lunes, 11 de marzo de 2019

Llegamos a Creer (Cap 10 - Parte 5)

"NINGUN HOMBRE ES UNA ISLA"

Estaba espiritualmente en bancarrota mucho antes de que A.A. entrara en mi vida y mucho antes de que el alcoholismo, como un parásito bajo mi piel, tomara posesión de mí. Yo no tenía nada, ninguna fe a que aferrarme. No tenía fe en el hombre, porque al ir progresando mi deber había perdido la fe en mí misma. No confiaba en nadie, porque los demás no eran más que el mero reflejo de mí misma, y yo no podía confiar en mí.

Logré la sobriedad dentro de A.A., y, como un milagro, el cálido torrente de la verdad que tanto había temido durante tanto tiempo me inundó, y ya no volví a tener miedo. Comencé a preguntarme por que. Junto con la sobriedad, algo nuevo había entrado en mi vida.

Comencé a tener interés por otros. Esta expresión "interés por otros", junto con su hermana consideración, eran para mí una cosa extraña. Había creído que era capaz de enamorarme; me había considerado una madre amorosa; pero estas emociones, ahora lo comprendo, habían sido reflejos de mi propio egoísmo. Nada penetró dentro de mi ser. Comencé, temprano con mi sobriedad, a sentir compasión por otros borrachos, luego por mis hijos, luego por mi ex-esposo. Esta compasión, un
sentimiento acompañado posteriormente de amor, abrió la puerta de una inmensa ciudadela dentro de mí que siempre había estado herméticamente cerrada.

Pero lo extraño ahora, en la sobriedad, era que no estaba yo regresando a mi estado anterior. No estaba reasumiendo aquel "estar bien" que yo había dejado cuando comencé a beber anormalmente. Iba estando, como oí decirlo una vez, "mejor que bien". Escudriñando (veía el Paso Cuatro) dentro de mi propia personalidad, encontré un nuevo ser dentro de mí. Nunca había estado ahí antes, ni siquiera en mi niñez. Debió haber crecido en dónde estaba una piedra o un agujero vacío.

Algo estaba ahora echando raíces. Comencé a sentir por otros, a ser capaz, por muy breves momentos, de "ponerme en sus zapatos". Nuevos mundos se abrieron ante mí. Comencé a comprender mi posición en el mundo. Yo no era el centro del universo. (¡qué calamidad me pareció descubrir eso!) Yo era una parte de un misterio gigantesco, maravillosamente misterioso. No podía probarlo, porque no sabía nada acerca de él. Sólo podía dar vueltas a su alrededor con una curiosidad infantil, Y aún estoy dándole vueltas. Nunca descubriré, ni lo hará ninguno de nosotros, los secretos del universo. Pero podemos aceptar sus misterios, la parte que tenemos en ellos, y nuestras vidas y muertes; como algo espiritual más allá de nuestra comprensión.

Comencé a observar a mis hijos. Eran gente pequeña, importante. Me di cuenta de que mientras estaba bebiendo, no los había tratado más que como a pequeñas máquinas que yo había creado, como si yo hubiera sido parte de un juego de Mecano y hubiera estado orgullosa de ello. Al ir cambiando mi manera de tratarlos, los vi empezar a madurar, a enfrentarse a al realidad de la vida tal como ésta es. Extendí una mano para ayudar a alguien, aunque sólo escuchando algunas veces, y sentí una extraña satisfacción al ser capaz de ayudar: ¡un descubrimiento increíble para mí!.

Aprendí mi propia versión de lo que es la espiritualidad. No significa que tengo que ser como los santos que dicen tener consejos directos y visiones de Dios. Significa que tengo que interesarme por mis semejantes; únicamente a través de esto puedo recibir la gracia de Dios, Mi Poder Superior, porque como dijo John Donne, mucho antes de A.A., "ningún hombre es una isla".

Comencé a sentir seguridad en mis nuevos sentimientos espirituales, hasta que fue sacudida una noche por un amigo de A.A. quien me dijo "muy bien, así es que puedes aplicar a tu vida personal el Paso Tres y una fe espiritual en Dios, pero ¿cómo puede aceptar las terribles calamidades que suceden alrededor de nosotros todos los días?".

Me enfrentaba otra vez, peligrosamente, con los interrogantes de mi religiosa, pero no espiritual, infancia - ¿cómo puedo aceptar una fe en u Dios quien permite esos monstruosos crímenes contra el hombre, a pensar, llena de miedo, sobre la muerte y el sufrimiento, no el mío, sino el de toda la humanidad. Comencé a dudar demasiado de mi nueva fe - comenzó a invadirme el pánico. Comencé a buscar las respuestas fuera de la literatura de A.A.

Afortunadamente para mí, antes de que hubiera leído demasiado acerca de las creencias espirituales (un área que sólo estaba llevándome a la confusión), me di cuenta de que estaba pidiendo demasiadas cosas y demasiado pronto.

Prudentemente, dejé los libros de filosofía para mentes más capaces que la mía. No podía arriesgarme a llegar a una mayor confusión mental. Regresé a las enseñanzas de A.A., las cuales ya me habían salvado de una vida de tormentos.

No necesitaba buscar más allá de los Doce Pasos y de las fortalecedoras palabras de la Oración de la Serenidad. "De aceptar las cosas que no puedo cambiar". Mi respuesta personal está ahí en la palabra "aceptar". Aceptar el lugar del hombre en la escena universal. Aceptar mi vida como una diminuta partícula del todo. Ninguno de nosotros puede nunca profundizar las glorias y las regiones desconocidas del universo. Pero podemos vivir sobre la tierra y amarnos los unos a los otros. Podemos dejar que nazca en nosotros el interés por otros, la compasión y la consideración, y observamos como crecemos. Con las herramientas y las instrucciones de señales de Alcohólicos Anónimos, podemos aprender un poco de este precioso regalo: nuestra puerta de entrada a la espiritualidad humana.
Nueva York.

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