sábado, 18 de agosto de 2018

Llegamos A Creer (Cap 2 - Parte 1)

2.- EXPERIENCIAS ESPIRITUALES
Es cierto que todos los poseedores de experiencias espirituales confirman su verdad. La mejor evidencia de esa verdad está en los frutos que produce. Aquellos que reciben estos dones de gracia son gente muy transformada, casi invariablemente hacia lo mejor.
Bill W.
Charla, 1960.

EL HA ESTADO ESCUCHANDO
En mi temprana juventud fui colocado ante una disyuntiva; lo que parecía ser una monótona vida moral, o lo que parecía ser una excitante vida de aventura... después de unos tragos de alcohol. Yo había sido criado en la tradición de un Dios inflexible y vengativo, que estaba pendiente de cada una de las cosas que hacía. No podía trabajar mucho sobre el amor a una deidad de esa naturaleza, y por eso me hacía sentirme culpable. Pero después de uno o dos tragos, olvidaba mi culpa. ¡Esto, decidí, era la vida para mí!.

Comenzó siendo suficientemente placentera, fomentando sueños de resplandeciente fama y fortuna. Pero esta vida gradualmente regresó a ser una constante pesadilla de miedo y remordimiento sobre mi condición y resentimiento e ira ante el modo normal de vida que discurría a mi alrededor, y al que aparentemente no podía pertenecer. La verdad es que bebía para salirme de la sociedad, llegando gradualmente a un estado mental que anuló toda clase de contacto social o moral con cualquier persona. Pero en esa época no pude ver que mi forma excesiva de beber fuera la causa. Llegué a convencerme de que Dios y la sociedad me habían olvidado, negándome las oportunidades en la vida. No podía ver una razón para vivir. Carecía del valor para matarme, pero creo que la desesperación hubiera llegado a romper esta barrera que me ponía la cobardía, si no hubiera sido por una experiencia que cambió mi enfoque mental por completo.

Esta experiencia me llegó por medio de la muerte de mi padre en Escocia. El había vivido una buena vida en comunidad y había recibido honores a su muerte de todos los que lo habían conocido. Yo había recibido periódicos que daban cuenta de su funeral. Esa noche, estaba sentado ante una pequeña mesa en una atestada taberna, bebiendo y conmiserándome por lo que había leído. No sentía pesar por la muerte de mi padre. El odio y la envidia saturaban mi mente, y murmuraba para mi mismo. "¿Por qué deben él y otras gentes tener todas las oportunidades para salir adelante en la vida, mientras que los hombres buenos como yo no tienen ninguna? La gente me amaría y me honraría a mí también, si tuviera las oportunidades que él tuvo en la vida".

En la taberna, el ruido de la conversación era ensordecedor. Pero de pronto oí una voz en mi mente decirme claro y fuerte:" ¿Qué cuentas de tu vida le vas a dar a Dios?". Miré a mi alrededor, espantado, parecía la voz de mi abuela. Ella había muerto y salido de mis pensamientos había más de veinte años. Esta era su cita favorita. Se la había oído decir frecuentemente en mi juventud; ahora la oía otra vez en la taberna.

Tan pronto oí esto voz, mi mente se aclaró, y supe más allá de cualquier duda, que ninguna persona ni situación era responsable de mi estado. Yo era el único responsable.

El efecto fue demoledor. Primero, había oído esa voz, y entonces la completa excusa de mi fracaso en la vida - que yo nunca había tenido ninguna oportunidad fue borrada de mi mente para siempre. Me golpeó el pensamiento de que si me hubiera suicidado, había una probabilidad de que pudiera haberme encontrado ante Dios y tener que darle cuentas de mi vida que había llevado sin poder culpar a nadie de haberla vivido así. Yo no quería que esto me sucediera, y la idea de suicidarme fue abandonada en ese momento. Pero la idea de que podría morir en cualquier momento, continuaba asediándome.

Todo esto es una locura, pensé. Pero, sin importar lo mucho que discutiera conmigo mismo que solo estaba teniendo una alucinación, no podía rechazar la deducción de la experiencia. Podía verme, en mi imaginación, cómo era llevado a la presencia de una deidad de apariencia severa, que fríamente me miraba bajo su nariz con absoluto desprecio, diciéndome ásperamente, "¡Habla!" Esto era todo lo lejos de que mi imaginación podía llevarme, y desde ese punto me emborrachaba ciegamente tratando de borrar definitivamente la experiencia completa. Pero cuando volvía en mí por la mañana, la experiencia aún permanecía conmigo, más fuerte que antes.

Pensé que mejor dejaría de beber por una temporada y comenzaría a reestructurar mi vida. Esta resolución me produjo una terrible sacudida. Hasta entonces, nunca había relacionado mis dificultades con el alcohol. Sabía que bebía mucho, pero siempre había pensado que tenía buenas razones para beber. Ahora descubría, para mi confusión y horror, que no podía dejar de beber. La bebida se había convertido en una parte tal de mi vida, que no podía funcionar sin ella.

No supe a donde acudir para pedir ayuda. Creyendo que la gente pensaba sobre mí en la misma forma en que yo pensaba acerca de ellos, estaba seguro que nadie era el indicado para pedirle ayuda. Entonces, sólo quedaba Dios, y si El sentía por mí lo mismo que yo sentía por El, esta era con seguridad una débil esperanza. De esta manera, pasé los tres meses más negros de mi vida. Durante este período, parecía que, bebía más de lo que lo había hecho anteriormente, y rezaba a "nadie" pidiendo ayuda para alejarme del alcohol.

Una mañana desperté en el piso de mi habitación, terriblemente enfermo, convencido de que Dios no iba a oírme. Más por reflejo que por otra cosa, fui a trabajar esa mañana e intenté hacer una nómina de pago, aunque me era muy difícil controlar mis temblorosas manos el mínimo suficiente para poner los números en el lugar correcto. Después de muchos problemas, finalmente completé el trabajo.

Con un suspiro de alivio, miré por la ventana y noté a un hombre que se aproximaba al almacén donde yo estaba trabajando. Cuando lo reconocí, el odio surgió en mi mente. Hacía siete meses él había tenido el descaro de preguntarme delante de otros hombres si yo tenía problemas con la bebida, y yo fui profundamente insultado por su pregunta. No lo había visto desde entonces, pero mi odio por él estaba vivo y afectando mi vida, cuando él pasó por el almacén.

Entonces sucedió algo que nunca ha cesado de sorprenderme. Cuando salió de mi vista, todo lo que siguió quedó en una laguna. Lo que a continuación recuerdo es que yo estaba de pie ante él fuera del almacén, oyéndome preguntarle en qué forma podía ayudarme a dejar de beber. Si yo hubiera decidido conscientemente recurrir a algún individuo para que me ayudara, ¡él hubiera sido el último hombre al que me hubiera dirigido! Se sonrió, y dijo que trataría de ayudarme, y me llevó al programa de recuperación de A.A.

Meditando sobre esto, finalmente me pareció obvio que el Dios que pensé me había juzgado y condenado, no había hecho nada al respecto. El me había estado escuchando, y en el tiempo que El lo vio como bueno, llegó su respuesta. Esta respuesta suya fue triple: me dio la oportunidad de vivir sobrio; Doce Pasos para practicarlos, como el medio para obtener y conservar esa vida de sobriedad; y una fraternidad dentro del programa, siempre dispuesta a sostenerme y ayudarme en cada una de las veinticuatro horas del día.

No conservo ninguna ilusión de que yo traje el programa de recuperación de A.A. dentro de mi vida. Siempre lo debo considerar como el don de una oportunidad. El hacer uso de esa oportunidad, es mi responsabilidad.
St. John's, Terranova, Canadá.

UNA PRESENCIA
Soy el radio-operador de un buque petrolero, y la revelación final de mi situación y su alivio llegó mientras estaba sentado solo en mi cuarto de descanso con mi botella favorita. Pedí la ayuda de Dios en voz alta, aunque sólo mis oídos podían escucharme. Súbitamente sentí una Presencia en el cuarto, trayéndome un calor interno muy particular, una distinta, más suave tonalidad de luz, y una inmensa sensación de liberación. Aunque estaba lo suficientemente lúcido, me dije: "Estás borracho otra vez", y me fui a acostar.

Por la mañana, sin embargo - en plena luz del día -, la Presencia continuaba ahí. No tenía malestar tampoco. Me di cuenta de que había pedido y había recibido. Desde ese día, no he vuelto a tomar alcohol. En cualquier momento que siento la obsesión, pienso en lo que me sucedió, y eso me mantiene bien.
Internacionalista de A.A.

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