Señor yo no
soy como los demás hombres, al menos como la mayoría de ellos. No puedo sino
darte las gracias.
No quiero
ser falsamente humilde, pero tengo que confesar que no merezco todo lo que
tengo.
Los demás
son pobres, sin un techo que lo resguarde de la lluvia, sin una posición o
influencia social que los haga sentir importantes.
Yo puedo
comer tres veces al día. Duermo dos veces.
La lluvia
nunca se acaba de ir durante la noche ni tengo que pedir limosna y nunca me han
llevado a la cárcel por vagancia o sospecha de robo.
No hay la
menor duda de que no soy como los demás. Pero esto no es mi culpa. No lo
conseguí, ni siquiera lo deseé nunca. Tú me diste todo esto.
Estoy
aquí, por lo tanto, para darte las gracias. Ciertamente es lo menos que
puedo hacer.
Con frecuencia
he pensado que me gustaría levantarme una mañana y encontrar que soy uno de
ellos. ¿Qué querría O podría hacer yo?
Si sólo
pudiera querer ser uno de ellos, estoy seguro de que tú estarías muy
complacido. Pero por ahora, me es muy difícil entenderlo y aún pensar en ello.
Cobarde
como soy, todo lo que puedo hacer es agradecerte sinceramente el que yo no soy
como los demás hombres.
Porque, Señor,
Aunque es una vergüenza, sigo queriendo ser lo que soy.
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