8. UN PODER SUPERIOR
Nuestros conceptos de un Poder Superior y de Dios - como lo entendemos -, le brindan a todos una elección casi ilimitada de creencia espiritual y de acción.
Bill W.
A.A. Grapevine, Abril 1961
MI AMIGO
Recientemente me he echo amigo de alguien que deseo que todos pudieran conocer. Este amigo no está nunca tan ocupado como para no escuchar mis problemas, mis alegrías y mis penas. Me da el valor para afrontar sin rodeos la vida y me ayuda a superar y a vencer mis miedos. El consejo que recibo es siempre bueno, porque este Amigo es sabio, paciente y tolerante. Algunas veces, no hago caso de Su consejo, y luego tengo que pedir y estar dispuesto a aceptar un consejo adicional muy humilde y sinceramente.
A pesar de los errores que cometo, mi Amigo siempre está ahí, disponible para mí a todo momento, noche y día. Puedo hablar y El no me interrumpe, por mucho que divague. Algunas veces, mientras hablo con El, recibo la solución a mi problema. Otras veces, con sólo exponer mi problema, en palabras veo que es insignificante y sin importancia. Siento como si mi Amigo, me cogiera de la mano y me guiara suavemente si quiero escucharlo. Siento que cuando no escucho ofendo a mi Amigo pero nunca se enoja.
Mi Amigo está conmigo en el trabajo o en el hogar, es mi constante compañía a donde quiera que vaya. El es mi Poder Superior tal como yo lo entiendo. Es el Dios que conozco.
Colorado Springs, Colorado.
LA JORNADA DE UN ATEO
Cuatro miembros de un Grupo de A.A. fueron llamados por un hospital como último recurso, como una mera formalidad, para visitar a un hombre que se encontraba en un estado mental y físico casi irremediable. Estaba en lista para ser confinado en una institución estatal como un alcohólico incurable, y casi con seguridad éste sería su hogar definitivo. ¿A.A.? Bueno, decidió, nada podía ser peor de lo que estaba encarando. Así que accedió a escuchar bajo una condición: No quería "nada de esa necedad acerca de Dios". Era un ateo declarado, y respecto a ese punto quería ser franco; no tenía intención de cambiar, sin importar las consecuencias.
Los cuatro hombres hablaron; él escuchaba; y cuando terminaron, estaba interesado. Sin embargo, existía aún el gran inconveniente: Dios. Si esa idea era parte del programa, A.A. no era para él. Los cuatro hombres quedaron pensativos, y de pronto uno empezó a hablar, calmadamente al principio, sin tener seguridad de cómo sería recibido
su nuevo enfoque. Hizo notar la difícil situación del paciente, su impotencia, su enfermedad. Conforme iba hablando, llegó a la seguridad que había tomado la ruta correcta. Hizo notar que él y los otros tres estaban sobrios y habían logrado mantenerse así. Estaban trabajando; eran felices. Ciertamente, esto los hacía más fuertes que el paciente. Este no pudo rebatir dicho argumento. Entonces, ¿Podrían ser considerados, hasta cierto punto como un Poder superior, que probablemente podría ayudar a restaurar su cordura?.
Se quedó pensándolo, y en alguna profunda parte de los oscuros y tenebrosos recodos de su mente relampagueó una tenue esperanza. Dijo, si ustedes pudieran representar a su Poder Superior; yo podría poner mi vida bajo el cuidado de ustedes. Los cuatro hombres se miraron unos a los otros. Al fin, había un punto de partida, aunque no sería fácil.
Fue, en verdad, un lento y largo proceso; pero gradualmente las telarañas comenzaron a desaparecer. A medida que el paciente leía más y más acerca de A.A., con mayor ansiedad esperaba las visitas de sus primeros cuatro amigos y de los otros miembros del Grupo que ahora también venían a verlo. Su cuerpo demoró mucho más tiempo para sanar que su mente, así que fue un día memorable cuando finalmente, fue capaz de vestirse y decirle adiós al hospital y a todos los médicos y enfermeras que le habían ayudado a recuperar su salud física. Mientras se vestía pensaba cuán diferente era esta forma de salir, comparada con la que estuvo a punto de tener que hacer hacia un manicomio. Su confianza, su fe en los cuatro hombres lo hizo posible. ¿Pero podría permanecer sobrio fuera de estas puertas? Bueno, de todos modos, hoy lo haría.
Se dedicó al trabajo de A.A. con toda la energía que pudo reunir, asistiendo a varias reuniones a la semana. Su cuerpo aún se cansaba rápidamente, pero nunca estaba demasiado cansado para responder a una llamada del Paso Doce. El recuerdo de la primera visita de A.A. y lo que había significado para él, siempre las tendría presentes.
Un día le llegó una llamada para visitar a alguien que necesitaba ayuda. Cuando llegó, se dio cuenta de que el destino, al repartir las catas de baraja, le había dado en verdad una extraña mano. El alcohólico al que estaba visitando era un sacerdote. Jugó esa mano cuidadosa y prudentemente, ya que era un desafío diferente a todos los que hasta entonces había enfrentado o había siquiera imaginado enfrentar. El, que había rehuido el Dios de este hombre, tenía ahora que encontrar las palabras exactas para comunicarse. Buscó a tientas cómo empezar, y repentinamente le fue fácil hablar con este sacerdote, este amigo alcohólico. Una cálida amistad se desarrolló entre los dos, y en verdad fue una alegría muy especial cuando llegó a ser el padrino del sacerdote. Aprendieron mucho el uno del otro. O quizás en cada caso, el conocimiento había estado ahí siempre, esperando que la persona adecuada lo sacara a la superficie.
En sus restantes años, este hombre, muchas veces más, fue llamado para ayudar a alguien a encontrar el camino hacia la sobriedad. De estas llamadas dos de ellas lo llevaron al lado de otros hombres del clero que necesitaban ayuda, en ambos casos, fueron ministros. Dos veces más, tuvo el privilegio de apadrinar a hombres de Dios, que ahora esta también su Dios.
Dejó este mundo después de siete años de sobriedad ininterrumpida, un hombre en paz consigo mismo y con su Poder Superior. Su herencia es la misma que dejan los miembros de A.A. por donde quiera, por todo el mundo, más valiosa que cualquier riqueza terrenal. Es un legado vital, encarnado en los hombres y mujeres que él había ayudado y en los alcohólicos a quienes ellos, a su vez, han extendido la mano.
Sioux City, Iowa
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