de orgasmos propios o del otro,
uno se pierde lo que está pasando.
Pero esto no es lo peor. Tenemos un mito que es
tan lirico como el chimichurri o el dulce de leche. El mito del orgasmo
simultáneo.
Si admitimos que el orgasmo es dejar de
controlar, si lo mejor que me puede estar pasando en la cama con el otro es que
yo esté gozando tanto como para perder el control, y eso es el orgasmo,
cuéntenme cómo hicimos para descolgar la absurda idea del orgasmo simultáneo,
la idea de que para que una relación sea buena, ventajosa y apropiada, ¡tenemos
que terminar juntos!
Si el orgasmo es descontrol, ¿de donde se saca
la idea de que debemos terminar a la vez?. Y además ¿cómo construyo la
coincidencia?.
Esta es una idea absurda y caprichosa, no tiene
ningún sentido. Es como si mi esposa y yo decidiéramos un día ir a comer
milanesas a un restaurante y por capricho se nos ocurriera que tenemos que
comer el último bocado juntos. ¿Se entiende?. Entonces nos traen las milanesas
y las empezamos a comer mirando la
milanesa del otro, a ver cuán rápido o cuán lentamente come para, a su vez apurarnos
un poco para comer a la par... Imagínense el diálogo
- Estás comiendo un poco rápido.
- No, sos vos el que masticás demasiado.
- No, no, no... sos vos.
- Porque tu milanesa es mas chica.
- No, la tuya era mas grande.
- Esperá un poco, no te apures.
- Esperá que ahora me falta.
- Esperá que tomo agua....
- Dale, ahora si.
- ¿Estás lista?
- ¡A la una... a las dos... y a las tres!.
Y ¡pumba! Finalmente comemos el último bocado
de milanesa, nos miramos y decimos: ¡¡¡Que bárbaro!!!. Y salimos a la calle
orgullosos para decirle a la gente que comimos el último bocado de milanesas
juntos...
¡A quién le interesa!. Y además, ¡¿qué
importancia puede tener!?.
Es peor que ridículo, porque no es gracioso.
Porque no es comer el último pedazo de milanesa
juntos, es perder el control, es intentar controlar lo que, si sucede
adecuadamente, es incontrolable.
La historia de los gemidos de la habitación de
al lado en los hoteles baratos es significativa:
- Dale
- Apurate.
- No pará un poqui... No, seguí.
- Pará...
- Daleeee.
- No me apu....
- ¿Tas?
- No, no, no
- Si, si...
- Ahora vos.
- Ahora yo.
- ¿Y?.
- No, no , pará un cachito...
- Ay...
- ¿Que pasó?
- Se me escapó. ¡¡Que pelotudo!!.
¿Cuál es el fundamento de toda esta pavada?.
Yo no tengo ninguna duda de que la
sexualidad tiene que ver con el placer compartido,
tengan la plena certeza de que es así.
Pero de ahí a creer que el placer compartido
tiene que darse exactamente en el mismo instante geográfico, geométrico y
planimétrico es una estupidez.
No vale la
pena cancelar el placer del encuentro pensando en la coincidencia de llegar
juntos al orgasmo.
Lo que importa es que entendamos para que
estamos ahí. Y seguro que no
estamos ahí para tener un orgasmo en el mismo momento, ni siquiera para tener
un orgasmo.
Puede ser que suceda, que estemos comiendo
milanesas con mi esposa y los dos coincidamos en el último bocado, nos miremos
y digamos: “Uy, mirá comimos juntos el último bocado, que lindo”. Pero de ahí a
tratar de que suceda...
(Y para darle un poco de humor al asunto, diría
que si bien terminar juntos no tiene
ninguna importancia, conviene que sea en
el mismo día. Es mas, conviene estar
juntos cuando suceda, y esto también es verdad).
Tratar de
controlar el descontrol del orgasmo es evitar el orgasmo.
Aquí sería importante hacer una salvedad. Postergar
mi placer para obtener mas placer, demorarme porque me da placer hacerlo, es
una cosa, pero creer que ésta es mi obligación para que vos tengas tu orgasmo,
es otra cosa, es quedarse anclado en el control. Y entonces sucede que cuando
me podía descontrolar, ya no puedo hacerlo porque pasó el momento.
Cuando un hombre tiene un orgasmo de verdad, no
un mero alivio del agua de las aceitunas, no quiere mas... Entonces, el
problema del orgasmo simultáneo es que si el se fue y vos te quedaste, ahora te
quedaste sola. Y esto es triste. Pero yo me pregunto: ¿Por qué habrá que irse
en ese momento?. Digamos, podemos esperar tres o cuatro minutos y empezar de
nuevo, ¿por qué no?.
Si no terminamos al mismo tiempo, ¿por qué
abandonar el encuentro ahí?.
Si no terminamos juntos, será en la próxima,
será en la que sigue o en la que sigue, en todo lo que viene después. Habrá que
esperar un ratito, mientras el está en el síndrome de las seis y media (vieron
las agujas a las seis y media, ¿no?), pero nada mas.
Diez minutos es el período refractario
fisiológico, y después podés querer mas o no, podés retomar el juego o no.
Alguien podría decir:
Pero ¿si
uno tiene eyaculación precoz, cómo hace?. Tiene que controlar...
¡Está en los libros!. ¡Hay páginas y páginas de
todo lo que hay que hacer para postergar la eyaculación!. Desde pensar en tu
jugador de fútbol favorito hasta meterse un dedo en el culo, desde mirar
televisión hasta pensar en tu suegra, desde clavarte la uña en el lóbulo de la
oreja hasta pedirle a tu mujer que te apriete un testículo... ¡¡¡Por favor!!!.
¡Yo no lo puedo creer!.
Un hombre
que padece de eyaculación precoz ha sido intimado por su pareja a resolver su
problema o...
Desesperado,
el hombre consulta a un famoso sexólogo de la ciudad que ha adquirido fama por
los éxitos obtenidos en pacientes con problemas como el suyo.
El médico
lo examina, le hace preguntas, lo mira con un aparato de extraños rayos azules
y luego le dice:
- Bueno,
mi amigo. Buenas noticias, estamos en condiciones de curarlo de su problema.
- ¿Si
doctor?. Que suerte, ¿qué tengo que hacer?.
- Mire, el
método es sencillo pero requiere de cierta paciencia para ejecutarlo.
- ¿Qué
quiere decir paciencia, doctor?. ¿Cuánto tiempo voy a tardar hasta curarme?
- Mire,
depende de cada paciente, pero yo diría que en quince días va a estar en condiciones de intentar una
relación con su esposa.
- No,
doctor... De ninguna manera, esto tiene que resolverse hoy mismo... mi esposa
se va a divorciar si no lo soluciono.
- Mire,
señor, nunca he intentado el método con esa urgencia pero si usted se anima a
esforzarse y dedicarme el día, quizás esta noche pueda dar la nota.
- Lo que
sea, doctor, lo que sea.
- Muy
bien. Comencemos entonces. ¿Comida francesa, italiana o española?.
- No sé
doctor, ¿qué me dice?.
- Elija,
hombre. Usted decide...
- Bueno...
no se... italiana, doctor.
- Bien.
Vamos.
Médico y
paciente salen de la consulta y se meten, guiados por aquél, en el restorán de
Giusseppe, el de la esquina.
- Se trata
de esto. Usted debe aprenderse el menú de memoria.
- ¿Cómo?
- Si, si.
Primero tres o cuatro entradas, tres o cuatro
platos principales y tres o cuatro postres.
- ¿Y?
- Después
de aprenderlos se los va a repetir mentalmente hasta que se transformen para
usted en un mantra, en una frase automatizada.
- ¿Y?
- Así
hasta recordar todo el menú. Mis estudios demuestran que no hay nada mas
inhibitorio del orgasmo que pensar en comida. Así que cuando usted llegue a su
cama para encontrase con su mujer empezará a repetirse la lista de platos
aprendida y entonces pospondrá su eyaculación.
-
Maravilloso, doctor.
- Bien.
Vamos a ver. ¿Qué primeros platos elige para empezar?.
- Ehhh...
vitel toné... ensalada capresse... muzzarella in carrozza... pan de pizza...
- Muy
bien, repita eso, a ver.
- Vitel
toné, ensalada capresse, muzzaella in carroza...
- ¡Pan de
pizza!
- Ah, si
pan de pizza.
- Siga...
ahora cuatro platos.
-
Canelones alla Rossini... lasagna... bagna cauda... lingüini putanesca...
- Repita,
repita
-
Canelones, lasagna, bagna cauda, lingüini putanesca.
- Ahora
todo está aquí. vamos
- Vitel
toné. Ensalada Capresse. Muzarella in carroza. Pan de pizza. Canelones alla
Rossini. Lasagna. Bagna cauda. Lingüini putanesca.
Así sigue
la memorización durante horas y horas hasta que el paciente memoriza entra la
carta del restorán, cerca de cincuenta platos y mas de doce postres.
El
paciente, repitiendo su lista, se dirige al departamento.
- Vitel
toné. Ensalada capresse. Muzzarella...
Repitiendo
la lista entra en su casa.
-
...Canelones alla Rossini. Lasagna. Bagna cauda...
Y al ver a
la mujer le dice:
- Vieja,
vamos al dormitorio. El médico es un genio. Estoy curado. La mujer y su marido
entran en el cuarto y se tiran en la cama.
Ella se
acuesta de espaldas boca arriba para recibirlo. El hombre se planta frente a
ella, se saca los calzoncillos y dice:
- Vitel
toné... ensalaaaa... ¡Mozo!, ¡café y la cuenta!.
Me alegra mucho que nos podamos reír de esto,
porque estas son las miserias de nuestra cultura, lo que nos pasa, lo que hacemos. Es siniestro pensar
que así vivimos, creyendo estas barbaridades, cuando podríamos darnos cuenta de
que no es así desde muchos lugares.
Sobre eyaculación precoz, Masters & Johnson
tienen un trabajo donde se preguntan algo maravilloso: ¿Qué es precoz?. Rápido.
¿Cuánto es rápido?. No se sabe. Y entonces descubren que la eyaculación precoz
es un fenómeno de ciertos hombres con ciertas mujeres. Que no le pasa a un
hombre con todas las mujeres. De modo que definen la eyaculación precoz como
una disfunción de la pareja, es decir, del vínculo.
Entonces sucede que Juan es eyaculador precoz
con María pero no con Susana.
Que Patricia es frígida con Pedro pero no con
Esteban.
Y que Alejandra, que no pudo tener un solo
orgasmo con José, es un violín con Julio.
Y esto es porque Julio y Esteban sepan mas que Juan o Pedro. No es
porque unos sean mas expertos que otros, es porque los vínculos tienen mas
sintonía, es porque nos hemos encontrado y armonizado.
La química de la pareja es fundamental en este
asunto. Porque hay hasta olores que nos vinculan, aspectos que ni siquiera
podemos manejar. Uno llega a la cama con alguien, no le gusta el olor, se
deshace el encanto y lo que tiene que pasar no pasa.
Y no digo que el otro esté sucio, es el olor
del otro. Hay aspectos como el olor, el tacto, la sensación con la mirada...
miles de cosas que pasan o que lamentablemente no pasan.
La
sexualidad incluye mucho mas que el contacto genital.
Pero cuidado, pensar que el sexo es un pito
dentro de una vagina es una idea necia.
En el siglo XXI esto ya no puede ser cierto. No
podemos pensar que nuestra sexualidad se corresponde con el contacto de
dieciocho centímetros cuadrados de piel.
La sexualidad tiene que ver con muchas mas
cosas, no sólo con la penetración y la mera historia del orgasmo. Tiene que ver
con una función fundamental relacionada no ya, por supuesto que no, con la
procreación, sino con el contacto, el placer, la comunicación y el encuentro
con el otro.
Pensar que el placer reside en quién acaba
antes y quien después, pensar que el placer se define en si terminé o no
terminé, es la historia de los tipos que se quejan porque creen que tiene el
pito corto (95%). Y entonces uno se pregunta: ¿Corto para que?. ¿Cuál es la
idea de lo corto?. ¿De que se trata la fantasía de la virilidad relacionada con
el tamaño del pito?
Hay dos órganos fundamentales, que son los que
mas intervienen en la sexualidad: la piel y el cerebro. Si bien es cierto que
en una etapa hay una genitalización de la energía relacionada con la libido,
esto es sólo en el momento preorgásmco. En el resto del tiempo habrá que ver
cómo administramos toda la energía que nos sucede.
La excitación sexual es energía que se acumula
y que circula por todo mi cuerpo. Tratar de focalizarla en los genitales, en
una erección o en cierta humedad, me parece que es demasiado nimio. La
sexualidad le sucede a todo mi yo.
Si no encontramos nuestra satisfacción, sería
bueno ver que nos pasa a nosotros. Porque existe una fantasía harto peligrosa
desde el punto de vista formal: creer que el problema lo tiene solamente el
otro
El problema se coloca en el otro:
“Lo que
pasa es que vos sos frígida”...
“Lo que
pasa es que vos sos eyaculador precoz”...
Mi propuesta es colocar el problema en el
desencuentro entre nosotros.
Seguimos juntos, buscamos, intentamos, probamos,
pedimos ayuda, invitamos a alguien... En fin, lo decidimos juntos, pero no lo
colocamos en el otro.
Sepamos aceptar que no es culpa de uno o del
otro. Lo nuestro no está por alguna razón.
Dejemos de
lado los dedos acusadores que apuntan al culpable del fracaso sexual.
Sería bueno ver que es lo que está pasando
entre nosotros con la eyaculación precoz, con la falta de excitación, con esta
falta de lubricación tuya, con esta falta de erección mía, con esta falta de
orgasmo que tenés o que tengo.
Hay que entender que estas disfunciones tiene
que ver con nosotros dos, con lo que nos pasa, con un desencuentro entre
nosotros. Porque la sexualidad siempre es algo comprometido.
Y como las dificultades son compartidas, se
solucionan compartidamente.
La sexualidad no consiste ni se define en el
tamaño, en las dimensiones, en las estructuras, y tiene que ver, básicamente,
con la actitud.
El mundo está plagado de historias de culos
grandes y chicos, de dimensiones de pitos, de tetas prominentes o no, y de
cosas que, en verdad, no se relacionan en nada con el encuentro sexual en si
mismo.
Deshagámonos del culto al orgasmo, del culto a
la eyaculación con orgasmo, del culto al orgasmo simultáneo. Lleguemos a la
cama solamente para disfrutar. Y si en este curso de disfrutar sucede una
eyaculación, bien. Y si no sucede, no sucede.
¿Quién dice que para disfrutar hay que tener
una eyaculación o un orgasmo?.
El orgasmo
es la irremediable consecuencia de haberla pasado bien en la cama, pero no el
objetivo.
Hay que abandonar la idea de que la sexualidad
es el pito parado. Creer que coger tiene que ver con la erección y la vagina
lubricada es una idea mezquina. El placer de la sexualidad es mucho mas que
eso.
En una de mis charlas, un señor me dijo:
“Pero si
alguien quiere serruchar durante una hora, no puede sin erección”...
Entonces, yo le contesté:
“Al que se
siente mal porque quiere serruchar durante una hora y el pito no se le para, yo
le diría: bajate de la idea de querer serruchar durante una hora y el pito se
te va a parar durante una hora y media”.
Nuestros órganos sexuales no responden a
nuestra cabeza. Le decimos “parate” y no se para. Le decimos “ahora no te
pares” y se para.
Un
matrimonio está paseando por París en su luna de miel. Estando en Montamatre,
ven un cartel que dice: “Tony, el macho latino”. Interesante en ver de que se
trata, entran a ver el show.
Previsiblemente,
Tony, un musculoso con cara de italiano, bigotes, un tipo muy hercúleo de unos treinta años, aparece en el escenario
contoneánose y a los pocos minutos tiene una erección interesante. Delante de
Tony hay un atril, y en el atril, una nuez. Tony se pare frente al atril y con
un movimiento pélvico logra partir la
nuez. Todo el mundo aplaude... Ellos se sorprenden. Ella sale codeándolo,
diciendo: ¿Viste, no?, y se van a su casa.
Pasan 25
años y vuelven a París. Cuando pasan pro ese lugar de Montamartre, ven un
cartel que dice:; “Tony el macho latino”.
- ¡Otra
vez, no puede ser el mismo Tony! – dicen.
Entonces
entran y aparece Tony, de unos 60 años. Está musculoso todavía, pero un poco
arrugadito, medio canoso, un poquito mas fláccido. En el escenario ven un
atril, y en el atril, un coco.
Los tipos
se quedan helados. Tony se concentra y... ¡zas!. Una erección y ¡toc! El coco
cae partido por la mitad. El marido, desbordado, siente el orgullo de ser
hombre y la envidia pertinente de que otro consiga lo que uno no puede.
Entonces se acerca a Tony y le dice:
-
Disculpe, ¿usted es el mismo Tony que estaba acá hace 25 años?
- Si
- ¡Pero es
increíble!. Nosotros lo vimos hace 25 años y partía una nuez, ¡ahora un coco!.
¿Cómo puede ser?.
Y Tony
dice:
- Y... la
vista no da...
Salvando las distancias, hay que descartar la
pretensión de conseguir cosas programadametne.
No hay por qué querer coger una hora, dos horas ni media hora. Me parece
que hay que querer todo el tiempo que uno tenga ganas. Y en ese tiempo uno hará
con lo que tiene lo que puede y hasta donde puede. Y en todo caso, esa será la
sexualidad que uno puede en ese momento.
Esta es, para mi, la sexualidad sana.
El 95% de los hombres y las mujeres que tienen
disfunciones sexuales (anorgásmia, eyaculación precoz, impotencia) tienen lo
que se llama la anticipación del fracaso. Esto es, piensan que no van a poder y
entonces después no pueden, piensan en lo que tendría que pasar y después no
pasa. Gran parte de nuestro fracaso sexual depende de esto.
A partir de los estudios sexuales realizados
desde los años `60 para acá, hoy sabemos que el 75% de los problemas sexuales
se curan solos cuando el individuo cancela la expectativa de que tiene que ser
diferente.
La mayoría de los terapeutas sexuales recetan a
sus pacientes un ejercicio casi infalible:
Vayan a la
cama, hagan de todo, pero no cojan.
Esto es: cancelen la exigencia de estar
lubricados, erecto, firme durando, etc. Y lo que sucederá será que bajará la
expectativa y la sexualidad comenzará a funcionar de otra manera.
No puede elegir el que tiene una exigencia
previa. Y el que tiene una exigencia previa tiene que aprender que su pito y su
vagina no responden a la emoción al sentir el cuerpo y la vivencia del
encuentro.
Hay, por supuesto, algunas pocas razones
físicas que podrían determinar una incapacidad
de erección o de excitación pero representan en conjunto el 2% de todas
las consultas por disfunción. Los demás la inmensa mayoría, llegan a este
odioso lugar desde sus propios bloqueos personales.
Un tipo
que tenía una impotencia muy grave y una relación muy complicada con su mujer,
empezó a ir a un médico que hacía hipnosis. Después de ocho sesiones, el tipo
llega a la casa, le dice a la esposa que lo espere un minutito va al baño y se
encierra cinco minutos. Al rato sale hecho una furia... excitado, erotizado,
transpirado, sudoroso, erecto. Se tira arriba de la mujer, le arranca la ropa
con los dientes y le hace el amor espectacularmente.
Al día
siguiente llega, se encierra otra vez en el baño cinco minutos, sale y otra vez
se le tira encima, hace todas las posiciones, colgado de la lámpara, el salto
del tigre... todo.
Al otro
día otra vez: los números, las categorías, los animalitos, los personajes de la
televisión, los dibujitos, ¡todo!.
Pero
siempre, antes de hacer el amor, se encierra en el baño. Entonces ella llama la
atención. ¿Qué hará el baño? ¿será una parte de su terapia?, se pregunta. Hasta
que un día decide espiarlo...
El tipo
entra, se mete en el baño y la mujer lo mira por el ojo de la cerradura.
Entonces ve al tipo mirándose atentamente frente al espejo diciendo: “No es mi
esposa... No es m i esposa... No es mi esposa...”
Una de las
cosas que deserotiza a los hombres de un modo bastante complicado tiene que ver
con cargar a su compañera de rótulo de esposa.
(posiblemente un resabio de aquello de la puta
y la madre ¿se acuerdan?).
La sexualidad es tan importante en la vida que
valdrá la pena empezar a pensarla como un desafío. El desafío de la sexualidad
plena.
¿Que significa una sexualidad plena?.
La relación sexual plena debería incluir por
partes iguales ternura y erotismo.
A mi me gusta decir simbólicamente que habría
que llegar a la cama con un ramo de flores y un video pornográfico. Esa sería
la suma.
Flores + Video
Y como
otras veces hago, permitime usar estas letras como iniciales de la conducta
sexual que te deseo.
LA F
VAMOS A USARLA PARA HABLAR DE LAS FANTASIAS
Quizás no en vano esté la F al principio del planteo.
Porque de una manera o de otra todo empieza con la fantasía. Pero al seguir en
el tiempo estas fantasías se multiplican y generan lo que yo creo una de las
distorsiones mas graves de la sexualidad de la pareja. Por alguna razón estamos
condicionados a no compartir nuestras fantasías, ni siquiera aquellas que
incluyen a nuestra pareja. Y este es un grave error. Nada mejor que un cuarto
lleno de “ratones” para crear un clima de encuentro sexual. Uno de los ejercicios
favoritos que receto a las parejas con problemas es sentarlos en un café mas o
menos oscuro y susurrarse al oído las fantasías de cada uno. El resultado es
siempre el mismo. La pareja viene sorprendida de las coincidencias y
reprochándose no haberse animado antes a compartir. Contarte mis fantasías es
un acto de entrega y una fuente de placer para el compañero que no hay que
escatimar.
En una de mis charlas, una mujer me preguntó si
era patológico incorporar la fantasía de un tercero cuando se acaban las ideas.
En todo caso, es patológico si uno de
los dos no quiere. Pero aclaro, la fantasía de un tercero no tiene por que
llegar “porque se nos acabaron las ideas”, el tercero o la tercera, los cuartos
y los quintos son solamente una fantasía mas. Y tanto es así que la verdad, la
mayor parte de las veces, ni siquiera hace falta traer verdaderamente a un
tercero. Porque las fantasías no necesitan actuarse para disfrutarlas, las
fantasías sexuales se disfrutan con sólo compartirlas con el otro. Muchísimas parejas
fantasean con escenas que jamás actuarían y se excitan y lo disfrutan. No es
una propuesta, forma parte del juego.
LA L
DE LUGARES
Si uno quiere tener un vínculo creativo, hace
falta ser capaz de cambiar lugares. Hay que animarse a buscar nuevos lugares.
¡Nuestros dormitorios son tan deserotizantes!. Están diseñados para ver
televisión, para comer, para jugar con los chicos, pera escuchar la radio, para
leer... para cualquier cosa menos para coger. Va a llegar un momento en que se
volverá insoportable.
Hay que ir a los nuevos hoteles alojamiento y
aprender como se hace un lugar para coger y armarse el dormitorio así. Valdría
la pena. Las visitas se van a horrorizar un poco, pero uno va a pasar unas
noches maravillosas. Y si no quieren hacer esto, bueno, empiecen a coger en
otro lado, cojan en el living, cojan en el ascensor, en cualquier lado. No se
puede coger siempre en el mismo lugar. Agrego, si no cambian de lugar, de hora
o de posición van a terminar cambiando de partenaire. Créanme.
LA O
ES PARA RECORDARTE QUE TE OCUPES DE VOS
Todos pensamos en la cosa de a dos, en el
placer de dar placer. Y estoy de acuerdo. Sin embargo, la gente que sabe dice
que esto ha cambiado.
Hubo un tiempo en que la mujer estaba en
función de darle placer al hombre, luego el hombre creyó que su función sexual
era darle placer a la mujer. Hoy sabemos que la función sexual de cada uno en
la cama es exactamente la misma: disfrutar uno. Y que estamos allí, primero,
para conectarnos con nuestro propio placer, y segundo, para dar placer al otro,
cuando eso me de placer. Estoy allí, primero, para ocuparme de mi mismo, para
hacer las cosas que a mi me dan placer aunque algo me resulte desagradable,
porque esto sería no ocuparme de mi mismo.
LA R
DE ROMANTICISMO
Aquí reside el punto concreto de la ternura. No
dejar que la lujuria me distraiga de animarme a ser romántico, y a la vez, no
dejar que el romanticismo me distraiga de la exploración. Ser romántico en la
cama es no olvidarse que el amor quizás ronde la alcoba mientras disfrutamos
del sexo. Y si es así, que mejor que poner un gesto, en una palabra, en un
cuidado, lo que siento.
SIGUE LA E
DE EXPLORACION
Exploración
es creatividad. Por ejemplo, ¿cuántas veces se puede coger con la esposa
de uno los sábados a las cinco y media, en el mismo lugar, en la misma cama,
con la misma luz y en la misma situación?. No sólo cambiar de lugar, quizás
cambiar de ideas, entornos, situaciones, marcos, formas, posiciones, horas.
El
explorador occidental de la India. Entra en un templo tántrico y ve en las
paredes escrito por todos lados el número 85. Un montón de monjes recorren el
lugar cantando una canción que dice: “85.... 85.... 85....” El explorador
pregunta:
- ¿De que
se trata?
El que
parece mas anciano de los monjes le dice:
- 85 son las
posiciones para hacer el amor descriptas en el Kama Sutra.
El
explorador exclama sorprendido:
-¡¿85?!.
Pensar que yo conozco solo una: el hombre arriba y la mujer abajo.
Los monjes
lo miran sorprendidos y siguen recorriendo el templo al grito de :
- ¡86....
86.... 86....!
Habrá que animarse a buscar nuevas maneras. Si
yo vengo cogiendo con mi mujer los sábados a las cinco de la tarde, yo arriba y
ella abajo, si no soy capaz de cambiar de hora y no soy capaz de cambiar de
pose, de cama y de día, voy a terminar cambiando de mujer.
Escribile a tu pareja que cosa te gustaría
hacerle la próxima vez e imaginate que quisiera hacerte ella. Pedile que te
escriba una nota similar.
Si descubren que había cosas que no sabían,
vean que cosas pueden comprometerse a hacer por el otro disfrutándolo ustedes
también.
LA S DE
FLORES ES LA DE LOS SENTIDOS
Y este es un punto substancial: no limitarme a
la percepción de un solo sentido. No penar que la sexualidad se reduce al
contacto genital, y mucho menos al contacto de piel a piel. En la vida sexual
hay que usar los cinco sentidos: hay que poder oler, hay que poder gustar, hay
que poder oír, hay que poder ver y hay que poder tocar. Hay que animarse a
coger, con todos los sentidos en función de coger. Porque cuando se coge, lo
que pasa es lo mas importante que podría pasar.
LA V ES
DE VIDEO PARA RECORDAR VACIARSE DEL
AFUERA
Cuando
uno llega a la cama (o a la terraza, o a la cocina) el abc del comienzo
es dejar afuera lo de afuera, no se puede coger pensando en lo que pasó en el
trabajo, en lo cara que está la cebolla, en la discusión que tuve con la mucama
o en la pelea con el señor de enfrente. Y si a priori sé que no voy a poder vaciarme del afuera, entonces,
bueno sería no tener sexo ese día.
AL LLEGAR A LA I TE INVITO A VOLVERTE IRRACIONAL
Tengo
que ser tan intuitivo y tan vivencial como para animarme de verdad a ser
imaginativamente irracional. Esto quiere decir: ser capaz de llevar mis
fantasías a puntos irracionales de mi imaginación, no ser tan atado, animarme a
ser un poco loco en esto de imaginar cosas junto con vos.
Cuentan
que Dios le dijo un día a Adán
- Adán,
tengo una buena y una mala noticia para darte.
- ¿Cuál es
la buena?
- La buena
es que voy a regalarte dos nuevos órganos para incluir en tu cuerpo.
- Muchas
gracias, ¿de que se trata?
- El
primero es un cerebro pensante, que pondré en tu cabeza. Te servirá para
razonar, para calcular y para resolver cualquier problema que tengas.
- ¡Uy, que
bien!. ¿Y el segundo?.
- El
segundo es un pene, que colgaré entre tus piernas. Ese te permitirá momentos de
placer exquisitos y encuentros espectaculares con Eva.
- Muchas
gracias, mi Señor, realmente creo que voy a hacer un buen uso de estos dos
regalos. ¿Cuál es la mala noticia?
- La mala
noticia es que no vas a poder usar los dos al mismo tiempo
LA D DE
DIVERSION
Este concepto es para mi fundamental. ¡El sexo
tiene que ser divertido!. ¡No puede ser un rito serio y formal!. Si el rito es una cosa seria, algo
no está funcionando bien. El sexo está para que disfrutemos, pero también para
que la pasemos bien, para divertirnos. En dos sentidos: el humor, el estado de
ánimo, y en cuando a que sea diverso, diferente cada vez.
LA PENULTIMA LETRA, LA E ES PARA RECORDARTE QUE EXPRESES
TU SENTIR.
Expresarme
es además gemir, gritar, gruñir, llorar, reír, tentarme, hablar.
Expresarme significa no frenar la historia. Si hoy no podemos coger porque los
chicos están despiertos y sólo podríamos coger en silencio, entonces... cojamos
otro día. Si no va a haber lugar para expresar mis emociones, vayamos a coger a
otro lado, salvo que esto sea parte de un juego.
LA ÚLTIMA REFIERE EL PUNTO MAS IMPORTANTE: OLVÍDENSE DEL ORGASMO.
Si yo
puedo compartir mis fantasías, puedo ir cambiando de lugares, puedo ocuparme de mi, puedo obtener espacio para el
romanticismo, explorar, ser creativo, usar todos los sentidos, vaciarme del
afuera, ser irracionalmente imaginativo, divertirme y animarme a expresar mis
sentimientos, me queda un solo desafío: olvidarme del orgasmo.
Si quieren disfrutar de su sexualidad,
olvídense del orgasmo.
Dejen que pase cuando pase, pero olvídense
mientras estén allí. El orgasmo está muy lejos de ser lo mas importante e
imprescindible. Precisamente porque consiste en el descontrol, hay que dejar
que el orgasmo sea y no focalizarse en que pase.
F FANTASÍAS
PARA COMPARTIR
L LUGARES
PARA CAMBIAR
O OCUPARSE
DE UNO
R ROMANTICISMO
PRESENTE
E EXPLORAR
EL ENCUENTRO
S SENTIDOS
PARA INCLUIR
+
V VACIARSE
DEL AFUERA
I IRRACIONALIDAD
SUPREMA
D DIVERSIÓN
IMPRESCINDIBLE
E EXPRESIÓN
DEL SENTIR
O OLVIDARSE
DEL ORGASMO
Según
los orientales, el sexo es la máxima expresión de la iluminación.
La iluminación es enunciada por los místicos
como la disolución del yo. Esto es: ser un todo con el otro. Durante ese
instante donde yo pierdo el control, por un momento dejo de ser yo y puedo
conseguir la fantasía de fundirme con el otro.
Fundirse con el otro es el deseo supremo del
amor.
La mente vacía de pensamiento, el éxtasis de la
aceptación del otro. La ausencia de expectativas y de memoria y la entrega
total al presente son los hitos del camino que lleva al sexo como iluminación.
Si fuéramos capaces de llegar a esta vivencia,
aunque sea de vez en cuando...
Yo no creo que todas las relaciones sexuales
sean gloriosas y magnificentes, ni que en todas se pueda llegar a la disolución
del yo. Por eso digo: ojalá que podamos muchas veces.
Quiero decir, por lo menos de vez en cuando hay
que desacondicionarse, dejar de controlar y entregarse...
Pero surge la pregunta, hasta donde. ¿No será
peligroso tanto descontrol, no hay peligro de caer en la perversión?.
En todo caso habría que determinar, primero,
que es lo perverso y que no lo es.
Habrá que animarse entonces a saber quién soy,
que elijo, que me gusta y que voy a hacer con ello. Empezar a pensar que
estamos haciendo nosotros para mejorar nuestros problemas de anorgasmia,
eyaculación precoz, impotencia, frigidez...
Hay personas que no están satisfechas con su
vida sexual pero que no están dispuestos a hacer nada al respecto. Hay que
entender que nuestra sexualidad es muy importante.
Los argentinos somos un poco pacatos,
aprensivos, fifís con la sexualidad.
Cuentan en
España que un señor se encuentra con una mujer hermosa en un bar y la invita a
pasar la noche. Tienen una velada de sexo y lujuria espectacular y a la mañana
siguiente mantienen este dialogo:
Si ella es
estadounidense, dice: “Very good...”
Si ella es
italiana, dice: “Faciamo l´otra volta...”
Si ella es
española, dice: “Zi me llegaz a dejar deshpuéz de eshto... te mataré.
Y si ella
es argentina dice: “¡Ay... que pensará usted de mi”.
Esto habla de nosotros, de nuestra idea
vergonzante de la sexualidad, que es producto de una educación mezquina
respecto de nuestra libertad sexual.
Porque la sexualidad tiene mucho que ver con la
libertad personal.
Ser libre es elegir con quién, cuánto, como ,
dónde.
HETEROSEXUALES, HOMOSEXUALES O
BISEXUALES. MASTURBACIÓN.
Nosotros no somos heterosexuales, homosexuales
o bisexuales. Somos sexuales. Tenemos una sexualidad que es energía interna que
pugna por expresarse. No es casual que los vínculos homosexuales aumentan en
poblaciones donde hay sólo hombres o sólo mujeres, como en las cárceles, los
hospitales, barcos, instituciones psiquiátricas, etc. Porque esta energía
sexual que se acumula como la carga de una batería, tiene que actuarse desde
algún lugar. Y posiblemente, si estoy solo, la masturbación sea la mejor
conducta sexual a al que puedo acceder. Llegado el caso que por alguna razón yo
no pudiera tener vida sexual, es mas sano masturbase que sublimar la sexualidad
transformándola en exceso de trabajo, por decir una transformación usual.
Potencialmente, si consideramos al hombre como
sexual, ni homo, ni hetero, ni bi, alguien que puede aceptar la bisexualidad
como parte de su identidad, puede entonces elegir lo que quiere. A mi me parece
tan patológico un homosexual que dice: que no resiste la fantasía de acostarse
con una mujer, como un heterosexual que
vive cuidándose que un tipo no se le acerque. Yo conozco muchos tipos que están
en una relación sexual con una mujer que quieren, y cuando ella les acaricia la
espalda y llega hasta el culo, gritan: ¡¡No me toques el culo, eh, que te
creés, que soy puto!!. Y la mina dice: ¿Qué pasó?.
Yo también me pregunto: ¿Qué pasó?.
Y digo: Pasó que se asustó.
La erogenización que producen las zonas
genitales, incluido el ano, es para los dos sexos igual. Habrá zonas mas
erógenas para cada uno de nosotros, pero pensar que no puedo permitir que
alguien me roce debe esconder algo...
Algo debe pasar con los tipos que obsesivamente
creen que el coito anal les da mas placer que el coito vaginal. Me parece que
alguna connotación tiene... En algunos casos esta es la expresión de un
conflicto homosexual bastante mal resuelto. Para llegar a la heterosexualidad,
sin hablar de si la homosexualidad es o no un tránsito, hay que tener resueltos
estos conflictos homosexuales, cosa que, en general, las mujeres tienen mejor
resuelta que los hombres.
La razón es que el primer objeto amoroso de una
mujer es su mamá, como en el caso del hombre.
El hombre comienza su sexualidad en la vida con
un vínculo heterosexual y quizás continúe en esa forma consciente con un
vínculo heterosexual por el resto de su vida.
La mujer, que establece como primera medida un
vínculo homosexual, tiene que dejarlo para llegar después al vínculo
heterosexual. Esto implica un trabajo.
Cuando una mujer es heterosexual ha pasado de
un vínculo a otro. Quizás por eso los homosexuales sean mas varones que
mujeres. Y quizás por eso los hombres necesiten negar el componente homosexual,
porque es sentido como poco masculino.
No hay conciencia de que la elección sexual no
amenaza la condición de varón o de virilidad.
Ser homosexual no significa ser femenino. La
mariconeada tiene que ver con una pérdida de identidad. Una mujer homosexual no
tiene por que ser un camionero y un hombre homosexual no tiene que ser
afeminado.
Maricón, homosexual y puto son tres cosas
totalmente diferentes y no necesariamente tienen relación entre si. No todos
los afeminados son homosexuales, no todos los homosexuales son putos y no todos
los putos son maricas.
Hay que aprender a diferenciar para aprender
quien es uno, después de todo...
Si mi libertad es, como digo yo, mi
capacidad de elegir cuando tengo opción,
entonces...
Ser libre es poder encontrarme para ver que es lo que voy a hacer en la cama
o que es lo que no voy a hacer en la cama.
El significado de la sexualidad ha cambiado.
Hace cincuenta años, nuestra educación nos decía que el hombre tenía que
debutar, aprender, entrenarse y hacerse maestro del acto sexual para luego
enseñarle a su mujer, asexuada totalmente hasta ese momento. Y así las mujeres
se quedaban mas o menos asexuadas toda su vida, teniendo como maestro a alguien
que en general no había aprendido mucho pero que decía que era el que sabía.
Por suerte y por lucha esto no existe mas.
Primero, porque las mujeres saben que no tienen
por que esperar a sus hombres para aprender de ellos.
Segundo,
porque los hombres ya sabemos que no aprendimos tanto.
Y tercero, porque ya no hay ninguna duda de que
el único lugar donde se puede aprender es en la cama. Y por lo tanto, si un
hombre quiere aprender, va a tener que aprender de una mujer.
La historia de que los hombres les tienen que
enseñar a las mujeres es un mito, y por supuesto machista.
Podés aprender algunas cosas por vos mismo, de
la exploración, pero no mucho estando solo. El otro, por intuición y por
experiencia, es el que enseña. Así aprendemos, para alguna vez enseñar.
Lo que en un vínculo resulta maravilloso, puede
no ser tan maravilloso en otro vínculo.
Habrá que darse tiempo para este aprendizaje. Y
para eso hace falta estar comprometido con el otro.
POCAS PALABRAS ACERCA DEL DESEO
Si la
sexualidad funciona como un trámite, estamos en problemas.
Hay una sola razón para tener sexo: el deseo.
No puedo llegar a la cama porque estoy aburrido, porque no tengo otra cosa para
hacer, porque estoy muy tenso, porque hay que cumplir para que no te vayas a
coger con otra o con otro, para no masturbarme...
La única
buen razón para llegar a la cama con alguien es sentir el deseo de ir a la cama
con alguien.
Además porque no hay nada mas erotizante que
sentirme deseado por el que está a mi lado. Sea yo varón o mujer, nada me
excita mas que sentir que aquel que yo deseo me desea.
De alguna forma es un misterio... porque si lo
que me excita es que vos estés caliente conmigo y lo que te excita a vos es que
yo esté caliente contigo, ¿cómo fue que empezamos?.
A veces empieza porque te veo y me surge el
deseo. Te espero y me ratoneo. Soñé con vos y te voy a buscar... Pero
muchísimas veces empieza afuera, antes de que nos veamos. Empieza con la
calentura que surge en mi a partir de otras cosas que pasan en el afuera y que
no son vos.
“Eh... No,
doctor ¿me está diciendo que me caliente con
el aviso donde está la mina con las tetas y que después llegue a mi casa
pensando que voy a coger con mi mujer?. Eso es un asco...”
así es. Si quieren pensar que es un asco,
piénsenlo. Pero es así. Me erotizo con lo que pasa afuera y es ese erotismo
justamente el que importo a la relación y el que genera el deseo.
Si les molesta importar excitación a su pareja
no lo hagan, serán muy felices y cogerán menos.
Nada es
igual que el deseo del que deseo. Este es el gran afrodisíaco, sobre todo en la
pareja. Por eso es tan importante sentirlo y que se note.
Cuentan
que una mujer llega a un consultorio médico porque tenía tortícolis. Entra con
el cuello torcido, el médico la revisa, le hace una radiografía, no encuentra
lesiones anatómicas y le dice:
-
¿Hace
mucho que lo tiene?
-
No... –
dice la mujer -, hace unos doce o quince años
-
¿Y usted a
que se dedica?.
-
Bueno,
trabajo en una oficina, hago las cosas de la casa...
-
¿Y tuvo
algún golpe?
-
No, nunca.
El médico
piensa, no sabe que preguntar...
-
¿La
alimentación?
-
Normal,
como todo sin problema.
-
¿Algún
deporte violento?
-
No, nada
juego a las cartas.
Como el
médico ya no sabe que preguntar, le dice:
-
¿Vida
sexual?
-
Normal,
dos o tres veces por semana... él arriba y yo abajo... normal.
-
Bueno, el
arriba y usted abajo o al revés.
-
¿Está
loco?. ¿Cómo veo tele?
Si uno
no es capaz de estar realmente
comprometido con lo que está pasando, la posibilidad de disfrutar del vínculo
sexual no existe.
En una encuesta realizada para el último
informe Hite, los encuestados contestaron a esta pregunta: ¿Cuál es la
frecuencia sexual máxima y mínima que usted considera normal?. Las respuestas
van desde un máximo de una vez por día hasta un mínimo de una vez cada quince
días. Cualquier frecuencia entre estos dos extremos es considerada normal por
la sexología. (Una frecuencia menor como promedio no es anormal ni patológica,
pero es poco. Una frecuencia mayor como promedio tampoco es anormal, pero es
mentira...)
Dos veces por semana es lo que el 70% de las
parejas estables encuestadas refieren como su frecuencia habitual.
En la Argentina, el ritmo según las mujeres es
entre una y dos veces por semana y según los hombres tres o cuatro por semana.
Esto genera dudas sobre la conducta fiel o infiel de los señores o sobre la
necesidad de los hombres de decir que cogemos mas porque nuestra educación nos
dice que entonces somos mas hombres.
Se trata del mito de que los hombres estamos
siempre listos, lo cual, obviamente, no es cierto.
Si queremos hacer algo por la sexualidad de
todo, habría que:
Insistir en que los padres reciban educación
sexual para poder transmitirla. El aprendizaje empieza desde la cuna.
Evitar censurarnos. La censura en el encuentro
sexual es perniciosa. Hay que trabajar con nuestra libertad y con la que yo
llamo autonomía, la capacidad para imponernos nuestras propias normas.
Revalorizar la sexualidad hasta conseguir que
recupere el enorme valor que tiene.
Si tratamos de reprimir la conexión con nuestro
deseo, cada vez somos mas esclavos de el.
En la medida que dejemos ser a nuestro deseo,
en la medida que asumamos nuestra sexualidad como parte de nosotros y no nos
avergoncemos de ello, en la medida que aceptemos nuestras inquietudes, nuestras
fantasías y nuestro encuentro sexual con la persona que nosotros decidamos, en
la medida que podamos vivir esta historia con libertad, sin frenar y sin
reprimir, nuestra sexualidad se va a volver mas libre y vamos a poder dejar de
pensar en ella.
La metáfora que dan algunos iluminados es que
uno puede mantener la mano abierta toda su vida, pero cerrada... apenas un
rato. Tarde o temprano, después de tener
la mano cerrada, vas a tener que aflojar.
Manteniendo abierta nuestra conducta sexual
podremos tener una sexualidad mas sana, mas placentera y, sobre todo, podremos
mejorar nuestra capacidad de entrega.
Si ocultamos, reprimimos y escondemos nuestro
deseo, en algún momento este explotará, se volverá pernicioso y terminaremos
haciendo cosas dañosas para los demás.
¿Qué es normal y que es anormal?. ¿Cuál es el
límite entre lo que se puede y lo que no se puede?. ¿Qué está bien y que está
mal?. ¿Cuál el límite entre lo normal y lo patológico?. ¿Qué cosa es sana y
que cosa enferma?
Yo creo que si los dos están de acuerdo y
disfrutan de lo que está pasando, sin involucrar a quien no quiere involucrarse,
nada, repito, nada es anormal.
Palinuro
de México (fragmento)
Ella y yo
hacíamos el amor diariamente.
En otras
palabras,
los lunes,
los martes y los miércoles
hacíamos
el amor invariablemente...
Los
jueves, los viernes y los sábado s.
hacíamos
el amor igualmente...
Por último
los domingo s
hacíamos
el amor religiosamente.
Hacíamos
el amor compasivamente.
Hacíamos
el amor deliberadamente.
Lo
hacíamos espontáneamente.
Hacíamos
el amor por compatibilidad de caracteres,
por favor, por supuesto, por teléfono,
de primera
intensión y en última instancia,
por no
dejar y por si acaso,
como
primera medida y como último recurso.
Hicimos el
amor por ósmosis y por simbiosis:
Y a eso le
llamábamos hacer el amor científicamente.
Pero
también hicimos el amor yo a ella y ella a mi:
es decir,
recíprocamente.
Y cuando
ella se queda a la mitad de un orgasmo
y yo con
el miembro convertido en un músculo fláccido
no podía
llenarla
entonces
hacíamos el amo r lastimosamente.
Lo cual no
tiene nada que ver con las veces en que yo
me
imaginaba
que no iba a poder, y no podía,
y ella
pensaba que no iba a sentir, y no sentía,
o bien
estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de
los dos
alcanzaba el orgasmo.
Decíamos,
entonces,
que
habíamos hecho el amor aproximadamente.
O bien a
Estefanía le daba por recordar las ardillas que el tío
Esteban le
trajo de Wisconsin
que daban
vueltas como locas en sus jaulas olorosas a creolina,
y yo por
mi parte recordaba la sala de la casa de los abuelos,
con sus
sillas vienesas y sus macetas rosas,
esperando
la eclosión de las cuatro de la tarde...
así era
como hacíamos el amor nostálgicamente,
viniéndonos
mientras nos íbamos tras viejos recuerdos.
Muchas
veces hicimos el amor contra natura,
a favor de
natura,
ignorando
a natura.
O de noche
con la luz encendida,
o de día
con los ojos cerrados.
O con el
cuerpo limpio y la conciencia sucia.
O
viceversa.
Contentos,
felices, dolientes, amargados.
Con
remordimientos y sin sentido.
Con sueño
y con frío
Y cuando
estábamos conscientes de lo absurdo de la vida,
y de que
un día nos olvidaríamos el uno del otro,
entonces
hacíamos el amor inútilmente.
Para
envidia de nuestros amigos y enemigos,
hacíamos
el amor ilimitadamente, magistralmente, legendariamente.
Para honra
de nuestro s padres, hacíamos el amo r moralmente.
Para
escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalmente.
Para
alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente.
Hacíamos
el amor físicamente,
de pie y cantando,
de
rodillas y rezando,
acostados
y soñando.
Y sobre todo,
y por la
simple razón
de que yo
lo quería así.
Y ella
también,
hacíamos el amor...
voluntariamente
Fernando del Paso
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